Partido Bandera Roja

Saludos bienvenidos tod@s al blog del Regional Lara Argimiro Gabaldón del Partid Bander Roj (BR) que lucha y trabaja por la Unidad el Progreso y la Soberanía en Venezuela

jueves, 4 de agosto de 2011

El VIEJO RUPERTO


El  VIEJO RUPERTO

LA HISTORIA DE VIDA DE FRANCISCO JIMÉNEZ
Elvin Barreto Guédez.
L.F. 07320039201345
ISBN: 980-6630-00-9
2003: Primera edición en formato libro
2010: Primera edición en formato digital
Caracas. Venezuel
El autor autoriza la reproducción total y/o parcial de la obra siempre y cuando cite adecuadamente la fuente.
elvinbarretoguedez@hotmail.com

RUPERTO: COMBATIENTE REVOLUCIONARIO.

En la turbulencia política de comienzo de los años 60 conocimos a Francisco Jiménez. Lo encontramos por las señas que nos diera Carmelo Laborit, dirigente principal en ese entonces del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (M.I.R.) en el oriente del país. La bodeguita de subsistencia donde lo conseguimos en Maturín apenas disponía de unos racimos de cambur, unas tortas de casabe y unas pocas cosas más. Lo bautizamos como “El Viejo” en este inicio de lo que después sería una extraordinaria relación en la militancia revolucionaria, primero en el M.I.R. y posteriormente en Bander  Roj. En las primeras tareas que emprendimos pudimos apreciar en El Viejo el firme propósito de convertirse en un luchador revolucionario de primera línea. Nos planteamos por nuestra parte contribuir de la mejor manera a la cristalización de esta noble aspiración. Cuando casi 40 años después fuimos a la última despedida, en la misma ciudad donde nos conocimos, inclinamos nuestras banderas para olvidarnos por muchos años de clandestinidad y riesgo de su nombre legal. Fructífera y enaltecedora vida, que hoy sirve de ejemplo a la militancia de Bander Roj y que legamos como patrimonio a la justa causa de la redención social. El tránsito de un niño campesino, que tardíamente aprende a leer, a dirigente revolucionario, no fue fácil. Sólo lo explica una férrea voluntad de superación. El esfuerzo en el aprendizaje fue integral y el resultado también. Pero era tan exigente nuestro amigo que a veces se situaba ante metas exageradas. Eso lo conducía a una valoración propia y de los otros equivocada en materia de logros. Muchas veces polemizamos sobre esto, tratando de ubicarlo en lo verdaderamente alcanzado en avance cultural, en el estudio del marxismo, en la comprensión del país y sus relaciones con el mundo y en la sistematización de la experiencia nacional y en la asimilación de otras experiencias. Aprendimos con El Viejo Ruperto a ser insistentes y hasta tercos en el reclamo de la formación teórica, política y cultural de los cuadros y militantes revolucionarios, para que cada día sea más consciente su acción y mejores sus aportes. Superar los viejos prejuicios de una formación campesina, con apenas ligero paso por el pequeño comercio, por la industria petrolera y por una policía estadal, resulta una hazaña. Una elevación cultural de tamaña monta es el fruto en primer lugar del choque de realidades que le tocó vivir en función de la subsistencia más primaría, que lo conduce a una conciencia primitiva de la lucha social, pero que le hace base para llegar a la militancia revolucionaria, donde ese salto se hace viable por el constante y fecundo debate que constituyó práctica en esos años del M.I.R. y en toda la historia de Bander Roj.

Pero esto no hubiese sido suficiente si su conducta no hubiera sido marcada por ese gran amor a los pobres que siempre profesó, por el compromiso de servir a su causa, que lo llevan a la entrega sacrificada y riesgosa en el movimiento político. Sólo profundas convicciones hacen que esa conducta se convierta en rasgo esencial de una vida. La crítica franca y cruda signó su militancia y su comportamiento en la relación con camaradas y amigos. Pero no menos duro fue en el reconocimiento de sus errores una vez que lograba entender las razones que se esgrimían para criticarlo. Con mucha insistencia reclamó mejorar la formación de los dirigentes. Acertadamente estimuló la elevación teórica y la eficacia en el trabajo militante. Esto nos dice mucho del convencimiento de nuestro amigo del imprescindible papel que juega el partido revolucionario en la transformación social, y cómo hay que cuidarlo alcanzando una alta conciencia en sus militantes y dirigentes. Esto lo acompañó reiteradamente con la prédica por la unidad interna, la crítica al fraccionalismo y al espíritu grupal. Los que estuvimos cerca en la hora de las definiciones sobre confrontaciones internas que desembocaron en divisiones, pudimos ver cómo esos procesos afectaron a El Viejo. Pero el estado de ánimo no constituyó obstáculo para que firmemente se colocara al lado de quienes defendíamos valores, principios y la línea general que han sido base y fundamento en el nacimiento y desempeño de Bander Roj.

Con igual firmeza respaldó los avances que en materia de comprensión de la realidad nacional y de determinaciones políticas ha venido asumiendo el partido en su proceso continuo de maduración. No seríamos justos con Ruperto si no resaltáramos su gran capacidad de comunicación con la gente, esa rapidez para traducir el discurso político al lenguaje de su variado auditorio, para explicarlo con metáforas que llegaban a la gente, sobre todo que tocaban las angustias y los anhelos de los más pobres. Esto lo convirtió en un destacado activista social, en un personaje que se hacía querer, que generaba apoyos, que sumaba voluntades por donde quiera que pasara, que incorporara a muchos militantes a nuestra organización. Escribimos estas líneas sobre nuestro camarada y amigo Francisco Jiménez”Ruperto” a propósito de la entrada en imprenta de una interesante entrevista que le hiciera nuestro también camarada y amigo Elvin Barreto. Allí está expresado en toda su crudeza y sinceridad, sin arreglos posteriores, un hombre que estaba en lucha final contra el cáncer. La vida no le dejó tiempo a Ruperto como para que pudiera revisar esta entrevista y hacer los añadidos y correcciones que mejoraran la comprensión de lo allí dicho. Si se va a lo esencial de lo narrado no hay lugar para interpretaciones erróneas de anécdotas insuficientemente planteadas. Seguimos batallando por lo de siempre.
Gabriel Puerta Aponte Caracas, agosto de 2003.

INTRODUCCIÓN.
A petición de algunos camaradas y de otras personas revolucionarias interesadas en conservar algunos testimonios que pudieran ser útiles a las futuras generaciones que tendrán la tarea de continuar la lucha por la real transformación de las estructuras económicas, políticas y culturales de nuestro país, me he propuesto escribir sobre mi vida y la militancia revolucionaria.

Con frecuencia mucha gente me pregunta cómo me hice revolucionario... qué triste es escoger el camino y abandonar tu familia, mi esposa y mis hijos. ¿Cómo es la vida en la guerrilla? ¿Cómo se conseguían las armas? ¿Cómo hacían para burlar tantas veces a los cuerpos de seguridad del Estado? ¿Qué buscaban ustedes con la violencia en un sistema democrático? De verdad, me gustaría responder a estas y muchas otras interrogantes.

Para escribir sobre alguien que de alguna manera ha llegado a convertirse en una referencia, creo que es importante tener en cuenta su pasado, sus padres, el lugar de nacimiento, su niñez, sus hermanos, su origen de clase, sus primeros pasos en estado consiente.

Aquí está mi historia.
FRANCISCO JIMÉNEZ (RUPERTO)
Maturín, abril de 2001

Estas palabras de “Ruperto” fueron suficientes para que ambos llegáramos al convenio de hacer una realidad sus deseos de sacar a la luz pública sus vivencias. En tal sentido, nos reunimos en la ciudad de Maturín, estado Monagas, entre los días 11, 12 y 13 de abril del año 2001, aprovechando el asueto de semana santa. Allí conocí a la señora Cruz Jiménez, a sus hijos y nietos, quienes me brindaron una esmerada atención.

Los relatos de “Ruperto” alcanzaron diez casettes, que fueron transcriptos por completo y ordenados en subtítulos e incorporadas algunas notas al pie de página para permitir una mejor orientación en la lectura de los mismos.

Este trabajo de “Historia de Vida”, aparte de exponer la ejemplar vida de Francisco “Ruperto” Jiménez, nos presenta también algunos episodios de las realidades de la Venezuela rural de la primera mitad del siglo XX. Y a su vez, presenta una visión de lo que fue la lucha armada en los años sesenta, setenta y ochenta desde la perspectiva de un combatiente perteneciente al proletariado campesino.

ELVIN BARRETO GUÉDEZ
Barinas, octubre de 2002

ENTRE PENURIAS, PULGAS Y CHINCHES.
Mi nombre de pila es Francisco Javier Jiménez. Nací el 3 de diciembre de 1920 en el Golfo de Cariaco, concretamente en La Peña, un caserío del Municipio Mejías, del estado Sucre.
Soy hijo natural de Leoncia Jiménez y Gregorio Cova, ambos de origen campesino. Ninguno de los dos sabía leer y escribir. Cova era jornalero en una hacienda de caña, que devengaba un mísero salario de tres reales diarios que junto a unas cuantas horas de pesca nocturna en el Golfo de Cariaco, en una lanchita que tenía, ayudaban a enfrentar el hambre con una o dos comidas diarias bastantes limitadas. Mi mamá atendía el hogar.

De esta pareja nacieron mis hermanos: José Inocente, Encarnación, Dorotea, Guillermo Eloy, Inés Dolores y yo, el último. En la actualidad soy el único que está vivo. Ninguno de nosotros tuvo otra escuela que la vida misma, en una comunidad, donde para aquel entonces no había escuelas ni centros de salud. Pero si muchas penurias, casas de bahareque llenas de pulgas, piojos y chinches.

En La Peña vivieron mis padres por muchos años, en una humilde casita de bahareque1, como eran todas. “Manigoyo”, que era como llamaban a mi padre, era muy popular y me dio lecciones de solidaridad, pues, cada vez que pescaba algo le mandaba una ración a cada uno de sus vecinos y, por suerte, recibíamos de algunos de ellos cualquier cosita que reforzara nuestra pequeña porción de comida.

Recuerdo que en ese tiempo se compraba con centavitos. Con una locha2 comprabas 4 ó 5 artículos. Tuve mi problemón en ese tiempo porque siendo el último de los muchachos estaba constantemente en la casa y por lo tanto mi mamá me mandaba con mucha frecuencia a la bodega. Algunas veces mi papá llegaba con un coco con el cual teníamos que almorzar ese día y entonces me mandaban a comprar en la bodega centavo y medio de papelón. Esto empieza a explicarte el estado de pobreza en que vivíamos.

