Mensaje al pueblo venezolano |
Para los que compartimos este territorio y para los
coterráneos que se encuentran fuera, nuestro abrazo de fin de año y de
bienvenida al que comienza.
Culmina un año que nos deja importantes experiencias y
enseñanzas. Avances y retrocesos. Logros y errores. Victorias y reveses.
Alegrías y pérdidas lamentables. Unión y desencuentro. Y como síntesis de todo
lo negativo, la desesperanza, una gran incertidumbre y el desconcierto.
Aprender de los errores para no repetirlos y afianzarnos en lo positivo es lo
que corresponde para que la lucha no quede en vano.
Para que los desaciertos e insuficiencias queden al
descubierto y ubicados acertadamente en el contexto de la lucha librada, es
imprescindible la autocrítica de quienes condujeron estas acciones por el
rescate de la democracia. Ése es el camino para recuperar la confianza de un
pueblo que hoy se siente decepcionado con un liderazgo y unos partidos que se han
limitado a golpes de pecho que en nada educan y que son vistos como una manera
de evadir la responsabilidad. Actitud que profundiza la desconfianza y la
ruptura en el movimiento opositor, que es una de las debilidades de este
momento. Son muchos los errores cometidos. Nos limitaremos a señalar algunos
que de cara al futuro inmediato reclaman urgente tratamiento.
Lo erróneo no fue la rebelión democrática de este año que
acaba, como dicen algunos, el error estuvo en haberla conducido mal. De hecho,
este levantamiento ciudadano avanza mucho más que el de 2014. En aquella
oportunidad se logró el desenmascaramiento del régimen como represor y
corrupto. En el segundo trimestre de este año logramos que el mundo
identificara a este Gobierno claramente como una dictadura, y que desconociera
a la fraudulenta Asamblea Nacional Constituyente que trata aún de darle
cobertura democrática a un Gobierno al margen de la Constitución y que
desconoce a la Asamblea Nacional.
La Asamblea Nacional cumplió un importante papel en estos
dos años de ejercicio. Inmersa como estuvo, desde sus inicios, en la lucha por
no dejarse despojar de sus facultades constitucionales, terminó generando un
conflicto de poderes que hizo parte del enfrentamiento a la estrategia
dictatorial que impulsa el Gobierno de Maduro, que comenzó con el arbitrario
desafuero de los diputados de Amazonas y que despojó a la oposición de la
mayoría calificada de las dos terceras partes, necesaria para ejercer
importantes potestades.
Sin embargo, erróneo fue sembrar ilusiones al ofrecer la
salida de Maduro en seis meses y todas las iniciativas derivadas de este
ofrecimiento o que se realizan en la búsqueda del mismo objetivo, como la
declaración de la falta absoluta del Presidente, el cambio de poderes, o la
amenaza de la enmienda, la reforma constitucional o el nombramiento de un
Gobierno de transición. Todas ellas acciones válidas en la línea de producir un
cambio en la conducción política del Estado, pero que ninguna por sí sola tenía
la posibilidad real de ejecutarse. Lo impedían las mafias aferradas al poder y
toda la fuerza del Estado puesta a su servicio, destacando el apoyo del alto
mando militar. Todo ello, encuadrado en la descomposición del aparato de
Estado.
En la base de estos errores está el ancestral fetichismo
constitucional. Negarse a comprender que el derecho es nada sin una fuerza que
lo haga valer, como quedó evidenciado en todas las decisiones de la Asamblea
Nacional anuladas por el TSJ en franca violación de la norma constitucional, o
en la usurpación de funciones o en la creación de organismos paralelos. Todo
ello demuestra que el Poder no se toma por partes, que es un todo, y que
estamos obligados a conquistarlo, a construirlo. Por tanto, todos los órganos
electivos que sean ganados en un régimen dictatorial son espacios para la lucha
por el cambio político, en nada equivalente a zonas liberadas o a puestos de
comando invulnerables a la violencia oficial en cualquiera de sus expresiones.
El manejo de la política unitaria está plagado de errores y
de inconsecuencias, empezando por la sustitución de la MUD como centro de
dirección, por la presidencia de la AN. En la práctica, la MUD reducida a una
cúpula de cuatro partidos políticos que a veces eran tres y a ratos solo dos.
Esto, a pesar de haberse formalizado una dirección de nueve partidos.
La necesidad de articular todas las fuerzas del cambio exige
una ampliación cualitativa de la dirección política y una estructuración que
garantice la eficacia en la conducción de un movimiento de por sí complejo. Se
hizo todo lo contrario: exacerbación del sectarismo, adelantado lucha por la
hegemonía, sobradas muestras de mezquindad y egoísmo que son mala compañía
cuando la aspiración nacional es la reunificación de la familia venezolana.
En las elecciones de gobernadores, no cabe duda que las
primarias, presumiendo ser un mecanismo democrático, por el contrario
contribuyeron a fortalecer la abstención. Lo planteado ante un cuadro político
como ése era el entendimiento, el acuerdo, compromisos que permitieran amplio
ejercicio de las funciones de Gobierno en los espacios conquistados. Y, desde
luego, participación acompañada de la denuncia de las condiciones y del claro
señalamiento de que no eran elecciones libres, que se hacían en dictadura y
bajo la convocatoria irregular de la fraudulenta constituyente.