En uno de esos casos me mandaron a comprar el centavo y medio de papelón y yo no soporté en el camino las ganas de comerme un pedazo.

1 Bahareque o “bajareque”: estructura de varas vegetales entretejidas recubiertas de barro y paja que se emplea en la construcción de viviendas campesinas.

2 Locha: unidad monetaria venezolana que equivale a 12 céntimos y medio de bolívar.

Cuando llegué a la casa llegué con una cantidad muy disminuida a su tamaño normal. Mi mamá, muy brava, me mandó a devolver el papelón. Entonces yo me preocupé mucho, porque el hombre no me lo iba a recibir. Sin embargo, le llegué al hombre con pena y con todo, medio llorando. Le rogué que me diera otro pedazo de papelón porque yo me había comió un pedacito de ese y mi mamá no lo quería recibir. El hombre comprendido y bueno... cortó otro pedazo y me lo dio.

LA ORFANDAD.
Al poco tiempo de eso mi mamá se murió. Yo tendría 6 años, desnudo, descalzo y con los pies llenos de niguas cuando murió mi mamá. Ya habían fallecido mis hermanas Encarnación y Dorotea, dejando ésta ultima una hijita de 10 años, con el nombre de Ana Julia. Mi mamá y mis hermanas murieron por razones que nunca supe. Como esa era una zona azotada por muchas enfermedades, supongo que murieron a causa de ellas.

Había muerto la primera esposa de mi hermano mayor José Inocente, cosa ésta que lo llenó de tristeza y ganas de abandonar el lugar para instalarse en Las Vegas de Santa María de Cariaco, allá mismo en el estado Sucre.
Mi hermano Guillermo Eloy se quedó con un tío, que se llamaba Jesús María Jiménez, quien lo trataba muy mal, al igual que lo hacían otros padres. El mal trato que recibía mi hermano y otros niños me afectaba mucho, me parecía desconsiderado. Eran métodos de aquellos tiempos. Una vez le pregunté a mi mamá que querían unos hombres extraños que le interrogaban acerca de cuanta gente vivía en la casa y ella me respondió con la mano izquierda en un cachete y me zumbó en el suelo.

Yo quedé con mi madrina Petra Arias. Una hermosa mujer de Boca de Caño, que me estuve con ella en su casa durante un tiempo, no recuerdo cuanto tiempo. Si recuerdo dos cosas de esa época. Uno, la gran preocupación que ella tenía por mí, por mi caso, por mi situación, por mi vida. Siempre me tenía mi desayunito a tiempo, consistente en una caja de ocumo sancochao y un poquito de guarapo de papelón. Ese era el desayuno.

Bueno, yo estaba tranquilo ahí y no tenía problemas con ella. Me quería muchísimo. El papá de ella, el viejo Colón, que era medio atestao, un día por un juego pesado que le hice a la mujer de uno de sus hijos, el señor me cayó a sombrerazo. Yo salí corriendo pa’ salvarme de esa tanda de sombrerazos y caí en un pozo de barro. Un pozo de barro es ese pozo que hacen y en donde van a batir el barro para echar las casas, eso se llama un pozo de barro. Yo me caí  y el viejo me quiso atacar pero después se quedó quieto. Yo salí, pero después empecé a sentirme muy mal en la casa, porque no le podía tener cariño al viejo. Nunca más le tuve cariño al viejo. Me parecía muy injusto lo que había hecho conmigo.

DE NUEVO CON LA FAMILIA.
A los pocos días, el viejo Colón me mandó hacer una diligencia, a llevarles unas cosas a unos familiares de él, entonces aproveché y me fui a mi casa. En mi casa empecé a sentirme bien, porque estaba en mi tierrero, en mi miseria, con mi hambre; estaba con mis hermanos, que también me querían mucho, nos queríamos muchos y jugando nos olvidábamos del hambre.

Un día recuerdo que mi hermana Inés Dolores y yo salimos a la casa de una vecina a ayudarla a pilar un maíz y para decir con franqueza, la ida no fue tanto para ayudarla sino también para ayudarnos nosotros, porque de esa manera íbamos a conseguir que nos dieran una arepa. Mientras ellas pilaban a dos manos, yo estaba alrededor del pilón recogiendo los granitos que tendían a salirse hacia fuera y los metía en el pilón. En un descuido, una de las muchachas me pisó la mano con el brazo del pilón, golpeándome el dedo grande de la mano izquierda. Me lo estripó. El llanto y el dolor que era tan fuerte me lo calmaron con un pedacito de arepa y me quedé tranquilo.

Después, un día jugando con unos primos, entre ellos el primo Manuel Jiménez, sin estar peleando con él me pegó un piedrazo en la cabeza, que me dejó medio trastornao. Hubo susto en la casa cuando ocurrió esto. Todavía tengo la marca en la cabeza. Me golpeo fuerte ese muchacho. Mi tía, Evarista Jiménez, se incomodó mucho por esto y agarró a mi primo y lo iba matando a palo. Tuvo que intervenir mucha gente para quitárselo. Yo refiero este caso, porque más adelante nos encontramos con que este primer piedrazo... vamos para allá.

Al poco tiempo de esto, mi papá que seguía haciendo su trabajito, su conuquito y pescando de vez en cuando, iba resolviendo el problema de la casa. Pero un día se llegó mi hermano mayor, José Inocente, que hacía algún tiempo antes de la muerte de mi mamá se había ido de La Peña para La Vegas de Santa María de Cariaco y estuvo trabajando primero como peón de una hacienda. Hizo un rancho, un conuco y se fue de la hacienda porque en la hacienda trataban muy mal a los peones. Se independizó. Y una vez que fue a La Peña a llevarnos unas cosas a nosotros, me dijo: “Vente conmigo... vámonos pa’ la casa”. Yo no tuve ningún reparo. Llegué, acostumbrado a  comer pescao de vez en cuando y papelón, me dije: “Me irá a hacer falta la vida aquí... pero yo me voy”.

Allí nació algo muy importante en mi vida, el deseo de salir. Yo quería escaparme de ahí. Bueno, se cumplió eso. Tendría yo 9 años. Con nosotros también se vino Ana Julia, mi sobrina huérfana, hija de mi hermana Dorotea.

UNA VIDA DE TRABAJO.
Desde que llegué a La Vega de Santa María, mi hermano me arregló un machetico pequeñito y me dijo: “Te lo voy a amolar... Con esto tu aprendes a cortarle pasto a aquellos tres burros del canecito. Y vas a sacar los burros de ahí, llevarlos amarraos por ahí, por el monte, al mediodía lo llevas al río pa’ que beban agua, después los vuelves a poner en el monte... A la tarde le cortas pasto pa’ que coman en la noche y los guardas en el canecito... Ese va ser tu trabajo”.

Una vida de trabajo, no era tonterías. Empecé trabajando a partir de ahí. En la casa la situación era terrible. Comíamos muy mal, pero muy mal. Sin embargo, yo tenía que irme acostumbrando porque había hambre y tenía que comer lo que hubiera. Ahí se comían muchos granos: frijoles y caraotas. A mí no me gustaban los frijoles. Mi hermano para obligarme a comer frijoles me echó unos cuantos correazos y una tremenda amenaza. Por cierto que ahora no te imaginas como me gustan.

Entonces, ahí me fui formando. Estaba más grandecito y hacia viajes de Las Vegas de Santa María a vender cargas de ocumo, cambur y hasta café al puerto. Con el tiempo fui aprendiendo a trabajar más en el conuco3 y me convertí en una persona útil para la casa en ese tiempo, con 10 años ya. Trabajaba con mi hermano, no rendía como él, pero había una voluntad y un deseo de darle más. Entonces, mi hermano estaba muy contento conmigo pero no dejaba de regañarme y de darme mis palazos de vez en cuando por alguna travesura de muchacho; sobre todo en aquella época en donde la paternidad era tan fuerte, los padres eran tan terrible con los niños, con los hijos, los maltrataban mucho; hasta con la mirada le indicaban una orden. Yo me voy formando ahí pero experimentando al mismo tiempo un sentimiento de repudio a esa manera de ser de mí hermano. Fui conociendo entonces, por los cuentos que echaban algunas personas como trataban a los peones los dueños de hacienda.

3 Conuco: pequeña porción de tierra destinada al cultivo de frutos menores para el consumo doméstico. 11

TRABAJAR Y TRABAJAR... ¿PA’ NAA...?
Llegó un momento que en mi casa, se pudo hacer un conuco cada año más grande. Más grande porque yo era más fuerte cada día y ayudaba más a mí hermano. Mi hermano de una fanega de maíz podía pasar a veinte fanegas. De sembrar doce mil matas de tabaco llegamos a sembrar veinte mil. Era notorio eso, un corte de tabaco de veinte mil matas.

Cogimos café, que teníamos una siembrita de café y al final de la cosecha apenas quedaba un quintal4, que por cierto, costaba 28 bolívares trillao. Pero eso alcanzaba, al menos pa’ comprar unos kilos de pescao salao, porque eso era barato, a real y medio se conseguía un kilo. Y yo trabajando siempre con mi hermano, haciendo esfuerzos. Empezó a gustarme mucho el trabajo y me fui compenetrando con él.

Una vez mi hermano consigue un terreno bueno por ahí y me dijo: “Este año vamos hacer una cosecha buena de tabaco, de veinte mil matas”. Entonces le dimos clavo y sembramos las veinte mil matas. Nos fue muy bien. Pero mi hermano me mandaba siempre a Santa María, a que unos compadres bodegueros, a recoger unos corotos pa’ la casa, pa’ comer. Bueno, cuál sería mi tristeza y calentera cuando terminó esa cosecha, la mayor que había hecho en todo ese tiempo... llegó el bodeguero de Santa María y se llevó todo ese montón de tabaco por el crédito que debíamos. Ya empaquetaito, cachipadas las pacas: metido el tabaco en sus pacas, organizao y todo... Mi hermano me dijo: “Bueno, aquí te queda una carguita...”. Esa carguita era la última hojita que echan los hijos del tabaco, que es más palo que otra cosa. La pagaban creo que por 8 ó 10 bolívares. Eso me alcanzó para comprarme un pantalón y una blusa. Ni siquiera me alcanzó para un par de alpargatas nuevas.

Ese hecho se me tocó. Yo me preguntaba: “¿Y para eso vas a trabajar, todo el día, hasta la noche trabajando?. Pa’ que en el curso de 8 meses, un año, le quede a uno un pantalón y una blusa y más nada. Y vivir toda aquella temporada llegando a los doce años, los quince años, los veinte años... Y cuando tenía un sombrero tenía las alpargatas rotas... Cuando tenía un pantalón nuevo tenía una camisita rota...” Nunca satisfecho, todo el tiempo incómodo con eso.

4 Quintal, medida de peso que equivale a 100 libras, es decir; 45,359 kilogramos.

MAJAGUAS A CAMBIO DE APRENDER A LEER Y ESCRIBIR.
Llegó el momento en que me hice un hombre y quise enamorarme de una muchacha, evangélica por cierto. Mi hermano que no era evangélico me prohibió ese enamoramiento. Hasta ahí llegó. Fue pasando el tiempo y fui teniendo nuevas aventuras. Pero a medida que pasaba el tiempo ya empezó a darme ganas de dejar mi hermano solo. Tenía 18 años y me quería independizar, ya no soportaba esa situación. Mi hermano queriéndome mantener, aflojándome un poco la reciedumbre del trabajo, me dijo: “Bueno, aquí están tres burros, hermano, coja esos burros y aquí tiene una fanega5 de café... véndala y coja esos burros y póngase a trabajar”. A trabajar quiere decir a sacar fletes pa’ traerlo pa’ ca pal’ muelle. Estuve viajando pal’ muelle con esos burros.

Yo no había aprendido a leer y escribir porque mi hermano no quiso que fuera a la escuela. Había un vecino mío, que era tenedor de libros, contador público, como se le dice hoy y que era el único que sabía leer y escribir en el caserío. Se ofreció a enseñarme a leer y escribir por el valor de una locha semanal y que además se la pagara con majaguas. Porque él, mi hermano, hacía aperos para burros y bestias con majaguas que quedaban muy bonitos, muy bonitos los tejidos, que en parte vivía de eso.

Majagua es un árbol que se le saca la concha, se talla y queda la pulpa lista y esa misma se usaba para el beneficio del tabaco. Porque en ese tiempo, no es como ahora que el tabaco lo cortan y lo guindan en ganchos. En aquel tiempo lo tomaban hoja por hoja y en una cuerda torcida lo iban metiendo y metiendo era lo que llamaban “ahorcar el tabaco”. Se hacían esas pacas de 3 ó 4 metros y ahí se secaban. Para esos usaban las majaguas, para hacer los mecates que ayer se usaban para eso. También se usaban para amarrar las bestias.

Con esa ventaja tan grande, de pagar una locha semanal y además con majagua, no pude aprender a leer y escribir. Y ese fue otro de mis grandes sueños, aprender a leer y escribir. Así que lo que hizo mi hermano fue matarme momentáneamente la idea... sólo momentáneamente.

5 Fanega o fanegada: medida de uso agrícola que representa 6.400 metros cuadrados

VIVENCIAS COMO TABACALERO.
Tiempo después se me presentó la oportunidad para irme de Santa María y me fui con una mochila, un chinchorro y dos bolívares en el bolsillo rumbo a Caripe, a pie. Pero no iba exactamente a Caripe; había oído hablar de la instalación de una compañía petrolera en Caripito y que los hombres ganaban cinco bolívares diarios. Bueno, llegué a Caripe. Conseguí hospedaje con un tipo en un trapiche y al otro día me encontré con un muchacho de acá del Golfo (de Cariaco). Era conocio mío, lo había conocio en Santa María. Le expliqué el plan que tenía. Y el amigo me dijo: “Bueno, vamos en todo caso a ver si conseguimos un trabajo pa’ ti aquí en Caripe. Están abriendo una carretera de Caripe hasta Sabana de Piedra. Yo también estoy trabajando ahí” . Y vamos hablar con el jefe civil que era al mismo tiempo el jefe de personal que metía a trabajar a la gente ahí. Se lo propusimos y el viejo me dijo: “Noo... Ya los que están, están y ya. No tengo ahorita más chance”.
Me quedó el camino libre para seguir entonces buscando pa’ Caripito. Tenía que pasar por Guanaguana. A Guanaguana llego. Me vine con un pedazo de pan, un pedazo de papelón por el camino y por ahí, entrando por la Cueva del Guácharo pa’ dentro llegué a Guanaguana un día, como a las doce del mediodía. Había en el pueblo, en toda una esquina, una “casa en pierna”, una casa que no tiene paredes, que solamente tiene los pilares de madera... sin un bloque ni un poquito de barro. Esa terminología no existe hoy.

Entonces, ahí yo sabía ya el secreto. Que esa casa era para cuando llegara cualquier forastero, llegara ahí y guindara. Yo guindé mi hamaca, con la seguridad de que nadie se metía con uno porque eran otros tiempos, sano, confiable todo. Estamos hablando del año 40 y yo tengo 20 años.

Duermo en esa “casa en piernas” un buen rato, tal vez dos horas o tres, lo cierto es que a las cuatro de la tarde estoy despierto. Desguindé mi hamaca, la amarré con el propósito de quedarme ahí esa otra noche y veo venir un hombre que yo conocía, amigo de mi hermano, que se llamaba Eliseo Castillos. Me preguntó: “¿Muchacho... que estás haciendo por aquí?”. Y le conté el cuento. Me dijo: “No vale, no te vayas por ahí, que hay mucho paludismo. Tu no tienes a nadie por ahí. Aquí por lo menos me tienes a mí... Vente pa’ mi casa, yo tengo unos muchachos ahí como de la edad tuya y tengo trabajo para ti. Ahí en la casa comes, duermes, trabajas con los muchachos... me ayudas un tiempo ahí... Pa’ que conozcas más gente... No te vayas pa’ Caripito ahorita”.

Bueno, me engatusa el hombre y me fui pa’ su casa. Estuve trabajando con ese señor. Me puse a vivir con una mujer y luego de ciento y picotes días de trabajo, sin arreglo, voy hablar con él y el carrizo llegó y me quitó quince días y además de esos días que me ofreció pagarme a 2,50 me los pagó a 1,50. Discutimos. Y entonces me salió con un cuento de que yo había dicho de él no se qué cosa. Le dije: “Yo no he dicho nada. Eso lo sacó usted pa’ no pagarme... buscando la manera de no pagarme mis reales...” El tipo se me puso bravo y se metió pal’ cuarto. Yo tenía el conocimiento que él era atronao, esos hombre que llaman atronao, que a cualquiera le dan un pescozón. Pero yo tenía mi machete.... y lo esperaba en la puerta de la casa. Salió y siguió discutiendo conmigo, pero esta vez más frío y no pasó nada.

Después me encuentro con un amigo y me ofrece trabajo. Termino el trabajo, porque era muy poco. Vivo con una muchacha ahí, pero no tenía nada que darle. Estaba haciendo bastante relaciones en el pueblo y en un momento que estoy sin hacer nada llega un señor de un pueblito que está por allá, llamado Río Chiquito. Un señor margariteño llamado Horacio Rojas. Muy buen hombre y jugador de gallos. Un domingo estaba jugando gallos en Guanaguana y estaba solicitando un hombre, porque él tenía una cosecha de tabaco en su caserío, que pudiera irse con él para que lo ayudara en la cosecha. Los que ya me conocían me recomendaron y entonces él me abordó. Me dijo:

__ “¿Usted sabe de tabaco?”.
__ “Si, yo sé de tabaco”.
__ “A bueno, yo tengo trabajo pa’ usted. Váyase conmigo...”
Me preguntó si andaba limpio, dándome dos bolívares. Regresé a la casa contento porque había conseguido un trabajo y tenía dos bolívares en el bolsillo. Le di uno a la muchacha y de dije: “Coge éste bolívar y gástalo en algo para comer ahora. Y toma este real, que yo me llevo éste otro pa’ llevarme una camioneta pa’ lla, hasta la entrada del caserío en donde vive el hombre”.

Ese día comimos y yo cogí mi camioneta en la tarde. Me pasé... la camioneta me dejó 2 kilómetros más adelante. Tuve que regresar cogiendo la vía y oscureciendo. Había que pasar 37 pasos de río en ese trayecto pa’ llegar a la casa del hombre. Pero yo dispuesto y caminador también que fui desde pequeño, iba pasando río y preguntando, pasando río y preguntando... Hasta que por fin llegué como a las siete y media de la noche.
El hombre me hizo pasar a su casa y me preguntó:

__ “¿Cómo se llama Usted?.
__ “A mí me dicen El Peñero”.
__ “¿De dónde es usted?”.
__ “De La Peña”.
__ “A bueno, entonces lo llamamos con ese nombre, El Peñero”.
Me quedo ahí. Ahí hice una buena relación con ese señor. Al otro día me llevó a donde tenía el tabaco y me preguntó:
__ “¿Usted sabe fijar?”
__ “Yo, si”
__ “¿De gusano?”
__ “También”
__ “¿Sabe de esto?”
__ “También”
__ “¿Clasificarlo?”
__ “También”

Me pone a trabajar el señor. El señor... muy buena gente. La señora, una india de esas guerreras, muy buena gente. Él tenía dos hijos, yo me la llevé bien con esos muchachos, que prácticamente no trabajaban con él, pero yo sí, era un hombre de confianza en la casa.

En ese año, en ese mismo año, que el hombre ha hecho una buena cosecha de tabaco con mi ayuda, el hombre hace un caney grande para meter todo ese tabaco que vamos cosechando. Cosechamos todo y entonces empezamos a clasificarlo dentro del caney y empezamos también a empacarlo, a encachipalar, todo ya enmanillao. El señor estaba contento, porque tenía unas deudas y debía pagarlo con esa cosecha. Yo trabajaba con mucha voluntad en esa casa porque me tenían mucho cariño ahí. Y tenía unas relaciones buenísimas en el caserío. En donde quiera tenía una amistad.

SALVANDO EL TABACO DEL INCENDIO.
Un día estoy en el conuco y me agarra un palo de agua y llego a la casa bañadito. En ese tiempo no tenía ropa. Tenía solamente un pantalón para salir y uno para trabajar. Pero ese día, desgraciadamente, el pantalón que tenía para salir una mujer me lo estaba lavando. Entonces, yo vengo a acostarme y no tenía que ponerme. Cuando oscureció bien, me voy para mi hamaca, me quito la ropa y me echo a dormí.

De repente un grito desesperado me despierta y cuando pelo los ojos vi que la casa se estaba incendiando por dentro y que ya habían sacado algunos corotos de adentro. El hombre le estaba echando agua con una poncherita y la candela estaba cogiendo pal’ techo de palma. Yo no pensé en más nada. Pensé en el cariño, lo bien que se había portao el hombre conmigo y me lanzo a la casa, a la parte en donde estaba el tabaco y empiezo a zumbar pacas pa’ fuera. Cansándome ya, saqué el último paquete y saliendo de ahí, seguro que ya no quedaba nada en la casa, media casa está quemada ya. Al rato, es que me doy cuenta de que estoy desnudo... con todo y la vergüenza fui y busqué el pantalón mojao y seguí llevando pacas a un lugar seguro.