La unidad es un problema a resolver en términos inmediatos.
Es imprescindible una dirección política que reconquiste la confianza en su
capacidad de dirigir, de conducirnos a la victoria del movimiento. Para ello lo
primero es generar los acuerdos políticos, los compromisos, que permitan
visualizar claramente el triunfo. No más ofertas que no conducen sino a
frustraciones, no más cifrar esperanzas en otros sectores que no dependen de
nuestras propias fuerzas. Confiar en la fuerza del pueblo y en nuestra
política. No es despreciar la solidaridad internacional o no valorar la
importancia de los pronunciamientos y decisiones de los organismos
multilaterales, o su papel en procesos de negociación, o que no consideremos el
rol que pueden jugar los militares en esta lucha por el cambio político. Se
trata de no cifrar nuestras esperanzas en ningún otro sector. Bienvenidos todos
los aportes. A todos los factores debemos dedicarles atención política.
Desarrollar líneas de acción confluyentes es una de las claves en esta lucha.
Un espacio donde la dirección operativa del movimiento debe demostrar su
capacidad.
La falta de una estrategia general es una falla que arrastra
la Unidad. Es más, sin estrategia general, sin un programa político general,
sin la definición de una vía para lograr el cambio, sin una línea clara de
construcción de los instrumentos para desarrollar la lucha, siempre estaremos
expuestos, como lo hemos estado, a que los reveses generen frustraciones y desalientos
que se traducen en retrocesos del movimiento. Sin estas definiciones el
movimiento no tendrá la capacidad de maniobrar con soltura en el plano de la
estrategia y de la táctica. Se manejará con torpeza, como ha sucedido, en la
relación entre la vía principal para el cambio y las formas de lucha, como lo
hemos visto cuando se planteó participar en elecciones en medio del desarrollo
de la rebelión democrática.
Vivimos tiempos difíciles. Estamos ante la inminencia de
estallidos sociales de impredecibles consecuencias. La hambruna y todo el drama
social que azota a la mayoría nacional se han tornado insoportables. El
descontento toma expresiones cada vez más airadas y vuelve a tomar la protesta
de calle. Las acciones espontáneas son recibidas con simpatía por la gente.
Incluso son bien vistos aquellos reclamos que se hacen estimulados por factores
del oficialismo, que hacen parte de la lucha entre las fracciones de esa
tendencia, y que muchas de ellas las motiva el incumplimiento de comida y bonos
ofrecidos a cambio del voto en el último proceso electoral, o de comida pagada
por adelantado que no ha llegado. En medio de estas protestas, el asesinato vil
de una joven de 18 años (Alexandra Conopoi) con 5 meses de embarazo, que
reclamaba un pernil en la vía de El Junquito este 31 de diciembre, son la
despedida que esta dictadura le da al pueblo en 2017.
Para el próximo año, ante el agravamiento de las penurias
que azotan a la mayor parte de la población, el incremento de la represión y
una oferta de elecciones presidenciales que no satisface las exigencias de
garantizar la expresión libre de la voluntad popular, lo que se pronostica es
una agudización de la conflictividad. Ante tal perspectiva corresponde al
movimiento por el cambio prepararse para la lucha. La victoria depende de
nosotros. Solo el pueblo, con su participación decidida, puede garantizar que
salgamos de esta difícil situación.
Es hora de concluir internamente la discusión sobre la vía
principal para el cambio. El análisis de la realidad nos indica con claridad
que la vía es la rebelión democrática, es el levantamiento de todos los
sectores que nos resistimos a la destrucción de nuestra patria, a que se mate
de hambre a la mayoría nacional. Es la confluencia de todas las luchas
reclamando el cambio de Gobierno. Es la combinación de luchas, el desarrollo de
múltiples formas de organización y de acción. Es la determinación de un pueblo
de convertirse en protagonista de la construcción de su destino. Es decidirse a
la construcción de poder de base, afianzado en las asambleas de ciudadanos,
formadas en la conciencia y disposición para el impulso del cambio político. Es
organizar al movimiento de tal manera que garantice la más amplia participación
pero también la capacidad para actuar en todos los espacios de lucha. A todos
los niveles. Esa será una fuerza imbatible.
No es hora de lamentos. Es tiempo de acerar la voluntad.
Confiamos en nuestro pueblo, en su inteligencia y coraje y estamos seguros de
que se elevará hasta la altura que exige este momento histórico. Con optimismo
saludamos este año que comienza. No tenemos dudas: la victoria será del pueblo
y de las fuerzas democráticas. La tercera rebelión será la del triunfo. Atrás,
muy lejos, dejaremos esta pesadilla.
¡Rebélate o te matarán de hambre!
¡Desechar las ilusiones, prepararse para la lucha!
¡Ahora le toca al pueblo. Fuera la dictadura!
Dirección Nacional
Bandera Roja (Resistencia)
31 de diciembre de 2017
¡Saludos Venezuela!