LOS CUARENTA SACOS DE TABACO.
Después de eso, le gané a ese señor un dinero. Y finalmente me dijo: “Mira, te debo ochenta bolívares. Yo no tengo para pagártelos ahora. Te propongo una cosa, peñero, quédate con nosotros, te doy un pedazo de terreno pa’ que hagas un conuco y siembras lo que tú quieras, que yo te ayudo... cuando tu necesites un hombre, yo te lo doy como parte del pago de la deuda... yo te doy apoyo pa’ que tú hagas tu conuco”.
Y efectivamente, el hombre cumplió. Siembro yo unas seis o siete mil matas de tabaco. En el caney que había hecho con ayuda del hombre que me ofreció, un cuñao de él, tenía unos pollitos que eran los que me recibían cuando llegaba al rancho. Así seguí, seguí y seguí y llegó el momento en que el tabaco está de cosecha. Y estoy cosechando y tengo el caney listo y ahorco el tabaco pa’ que se seque. Un día me encuentro con que tengo ya cuarenta sacos de tabaco seco. Los primeros que he hecho.

Un día, me fui pa’ la bodega del pueblo y me pongo a echarme unos palitos. Cuál sería mi sorpresa que a los dos días de haber pasado aquello llegó el de la bodega a decirme que tenía una cuenta por allá. Que le debía cuarenta bolívares y que estaba dispuesto a recibirme los cuarenta sacos de tabaco. Le dije: “Ahí está, lléveselo...” Me desarmó por completo el hombre. Bueno, se llevó eso el hombre y no hice más nada. Lo demás lo dejé que se perdiera.

Después me metí a un aserradero, de era de un primo. Y al poco tiempo me doy cuenta que mi primo nos estaba jugando sucio al grupo que trabajaba con él. Éramos tres que trabajábamos con él, entre ellos el muchacho que encontré en Caripe, llamado Germán Freites. El hombre cogía la madera aserrada por todos nosotros y se la llevaba en un camión pa’ Caripito, en donde compraban mucha madera porque estaban haciendo muchas construcciones. Entonces, él sabiendo eso, iba pa’ Caripito. Regresó diciendo que no pudo vender la madera y que tuvo que dejarla por allá depositada en un negocio en donde consiguió que le fiaran una comida, unos potes de leche...

RUMBO A SAN ANTONIO DE MATURÍN.
Cuando descubrimos todo ese paquete yo resolví irme de la casa. Me fui de la casa una medianoche y me llevé un burro que él tenía ahí, le monté unos corotos y agarramos camino hasta San Antonio de Maturín. Eso era lejísimo... Toda la noche caminando. Llegamos a las siete de la mañana. El bastimento que llevábamos para tres personas que nos habíamos ido esa vez era una gallina, que se la había llevado la muchacha con quien vivía, pa’ comer por el camino.
Llegamos a casa de una hermana de la muchacha y me encuentro con el marido de ella, un catire muy bueno, me ofreció un ranchito pa’ que yo viviera con la muchacha. Y además me dijo: “Lo voy a llevar a la hacienda de Rincón, a ver si consigue un trabajo”. Me llevó a la hacienda y conseguí trabajo, ganando dos bolívares diarios y así empecé a vivir con mi muchacha ahí, trabajando en esa hacienda.

EL NACIMIENTO DEL PRIMER HIJO.
La muchacha sale embarazada y llega el momento en que va a dar a luz y no tengo una locha. Estoy en la hacienda trabajando ese día y llega como a las diez de la mañana un sobrinito de la mujer y me dice: “Señor Jiménez, que se vaya porque mi tía está dando a luz...” Le dije: “Bueno, dile que yo voy ahorita...”. Yo lo que estaba era tratando de ganar más tiempo pa’ ganarme los dos bolívares del día. Eran las diez de la mañana y yo tenía que trabajar hasta las dos de la tarde. Entonces, le sigo dando. Cuando es la una de la tarde, llega el muchacho otra vez. Y me dice: “Mire, señor Jiménez, que se vaya, ya mi tía dio a luz... parió un varoncito...” . Pregunto: “¿Y quién la está atendiendo?”. “La comadre Josefina...”, responde el muchacho.

Salgo entonces a la una y media y me voy pa’ la casa del dueño de la hacienda y le dijo: “Mire señor Nicolás, yo necesito que usted me de estos dos bolívares que me gané hoy, porque la mujer mía acaba de dar a luz y yo no tengo en la casa ni una locha...”. Me dijo: “Yo no tengo nada en efectivo, pero aquí hay casabe, fríjol y papelón. Llévese lo que usted quiera de eso...” Y no me quedó más camino que llevarme los dos bolívares en fríjol, casabe y papelón. Con eso llegué a la casa. Cuando llegué donde la mujer, la gente solidaria del caserío le ha brindao un caldo, como de costumbre, de gallina y ya estaba más o menos parapeteada. Francisco José, fue el nombre que le pusimos a mi primer hijo.

Al poquito tiempo aparece mi hermano mayor (José Inocente), el que yo había dejao en Las Vegas de Santa María. Tuvo un problema con la hija mayor de él, que se enamoró de un hombre y se vino bravo. Unos compadres de Santa María lo habían hecho coger un crédito del gobierno, un crédito de seiscientos bolívares y después no encontró como pagarlo. Tuvo que entregarle al Banco la hacienda por esa deuda. Y se fue por ahí “casiriando”, de caserío en caserío, buscándome.

Dejando a su mujer. Me encontró y estuvo viviendo un tiempo conmigo. Después de separó y se trajo una nueva mujer y se puso a trabajar como peón, ganando dos bolívares diarios.
Entonces, yo aprovecho el chance que están ampliando para asfaltar la carretera de Maturín a Cumanacoa y me pongo a trabajar por ocho meses. Yo ganaba cuatro bolívares diarios y ya en ese tiempo un plato de comida empezaba a valer tres reales o un bolívar, que a razón de 2 comidas diarias, me llevaba la mitad de la jornada. Se agotó el trabajo y me hice el enfermo, para no pagarle al hombre que nos fiaba la comida y poder salir del trabajo con los veinte bolívares de la semana. Engañé al tipo y me voy con otro amigo a buscar trabajo para Caripe. Nos fuimos a pie y llegamos a sitio que le dicen El Potrero, allá en Caripe, y encontramos trabajo para los dos en una hacienda.

Hasta el momento no sabía nada de política. En Caripe, escuché hablar del P.D.N.6 y alguien me invitó a una reunión, pero yo no fui.

Mi amigo se va de la hacienda y al poco tiempo yo también por un problema pendejo que tuve con el hijo del dueño de la hacienda. Pero, el hermano mayor del muchacho me debía por un trabajo seis bolívares y me ofrece trabajo en otra hacienda, en donde ganaba dos bolívares diarios.

A LOS 23 AÑOS TODAVÍA NO SABÍA LEER NI ESCRIBIR.
En aquella hacienda, conozco a una muchacha y al tiempo nos vamos del caserío porque su papá no me aceptaba. Nos ponemos de acuerdo para irnos una noche. Cobro una plata que me debían y me llevo a la mujer para Santa María. Vuelvo a Santa María y trabajo en una hacienda en donde anteriormente había trabajado mi hermano. Era la hacienda en donde vivía el hombre que me quería enseñar a leer y escribir. Ahí llego yo otra vez. Estamos en el año 1943, tenía 23 años y todavía no sabía leer ni escribir.


6 Partido Democrático Nacional, fundado en la segunda mitad de 1936, durante el gobierno de Eleazar López Contreras y que en su seno reunió a las organizaciones e individualidades más progresistas y contestatarias de aquel entonces. Fue Jóvito Villalba su Secretario General y Rómulo Betancourt como Secretario de Organización. También estuvieron Miguel Otero Silva, Ernesto Silva Tellería, Rodolfo Quintero, Carlos Augusto León, Juan Oropeza y Gonzalo Barrios, entre otros destacados dirigentes políticos y estudiantiles antigomecistas. En marzo de 1937, es disuelto por decreto presidencial y expulsado del país sus dirigentes.

Llego a vivir a una casa de mi hermano Guillermo. En el trabajo ganaba cinco reales diarios sin comida y sin nada. Jalando machete desde las seis de la mañana hasta las cuatro de la tarde. Pero como yo estoy hecho en esa actividad... Voy al corte y me encuentro con los corteros. Los corteros son la gente que pican y se van, no se dejan alcanzar con más nadie. Vienen de regreso y todavía los demás van de regreso. Yo me dispuse a alcanzar a los corteros en la segunda semana y lo logré.

Pero, venía aspirando conseguir el sueldo de ellos, que es de tres bolívares diarios. Al lograrlo, aprovecho un momento que me encuentro con el dueño y le digo: “Mire, señor Eloy (Malavé), yo necesito que usted me aumente el sueldo a tres bolívares”. “Pero, como si usted llegó antier”, me dice. “Si, llegué antier, pero hice el esfuerzo y llegué al lado de los corteros, quiere decir que yo soy un cortero más y debo ganar tres bolívares”. Me dijo: “Yo no puedo hacer eso, porque entonces los otros me van a caer encima”. Entonces, le digo: “Ah bueno, tranquilo...”

A todas estas, mi mujer tiene deseos de salirnos de ahí. Porque en la hacienda se acostumbraba que los trabajadores iban a escoger en la bodega de la hacienda que la atendía un hijo del dueño y ese le echaba los perros a todas las mujeres. Entonces, a la muchacha no le gustó el tipo y estaba incómoda. Llego y le echo el cuento que el viejo Eloy no me iba a aumentar el sueldo y entonces la mujer me dice que nos fuéramos al muelle (del Golfo de Cariaco), donde yo conocía una gente.

POR UN DESCUIDO DEL MÉDICO, MI MUJER SE MURIÓ.
Pero no nos vamos, sino que nos quedamos y consigo trabajo en otra hacienda, jalando machete por cinco reales diarios. Estuve trabajando una primera semana y una segunda semana. En esta segunda semana se me enfermó la mujer y después que el médico que estaba en el muelle la vio me recomendó que la sacara de allí, estaba muy anémica. Me recomendó llevarla a Cumaná. La llevé a Cumaná siguiendo sus instrucciones y me la dejaron hospitalizada. La gente del hospital me preguntó: “Si esa muchacha se muere aquí, ¿qué hacemos?”. Yo les contesté: “Si se muere, hagan el esfuerzo y entiérrenla porque yo no tengo recursos...” La dejé allí y me fui a trabajar al muelle de Cariaco. Llamaba al hospital por teléfono pa’ saber de la mujer. A poco días me dicen que a la mujer le van a dar de alta, porque ya se ha recuperado. Con unos reales que tenía, le compré una tela y le mandé hacer un vestido y se lo llevé.

Entonces, llegó el mayordomo de la hacienda donde trabajé antes y me propone que me quede a trabajar como caporal por tres bolívares diarios y acepté. A los días de estar en la hacienda, mi mujer se vuelve a enfermar de fiebre y mando a llamar al médico del muelle, en una bestia. Y el médico no quiso ir. Preguntó que tenía la mujer, le dijeron que fiebre y entonces mandó unas pastillitas... Al otro día a las ocho de la mañana la mujer estaba muerta... Y lloré de impotencia, porque si el médico va hubiera sido otra la situación.

Al poco tiempo me botaron de la hacienda. Me voy para el muelle y el Jefe Civil, que era amigo mío, me buscó trabajo con una compañía, mandada por el Gobierno, que vino para hacer un estudio para ponerle agua a Margarita, por primera vez en la historia. Y estuve trabajando, por dieciséis bolívares diarios, con un topógrafo de la compañía, por unos meses. También estuve en Margarita.

Con lo que reuní en el trabajo y con setecientos bolívares que me debían en la hacienda, me compré una “perchita” y me fui pa’ Cumaná a buscar trabajo y pasar hambre. Y busque y busque y encontré un trabajo en una casa de comercio. Andaba con un mostrario y un maletín vendiendo cosas.

APRENDÍ A LEER Y ESCRIBIR SIENDO POLICIA EN MATURÍN.
En el año 1948, con un amigo, de nombre Leonidas Salamanca, nos vamos a Maturín con trece bolívares en el bolsillo, que de paso los gastamos en pasaje y quedamos debiendo siete. Allá nos encontramos con un amigo Capitán andino, de apellido Ramos, que conocimos en Cumaná. Le explicamos nuestra situación y nos enroló como policías, ganando catorce bolívares diarios, mejorando rápidamente la situación de nosotros. Me han dado un pantalón y una camisa de uniforme, que supongo que el muerto era más grande y que además estaba roída la camisa y cargaba los pantalones enrollados porque eran muy largos y todo roto. Nos quedamos y nos quedamos, con la buena suerte que a los quince días ya yo estoy en la escuela aprendiendo a leer y escribir.

Un día llega un capitán del ejército que se llamaba Juan Bautista Rojas, que fue destacado a servirle de maestro a los policías que no sabían leer y escribir. Me hago muy amigo del capitán... Ese hombre era revolucionario... Y hablaba con nosotros y tiraba cositas suaves. Cuando él empezaba a decir algunas cosas con respecto a la gente que tenía dinero y el tratamiento que le daban al pobre y a mí me caen algunas... Por eso nos hicimos amigo. Y fuimos haciendo relación y relación y el hombre se empeñó en ayudarme. A renglón seguido, conocí a uno que era de la policía, que no era el capitán, un tipo de apellido Jiménez y yo andaba con él pa’ que me prestara ayuda. Después conocía a otro profesor e iba a su casa... Todo esto empeñado en aprender a leer y escribir.

Pero el capitán tiraba su vainita política de vez en cuando...”esa diferencia entre los pobres y los ricos... que los policía deben hacer esto...”

El comportamiento del hombre a mi me llenaba, porque estaba en mi terreno, estaba metiéndose en mi propio sentimiento, estaba expresando su sentimiento y me estaba tocando a mi sin saber.

Yo sigo entonces avanzando, avanzando y me enseñaron a escribir, los números, a sumar, multiplicar, dividir; me enseñaron decimales. Estamos hablando del año 1950 y yo tengo 30 años cuando aprendo todas estas cosas.

Al capitán lo botaron y vino un tipo llamado Gerardo Álvarez, pero estos cambios no perturbaron el aprendizaje. Después vino un hombrecito guariqueño, primo de (Marcos) Pérez Jiménez, llamado Carlos Tovar Pérez. Estaba mandando (en el país) la Junta que presidía Pérez Jiménez. Tovar Pérez me toma muy en cuenta, porque yo no me metía con nadie y la gente veía que yo estaba muy interesado en superarme, en aprender las cosas, en hacer los ejercicios... Entonces, el Gobernador le pide una custodia pa’ su casa y el tipo me designa para allá, porque él ya era el Comandante de la Policía. Me designa con cuatro policías más.

ME HICE MUY AMIGO DE ALIRIO UGARTE PELAYO.
Y cuando estoy ahí, tengo una relación humana con la mujer del Gobernador y a través de esa mujer hago buen trato con él, que para aquel entonces era Ugarte Pelayo7. Un día le digo al Gobernador: “Mire doctor, yo quiero aprender a manejar que así le puedo servir mejor”. Y me mandan a enseñar a manejar. Cuando ya se manejar, pero no tengo título (licencia) todavía, viene un hombre a visitar al Gobernador y trae una camioneta nueva, una panel. Salió con el Gobernador para una hacienda y el tipo me dice que agarre la camioneta y de una vuelta por ahí pa’ que la caliente y la traiga en condiciones. Agarro mi camioneta enfiefrao y voy volando en plena ciudad y cuando voy llegando por una esquina, no tengo tiempo de esquivar un maldito musiú que venía saliendo de la otra calle y le llevo un cachete y por poco desbarato la camioneta contra una esquina. Vino el fiscal de tránsito inmediatamente y al primero que le caen es al musiú. Ocurre que el musiú entretiene a la policía mientras yo arranco y me voy. Porque, primero, yo estoy con el Gobernador y segundo, el musiú no tenía papeles. Y hasta ahí, no pasó más nada.


7 Alirio Ugarte Pelayo: Abogado, dirigente político y parlamentario de URD; siendo candidato a la presidencia de la República y considerado como un fenómeno electoral del momento, se “suicida” en su casa el 19 de mayo de 1966, en la cual se desarrollaba una rueda de prensa.


Una vez, el chofer del Gobernador, un muchacho de Caracas, se fue temprano a dormir, pero el Gobernador tenía una invitación para una fiesta y me dice que lo lleve. Lo llevo y cuando vamos de regreso, llegando a su casa, el gobernador me dice: “Mire, yo veo que cada vez que usted se va acercando a una boca de calle, en vez de recortar, acelera. Y en vez de manejar con las dos manos, lleva una mano afuera. Usted, nunca va llegar a ser un buen chofer...” Otro día, lo iba llevando en otro carro y choque. Lo dejé en la Gobernación y me quedé con la esposa que también iba con nosotros. Para tranquilizarme me dice: “No se preocupe. Eso pasó, él no va decir nada... Cuando él estaba enamorado mío, que venía de Caracas para San Juan de los Morros, siempre llegaba con el carro todo chocado...”

Tiempo después sacan a Ugarte Pelayo de la Gobernación y nombran a Horacio Guerrero Gori, guariqueño también, que es el que me da el título (licencia de manejar) al final. Pero antes de irse, entre Pelayo Ugarte y el Comandante de la Policía me dan un salto de cabo primero a primer oficial, destacado en la residencia del gobernador. Yo me hice muy amigo de Ugarte Pelayo. Cuando se fue me dio una carta de recomendación. Con él, fui la primera vez para Caracas. La segunda vez, fue cuando lo cambiaron y le llevé los corotos en un camión volteo. Una vez le pedí un zinc para que mi hermano mayor se construyera una casita para vivir en Maturín. Le dije que era para mí el favor y me dieron seiscientos bolívares y cuarenta láminas de zinc.

A mi amigo, de Cumaná, le fue diferente. Había herido a un hombre de un tiro, siendo policía, y lo metieron preso. Yo lo iba a visitar y le llevaba cositas. Al capitán Rojas lo sacaron de la policía y metieron a un mayor, de apellido Solórzano, como instructor. Ese también se hizo amigo mío.

EL ALZAMIENTO DEL CAPITÁN ROJAS.
Casi cercano al año 1950, antes de las elecciones que ganó Jóvito Villalba, se presentó un episodio importante. El capitán Rojas se alza. El mismo capitán que nos hablaba y nos tiraba cosas. Yo no sabía que ese carajo se iba a alzar, pero tenía sospechas de algunas vainas, por lo que hablaba... El día del alzamiento, a las tres de la madrugada, llega con cuatro soldados a la escuadra levantando de las camas a los policías y junto a los dos comandantes de la policía, nos dice: “Señores, las fuerzas armadas están dispuestas a cambiar este gobierno...” Me dice a mí: “¡Oficial, desarme al comandante y mándelos al calabozo!”. Yo cumplo las órdenes. “¡Búsquese dos hombres de su confianza para que asuman el puesto de estos comandantes!”. Yo busco a unos policías amigos y los nombro.

Antes de irse, me dejó a dos soldados. También nos ordenó que pusiéramos en libertad unos presos adecos que estaban ahí... unos oficiales y doctores. Hubo uno que no quiso coger la calle, esperando los últimos acontecimientos. Subo a la azotea de la comandancia junto con los dos soldados y a eso de las cinco de la mañana, escuchamos unos disparos desde Cuartel. Después vino un silencio pesado. Y cuando está más clarito, vemos venir como cincuenta soldados encañonados por dos oficiales. Y me dije: “Se acabó esto...” Luego supe que el Capitán tenía el Cuartel controlado, pero en el momento que va a la Comandancia de la policía, se pierde el control y al éste regresar, le caen a tiros y lo matan.

Cuando la gente llegó a la Comandancia, mandaron a buscar a los dos comandantes de la policía para reengancharlos y los que los sustituyeron... pal’ calabozo. Yo me quedo que no sabía qué hacer, porque había desarmado a esos hombres... Inmediatamente, me volaron las tirillas y me mandaron pal’ calabozo también. Unas seis horas después llegó un pelotón de Seguridad Nacional8 de Caracas, donde venía un tal “Torrecito”, que era un demonio, un bárbaro torturador.

Durante ese tiempo de aprendizaje en la policía, conocí a mucha gente. Conocí a un hombre, que era secretario de la Seguridad Nacional, llamado Tortosa y uno que también daba instrucción en la policía, llamada Gonzalo, que también trabajaba en la Seguridad Nacional. La Seguridad Nacional llega con el “Torrecito”, que trajeron de Caracas y sacaron a los dos que sustituyeron a los comandantes. A cada uno de ellos le dieron veintisiete planazos. Lo extraño es que a mí no me hacen nada. Pero me quedo preso junto con ellos.

Estando presos se realizan las elecciones que ganó Jóvito Villalba, oímos el discurso de Pérez Jiménez. Deducimos por el discurso que Pérez Jiménez le había dado un golpe de estado a Jóvito, le habían robado las elecciones. Se estaba acercando el mes de diciembre y nadie sabía lo que iba a pasar, lo cierto es que se me aparecen los dos amigos que tenía en la Seguridad Nacional, es decir, Tortosa y Gonzalo. Me dicen que me vienen a interrogar, pero me dicen las preguntas que me van hacer y cómo las debía responder. Después de diciembre, en las pascuas, salgo yo en libertad.


8 Seguridad Nacional, policía política que durante el régimen dictatorial de Pérez Jiménez persiguió, apresó y torturó a los opositores del mismo.

RUMBO A GUAYANA.
Yo salgo a la calle a buscar mis amigos y me encuentro con el mismo hombre con quien yo ingresé a la policía. Que para ese tiempo estaba trabajando en Guayana y había venido a pasar las pascuas en Maturín en donde él tenía una mujer también.
Nos encontramos y me dijo: “Mira, si te dieron de libertad tienes que irte de aquí inmediatamente... Porque esta es una candelita que echó Pérez Jiménez por ahí para echarle humo en los ojos a la gente... Como una obra de gracia, poner los presos en libertad para que pasen las pascuas... Después, ya en enero, lo manda a recoger de nuevo... Si quieres, te vas conmigo para San Félix y yo te ofrezco la comida mientras tu consigues empleo, porque vas a conseguir empleo rápido, hay mucho chance ahí... muchas compañías empleando gente...”Así lo hice. Me pagó el pasaje y nos fuimos. Por primera vez, voy a navegar por el río Orinoco, de Barrancas hacia allá, hacia San Félix. Y conozco ese sitio histórico que está sobre el río Orinoco, que se llama los Castillos de Guayana.

Llegamos a San Félix. En San Félix el compañero cumple conmigo. Yo me encontré en San Félix con dos hombres que había conocido en Maturín cuando era policía. Ellos trabajaban en la oficina que se llamaba Comisión Nacional de Abastecimiento, que habían montado los adecos y todavía se mantenía. Una especie de oficina en donde servían a la gente, le facilitaban cosas.

VIGILANTE EN LA ORINOCO´S MINING COMPANY.
Mis amigos le presentaron a su jefe mis papeles junto a una carta de recomendación que me había dado el gobernador Ugarte Pelayo. Entonces, el jefe me hizo un oficio y me remitió a una compañía y me dieron trabajo en el departamento de seguridad industrial de la Compañía Bethel, que era una subsidiaria de la Orinoco´s Mining Company9, como vigilante. Me entregaron un camión, para que yo hiciera el trabajo que debía de hacer. Un camión y un chofer. Uno de los muchachos que trabajaba en la Oficina de la Comisión Nacional de Abastecimiento, lo botaron y lo metieron a trabajar en la compañía y a veces me servía como chofer.

9 Empresa transnacional encargada de la explotación del hierro en Guyana. Luego pasaría a llamarse Siderúrgica del Orinoco (SIDOR)

En esos tiempos aprovechaba para mejorar mis conocimientos y como mejorar la letra y leyendo y leyendo... yo no abandoné la vaina de aprender a leer y escribir.

Durante ese tiempo ocurre un episodio. Llega un tipo que llamaban “El cubano” que estaba trabajando en Seguridad Nacional y funcionaba en el Departamento de Compras de la Compañía, allí trabajaba él. Había otro tipo, de apellido Vegas, que también trabajaba en Seguridad Nacional, pero era de inteligencia. Ese Vegas llegó un día que yo estaba de permiso para pasar por un portón que se necesitaba una identificación firmada por el jefe de seguridad industrial. El vigilante de turno no le permitió el paso por no tener el pase y él se fue. Consiguió un pase, no se con quien y pasó para allá. Pero cuando pasó, preguntó por el nombre del vigilante.

Había que ser estricto porque la gente robaba mucho. Teníamos que hasta revisarle las viandas a los trabajadores. Por eso yo me hice una situación mala con los obreros, porque yo era vigilante y los tenía perreados. Yo estaba cumpliendo con mi deber, yo no sabía más nada. Me pusieron bobo los carajos, los obreros. Una vez me les metí en una lancha en donde iban a salir los obreros hasta San Félix y mientras la lancha se detuvo yo me brinque. Entonces, yo ya tenía mala fama entre los obreros, por lo que me detuvieron en San Félix, la Seguridad Nacional, creyendo que yo era el vigilante que había tenido el incidente con Vargas. Me metieron dos días presos en el calabozo y afortunadamente no me maltrataron. La noche que me detuvieron era sábado y los policías buscando plata, se llevaban presa a mucha gente para revisarles los bolsillos y darles puño y palo. Pero a mí no me hicieron nada. A los dos días llega “El cubano” y me lleva a la compañía, directamente a la oficina de personal. Estaba el jefe mío ahí y me dijo: “Bueno, queremos pedirle excusas a usted, porque hubo un error. El hombre que tuvo el incidente con Vegas no es usted. Váyase a descansar, cójase éste y el otro día de descanso. Entréguele éste sobre al jefe de la Seguridad Nacional allá en San Félix...”. Busco en San Félix al hombre. Pero noto que el sobre que le voy a entregar está abierto y leo la carta. La carta decía, entre otras cosas: “Esperamos que situaciones como ésta no se vuelvan a repetir, so pena de perder su puesto...”. Le escribía el jefe de seguridad industrial al jefe de Seguridad Nacional. Entonces me doy cuenta del poder que tienen las compañías norteamericanas sobre el gobierno. Le entrego la carta al hombre, la lee y se me pone a la orden.

Un tiempo después, el jefe del departamento de seguridad industrial, que era mi jefe, estuvo chequeando el trabajo que yo hacía y fue reuniendo algunas cositas por ahí, que no eran gran cosa... pero él era muy estricto. Una vez le quité el camión al chofer que lo cargaba para yo manejar un rato y aceleré a una velocidad mayor al que lo hacía el chofer oficial del camión. ¿Cómo se dio cuenta el musiú de esa situación?. Simplemente, nosotros teníamos que ir a ciertas estaciones a chequear un reloj. De reloj a reloj, a una velocidad determinada, él sabía cuánto tiempo se gastaba. Cuando se encontró que había una diferencia de llegada de un sitio a otro, le indicaba que había un aceleramiento de la máquina. Yo, con ganas de echámela de buen chofer en el camión, ocurre que un día el musiú me llamó y me dijo que hasta ahí el trabajo con él, que yo no podía seguir trabajando en la empresa. Ni siquiera se comprometió a pagarme mis prestaciones sociales.

Yo me encontré con un amigo en San Félix y me dijo que podíamos ir al sindicato, en Ciudad Bolívar, para reclamar mis prestaciones. Aquí se me presentó otra situación que también me estimuló el sentimiento. Cuando llegamos a Ciudad Bolívar, el jefe sindical prácticamente no habló con el gerente de la compañía, quien habló fue el gerente. Yo me vine decepcionado con el sindicalista. También me doy cuenta que el sindicalista es un tipo que está bajo el sobaco del jefe de la compañía; que quien manda son los jefes de la compañía, la compañía es la que manda...

¿UN CAMPESINO MÁS...?
Al poco tiempo traté de buscar trabajo en otra parte y me encontré con las puertas cerradas. Decidí entonces salirme de la zona e irme a Maturín buscando a mi hermano mayor que había dejado con una casa cuando yo era policía. Me hermano me recibió y me dijo: “Aquí vamos a trabajar y vamos hacer un conuco...” Y empezamos a trabajar. Hicimos un buen talado hicimos una sementaria de maíz y cuando el maíz estaba grandecito ya, tuve un choque verbal con mi hermano y me corrió de la casa. Llegó un amigo y me ofreció una casa y un terreno para que trabajara y me puse a trabajar. En ese tiempo trabajé un año. Hice una cosecha de frijoles, maíz, patilla... Me llevé también una decepción ahí. Una vez que coseché unos casacos de frijol salí pal’ pueblo a venderlo, afortunadamente el hombre que me los llevó al mercado no me cobró nada, era el dueño de la casa. Y cuando llegué al mercado de Maturín, me pidieron un precio muy bajo y yo no lo quise vender. Me regresé y les repartí los frijoles a los vecinos. Me quedé un poco para comer y el resto se los repartí a los vecinos. También repartí las patillas y un cuarto de yuca que tenía los dejé para ver que provecho iba a sacar más adelante...
Mientras estaba en esa situación me puse a reflexionar sobre mi presencia en la zona, mi trabajo. Me pregunté: “Bueno, ¿yo debo convertirme en qué?... en un campesino más de los tantos que están aquí viviendo en estas 27
Condiciones de pobreza, sin avance...” El problema de los frijoles es para mí una lección. Uno cosecha las cosas y entonces se lo quieren pagar a real y medio... Igual lo que me pasaba con mi hermano allá en Santa María. Aquí también, las cosas siguen igual... Y me dije que iba a buscar otra cosa que hacer...

Aproveche la ocasión de un amigo que estaba trabajando en una casa de comercio, vendiendo corotos en una camioneta. Él iba a Guayana en donde tenía a unos hermanos trabajando y me dijo que le mantuviera el trabajo mientras él regresaba. El dueño del negocio, quería salir de él por unas cositas que habían pasado, con gusto me aceptó. Estuve trabajando por un tiempo en esa camioneta ganando el uno por ciento sobre la venta y el dos por ciento sobre el cobro de cuentas viejas.
En ese tiempo andaba en búsqueda de estabilizarme. Ahí conocí a la señora Cruz Jiménez de Figuera, a quien también llamo Crucita. Ella era una señora casada con un señor ya muy mayor. Ella bastante joven, tenía un niñito10 de su primer esposo. Entonces, empezamos a salir juntos en la camioneta, viajábamos, conversábamos y así nos fuimos relacionando. Llegamos al compromiso de ponernos a vivir. Yo le propuse para ese tiempo casarme con ella, pero no me había dado cuenta que ella estaba casada con ese señor.

DE COMERCIANTE EN ANACO.
Yo me fui entonces de Maturín para Anaco y con el mismo amigo (Leonidas Salamanca) con el que yo me fui de Cumaná para Maturín, que me lo encontré en Anaco. A él lo retiraron de la compañía en Guayana, primero que a mí y estando en Maturín me mandó a pedir un dinero para poder resolver unos problemitas que tenía. Me encontré con ese amigo y me dijo: “Vente para acá, yo tengo un kiosco aquí... yo también tengo unos centavitos y quiero montar otro kiosco en el propio mercado y yo te puedo dejar este kiosco que está aquí para que tu trabajes...”

Yo trabajé unos días ahí, pero yo no tenía idea si ese kiosco era mío o era de él, porque como me debía una plata... Pero me pareció que era tan mío como de él. Llegó un momento en que el compañero me dijo que me iba a quitar el kiosco y de hecho me lo quitó. Un tiempo después, la señora Cruz se mudó para Anaco y allá nos juntamos. Allá yo puse un negocio por mi cuenta, después que perdí el kiosco. Un amigo me dio una habitación y me prestó veinte bolívares y con esos veinte bolívares yo puse un nuevo negocio. En el mismo sitio donde estaba el kiosco. Me puse a vender, en primer término, tabaco de mascar, casabe y cambures maduros. A los meses de ese negocio, vino una compañía transnacional, la Procter and Gamble11 y vino también la Indulac, a evaluar lo que tenía para hacerme un crédito. Cuando eso el negocio iba floreciendo. Me hicieron un crédito. El primero fue de setecientos bolívares y después de mil y pico; porque dijeron que el negocio, una vez hecho el balance, consideraron que tenía por lo menos diez mil bolívares en petuches. Me descubrí en ese tiempo, como un hombre habilidoso para vender. Pero con una falla terrible y es que no me pueden pedir fiado porque aflojo la mano; ese ha sido mi gran defecto de toda la vida. Pero buen vendedor, si. Con mi amigo aprendí a comprar bien para poder vender bien porque ese si era un gallo pa’ eso. Todo esto era antes de la caída de Pérez Jiménez.


10 De nombre Vicente Figuera Jiménez.

Vivía con Crucita y nació Humberto. Después de Humberto, nació Unance Ignacio, después nació Rosa Antonia y por último Marisela. Por una parte yo trabaja con ese negocio y por otra parte trabajaba Crucita como costurera. Primero había sido maestra y después se hizo una buena costurera. Hacíamos una buena relación, el negocio estaba bueno y hacíamos dinerito. Eso me permitía darle una beca a un hermanito de ella que era muy estudioso. Yo lo quise mucho, un carajo muy bueno. Lo mandaron a Trinidad a estudiar inglés y el hombre se graduó y es profesor de inglés en Trinidad. Ella y yo trabajábamos para eso... ella le mandaba todos los meses dinero para él.

LOS PRIMEROS CONTACTOS CON LA POLÍTICA.
Cuando estamos en el apogeo de ese negocio, viene la caída de Pérez Jiménez. Un amigo que yo conocí allá en Anaco, llamado Alfonso González, me entusiasma para que yo me metiera en Acción Democrática y me presenta un amigo que venía de Caracas llamado Carmelo Laborit; conocí a otro diputado llamado Manuel Solórzano, en Puerto La Cruz... Esa relación de Alfonso González conmigo cogió otro nivel: el tipo me quitaba fiao y no me pagaba; cuando llegaba alguien a hacer reuniones pelaba por allá y me pedía una caja de refresco de colaboración y bueno... se la daba. Y luego venían los amigos a comer fiao... Y el negocio empezó a tener problemas, además, con otros adecos conocidos míos también, me echaba de parranda los días sábados, me metía los reales del negocio y me iba a echar los palos por ahí y bueno, el negocio se medio paralizó un poco.

11 Empresa transnacional fabricante de jabón de tocador, champú y pasta dental. En la actualidad se denomina Empresa Colgate-Palmolive.

Una vez, llega un amigo mío, que es retirado de la compañía y trabajaba en la Orinoco´s Mining, en Anaco y un señor llamado Pablo Torres. Torres, tenía setenta mil bolívares de una indemnización que le había dado la compañía y me dice que va montar un negocio y le ayudo a comprar una casa, en una esquina buena. Lo ayudo a comprar los corotos en Puerto La Cruz y montamos un buen negocio de aguardiente. En la casa había un permiso de aguardiente y él quedó ahí. Metimos de todo pa’ vender.

A estas alturas, no le debo a nadie pero mi negocio está reducido y con menos ventas. Pero el negocio del amigo iba echando pa’ lante. Él me propuso que se lo atendiera y yo lo estoy haciendo. Y Crucita, con su máquina, atendía el otro negocio.

LA INCORPORACIÓN AL M.I.R.
Cuando estoy en el negocio del amigo, que es un negocio floreciente, que va echando pa’ lante, entonces se me presenta en la casa un hombre que había conocido, acá cuando estuve trabajando en el muelle, que se llamaba Carlos Rafael Fariñas, que era secretario de una hacienda y que se fue huyendo de por ahí porque era adeco. Una vez me lo conseguí en San Félix y de ahí no lo volví a ver más. Entonces, él llega al negocio y me dice: “Te andaba buscando, hermano... tu sabes que el partido Acción Democrática se acaba de dividir y yo estoy con el grupo que se salió del partido, el M.I.R.12, dirigido por Domingo Alberto Rangel, Simón Sáez Mérida y otros tantos hombres buenos del partido... Se está formando un nuevo movimiento, pero ese movimiento es marxista...” La palabra a mi no me sonó bien, pero no le quería preguntar qué era eso, que era “marxista”. Me dijo: “Aquí, en Anaco, tenemos un movimiento”. Yo ya conocía algunos muchachos que se estaban organizando en ese movimiento en Anaco, ya los conocía, a varios... A mí me gustaba la forma como ellos hablaban... En ese tiempo se hablaba mucho de la revolución cubana...

Cuando Carlos me dijo eso, yo le dije: “A mí me gustaría participar en ese movimiento...” Era la primera vez que intento meterme en política. “Por que yo conozco unos muchachos que están metido en eso aquí y me gusta mucho como son ellos, como hablan, como se comportan, a mi me gusta eso...”, terminé diciéndole.

12 Movimiento de Izquierda Revolucionaria, partido producto de la primera división de Acción Democrática en 1960; bajo la consigna: “No somos comunistas, somos la izquierda revolucionaria de A.D.”, se forma con importantes dirigentes juveniles, sindicales y parlamentarios nacionales y regionales de A.D. Incluyendo a los mencionados arriba, son además sus líderes: Lino Martínez, Héctor Pérez Marcano, Gumersindo Rodríguez, Américo Martín, Rómulo Henríquez, Moisés Moleiro, Jorge Dáger. Gabriel Puerta, Carlos Betancourt, Tito González Heredia, Américo Silva, entre otros.

Me dijo: “Vamos hacer una cosa, si tu quieres, yo que estoy designado para coordinar el trabajo aquí, en Anzoátegui, tú me buscas una habitación en tu casa, si la tienes, y nos levantamos todas las madrugadas a las cuatro a leer y hablar de esto hasta las seis...¿Te parece?” Acepté y le di un cuartico de la casa. Después me llegó con un libro que en la portada decía: “Curso de Filosofía” de George Politzer y me dijo que eso era lo primero que íbamos a leer. Bueno, estuvimos leyendo y leyendo toda esa madrugada y yo no le cogía la idea, no sabía que estaba leyendo, no agarraba lo que el hombre explicaba. Fíjate, que creía que lo que leía no me entraba por la pedrada que me había pegado mi primo cuando estaba pequeñito...
En las noticias de radio, yo oía algunos comentarios sobre los comunistas, de eso yo ya estaba conociendo algo, en donde se hablaba de los comunistas como unos hombres muy duros y muy fieles... Eso me llamaba a mí la atención. Pero cuando Carlos está leyendo el libro dice algo que me incomodó, porque plantea un problema de infidelidad de un comunista y le pregunto que porque era eso; entonces me explicó que no todos los que están en el partido comunista, son comunistas... Eso si me quedó... Lo único que me quedó de esa lectura de esos cuantos días fue eso...

Se cumplió ese corto período de lectura de madrugada y Carlos siguió su camino, pero yo seguí viendo a Carmelo Laborit, quien ahora era del M.I.R. Me incorporé al movimiento con los muchachos, empezando a colaborar con diecinueve bolívares mensuales para las finanzas del partido y nos reuníamos casi todas las noches... íbamos a los bares... Carmelo Laborit una vez nos dijo: “El partido necesita crecer, hay que abrir una campaña de crecimiento. Ya la elaboramos y hay un premio para el que en el curso de tres meses incorpore la mayor cantidad de compañeros...” Éramos como seis y cuando vino hacer el balance, ocurre que yo había incorporado algo así como un hombre y medio por día en los tres meses. Por supuesto, me gané el premio, pero nunca me lo dieron... Porque fue que me guindé a trabajar y hablar con la gente y el movimiento gustaba y me ponía, como decían los muchachos, a chacharear, entonces a la gente le gustaba. Y los llevaba a las reuniones y aplaudían a los expositores, que eran muy buenos. Era un movimiento nuevo, que a pesar de que Acción Democrática estaba empezando a mandar y estaba haciendo las cosas medio bien de entrada, a mucha gente le simpatizaba el movimiento... le simpatizaba el M.I.R.

PRIMER CURSO Y PRESIDIO POLÍTICO.
No me dieron mi premio, sin embargo, me mandan a participar en un curso que estaban haciendo en Caracas. En Caracas conozco a una pila de gente. Mi puntuación fue baja, fueron de 16 puntos, pero conocí un poco de gente. Conocí un tal Gumersindo Rodríguez, que era un carajito muy faramallero, conocí a Alí Muñoz... entre otros.

Ese curso era un curso prácticamente de economía, para ir ubicando a la gente en lo llamamos el marxismo. Era un trabajo bien hecho, con varios profesores. Tuve ahí y regresé más o menos contento. Al tiempo me pusieron preso en Anaco. Estuve preso con García Ponce y con tres muchachos más del Partido Comunista. Rómulo Betancourt empezó a perseguirnos y a mí me llevaron, según la policía, porque colaboraba con las finanzas del partido. Duré veinticinco días presos y allí conversé mucho con los muchachos que estaban presos, obreros, estudiantes...

HUYENDO HACIA MATURÍN.
Cuando salí en libertad, Crucita me dijo: “A partir de aquí, a usted lo van estar persiguiendo, mejor nos vamos de aquí para Maturín...” Y nos vamos para Maturín y nos conseguimos con el cuñao, que había estudiado en Trinidad, que nos buscó una casa por setenta bolívares mensuales y conseguí un camión para mudarnos. Nos metimos ahí y ya el negocio lo había prácticamente liquidado. Al llegar aquí, con un poco de corotos todavía, busqué a un amigo y le quité ciento ocho bolívares fiao; aumentó un poco lo que había y monté una bodeguita en un sitio que encontré en una casa de un amigo. Ahí me puse a trabajar.

DESDE 1963, ME LLAMAN “EL VIEJO” Y ASI ME QUEDÉ.
Como yo me vine de Anaco huyendo, Carmelo Laborit se encontró con Gabriel Puerta Aponte, que era jefe de la juventud del M.I.R. en Maturín y le habló de mi. Y se me pegaron atrás Carlos Betancourt y Gabriel Puerta a buscarme. El primero que me llegó a la bodega, que quedaba en la calle Pichincha, en el antiguo local de un negocio que llamaban “La Calandria” fue Carlos Betancourt y me dijo: “Viejo, aquí estoy vendiendo estos libro de Economía Política de Pedro Nikitín a cuatro bolívares” Agarré cuatro bolívares que había hecho y se lo compré, para ver si aprendía más de marxismo. Era la primera vez que me llamaban “El Viejo” en el partido.

Luego vino Gabriel Puerta y me invitó a una reunión con Fausto Hernández, para fundar una Comisión Agraria, en Aragua de Maturín.

En ese tiempo, tenía auge la lucha revolucionaria...Ya estaba montada la guerrilla en Falcón y la de El bachiller. Ya el Partido Comunista había montado eso. Lo que yo no sabía era que la guerrilla de El bachiller era una guerrilla del M.I.R.. Sabía que los de Falcón tenían una emisora que la oíamos desde Maturín. Había una actividad y un entusiasmo en una pila de muchachos. Entonces, me encargan a mí del trabajo campesino. Me ponen atender como catorce sindicatos que habían en manos del MIR en Monagas. Había sindicatos en La Morrocoya, Caracal de Buja, Chaparral, Las Palmitas, La Guaraguara... todos esos los atendía yo solito. Teníamos un sindicato que tenía noventa y ocho personas en Las Palmitas. Ahí fue donde más o menos me defendí, porque como soy campesino y la gente con quien estoy chocando son campesinos, yo iba medio aprendiendo de este lenguaje nuevo y de estas nuevas ideas que se están desarrollando y la gente me oía y se entusiasmaba.

LA PRIMERA TAREA DEL DÍA.
De repente se presenta la idea en el Partido Comunista, en el año 64, de montar un Frente Guerrillero en Caripito y yo me empato con esa gente. Estamos trabajando en unidad el MIR y el Partid Comunista y nos están estimulando a trabajar juntos en la Federación Campesina que se funda en Maturín. Y hasta un dinero nos llegaba del Partid Comunista, para darle algunos activistas y yo recibía alguna vainita.

Una vez cuando me encomendaron a una tarea, yo le dije a Crucita: “Mire Negra, a mi me enviaron para tal parte a realizar una tarea. A lo que me levante, tomo café y me voy...” Ella me paró y me dijo: “Mire señor, su primera tarea debe ser buscarle desayuno a sus hijos...”Y salía hacer las diligencias, pero pensaba a quien le quitaba un bolivita para el desayuno de los muchachos, siempre lo conseguía, y me iba a hacer las tarea.

Un día, un compañero, que se llamaba Jesús Bastardo Lozada y un compañero diputado llamado Pedro Álvarez De La Serna, que eran los jefes principales del partido, me dijeron: “A usted lo vamos a mandar a Caracas y que allá iba a conversar con alguna gente”. Llego a Caracas y allá me agarra en la Universidad un hermano de Américo Silva, llamado Italo Silva y me da un documento, el famoso documento del mes de enero de no sé que hablaba de la situación política nacional.

“YO SUBÍ A AMERICO SILVA POR PRIMERA VEZ AL TURIMIQUIRE”.
Vengo de Caracas. Tan pronto llegué me empluman por la montaña de Tarabacoa, que quedan al norte de Maturín, a visitar unos puntos, campesinos por aquí y otro por allá, que tenía el partido metidos por ahí. Y a chequear un trabajo que tenía un muchacho llamado Juan Morocoima, un campesino de la zona. Yo fui a chequear el trabajo que ellos tenían y comprobar una información que nos habían dado. Traje mi informe a los tres días.

Al poco tiempo me dicen: “Mire, prepárese porque va salir para Cumanacoa esta tarde”. Me voy para Cumanacoa, pero me dicen: “Usted va llegar a una casa, aquí está la dirección, aquí está el nombre y ahí le va llegar en la noche un señor. Usted se lo va traer pa’ ca y lo va pasar por tal lado y lo va meter por tal parte... Pero antes, tiene que arreglar acá alguien que lo reciba y se lo lleve pa’ otro lado... Tu trabajo es traértelo de allá y entregárselo a otra gente en Maturín...”

Entonces, fui hablar con los campesinos que había manejado, por las montañas de San Antonio de Maturín. Había dos sindicatos por allí que los manejaba. Y les dije que me esperaran esa noche a las once. Me voy pa’ Cumanacoa y me llega un carro con tres hombres y se baja un flaco alto, narizón con una patotas de este tamaño. Me dice el compañero de la casa: “Mire, este es el hombre que viene a buscar...”

Y arrancamos. Llegamos a San Antonio de Maturín en carro, nos dejan en un sitio y yo agarro el hombre y nos vamos a pie por una carreterita hacia la montaña, en donde a cuatrocientos metros nos estaban esperando los campesinos. Le tiré la señal y se llevaron al hombre. Todavía yo no sabía que ya los compañeros habían mandado una vaina... Tampoco sabía que ese hombre que les llevé se llamaba Américo Silva, ni que venía de prestar un servicio de retaguardia a la guerrilla de El Bachiller.

A los poquitos días me dicen: “Usted tiene que hacer unas amistades por la vía de Maturín a San Antonio...” Me llevan una mañana a Guanaguana y me indican que debo ganarme una gente en ese pueblo. A la tarde me pasarían recogiendo. A la tarde vinieron y me encontraron en una bodega conversando con un señor llamado Miguel Mata. Estoy hablando con él, me brindó refresco y le dije que estaba haciendo yo por ahí y el hombre, que estaba enamorado de la guerrilla de Falcón, me prestó su colaboración. Entonces, me encontré una fichita, un punto de base para cualquier cosa... me vine con ese logro. Al poquito tiempo, me vuelven a empujar para Cumanacoa. Y me dicen: “Usted va volver a la misma casa y se va encontrar  al mismo hombre y probablemente va subir con él... De todas manera, busca los campesinos de San Antonio y los ubica para que suban con ustedes...”. Y Crucita, acostumbrándose a vivir sola ya...

Busco al hombre y dos más que el hombre había reclutado y nos vamos en un carro para San Antonio y llegamos a las once y media de la noche... Llegamos al sitio convenido con los campesinos, al final del pueblo, en la pata de la Serranía de Turimiquire, tiramos la señal, bajamos los corotos y nos empujamos por ese cerro. Los campesinos estaban desarmados, pero estos tres que venían conmigo traían armas largas y cortas. Traían pertrechos, medicinas, ropas... un cargamento. Los campesinos advirtieron que había más adelante una casa, cerca del caminito y había que pasar con cuidadito para no despertar los perros porque iban a delatar la vaina. Ahí me tocó organizar esa marcha. Somos seis hombres. Pongo a un campesino, el más baquiano, adelante, pongo a Américo en medio de dos campesinos y pongo a los dos hombres detrás del campesino que va detrás de Américo y yo voy de último. Cuando Américo ya ha pasado frente a la casa y cogen una subidita suave, Américo, que tenía unos zapatos como unas chalanas de grande y que era muy brusco caminando,

Especialmente de noche, resbala y se cae pa’ tras con unos corotos... El perro siente y se armó la sanpablera. El campesino que iba delante siguió y lo dejó. Yo paso y ayudo al hombre a pararse, resbala y se vuelve a caer y como pudo avanzó y se alejó del sitio... Cuando llegamos arriba, a la lomita, ya al final del cerrito ese, pa’ empezar a bajar de nuevo pal’ otro lado, encontramos a los dos campesinos sentados, esperando. Los campesinos creen, y yo también, que después de ese ajetreo por subir el cerrito, vamos a descansar... era lo lógico, incluso. Pero Américo en vez de sentarse se paró. Y el campesino más vivo del grupo, que era un compañero, dijo: “Este compañero vino bien espatao de la ciudad...Este compañero si es espatao...” Y Américo nos empujó a continuar la marcha... Y cogimos esa bajada... y Américo se cayó de culo más adelante... y siguió el hombre espatao...

Llegamos a la casa de un hermano de los campesinos que quedaba más adelante. Nos recibieron bien, nos sirvieron café... Eran como la una de la noche y Américo nos dice que debemos seguir... que el camino es largo... la noche está oscura y tenemos que ponernos bien lejos arriba. Esto me indicó que la primera vez que dejé a Américo, él tuvo un tiempito arriba y después bajó y yo no sabía nada. Que él bajó de la guerrilla pa’ la ciudad hacer una diligencia, a asaltar un banco con otros compañeros en Altagracia de Orituco, supe después. También supe que el monto de ese atraco al banco produjo 380 mil bolívares.

UNA SOPA DE PATA.
Estuvimos en la casa conversando y la compañera campesina, que siempre fue solidaria, nos dijo: “Compañeros, en la despensa no tengo nada que ponerles en las manos... Pero aquí tengo esta pata, para que se la coman más adelante...”. Le dijo yo: “Señora, deje esa pata aquí pa’ que ponga y tengamos más paticos...”. Américo se me acercó y me dijo bajito: “¿Una pata...?”. Y como la señora insistió, no las llevamos...

A las tres de la madrugada, voy yo cansao. Américo lo advierte, llama a otro compañero y se me pone atrás, me ayuda a empujar el morral pesado en una subidita y me dice: “Ya vamos a llegar...” Y yo, entusiasmado y tratando de hacer las cosas bien para no quedar mal ahí hice un esfuercito pa’ llegar a una casa campesina en donde estaba un camarada del partido comunista en un lugar llamado Cerro Colorao, en el Turimiquire.

Bajamos ahí los corotos. Empezamos hablar con el hombre que nos recibió. El hombre ya conocía a Américo. Cuando Américo salió de la guerrilla por primera vez, pasó por ahí. Los dos campesinos de la zona, se despidieron de ahí y dejaron sus paquetes. Hasta ahí era la comisión, eso fue dicho en Maturín. El seudónimo que en esa ocasión utilicé era Eliseo.
Entonces nos quedamos los cuatro ahí. Américo le pidió al hombre que bajara al amanecer al pueblo, para que le comprara unos coroticos que él necesitaba llevar. Además de las cosas que tenemos, nos vamos bien cargados los cuatro. El hombre se preparó, pero antes de salir, nos dijo que no era bueno que nos quedáramos en la casa. Nos indicó que era mejor pasar el día en el conuco, que era tranquilo y había una cueva. Antes de salir para la cueva, yo le dije a la señora del rancho: “Señora, todo lo que traemos pa’ comer es esto, una pata... Ve usted que hace con esa bicha....”
“Déjame ahí mijito, olvídese que yo voy pal’ conuco horita a recoger una berutica13 que no es mucho tampoco, pero ahí una cosita por ahí para hacer un buen sancocho...”, dijo la señora.

Estamos en una temporada de escasez en el campo. Estamos en el comienzo del mes de mayo del 65. En ese tiempo en el campo no hay que comer. Entonces la mujer estuvo por ahí, rastrojeando...

13 Verduras, tubérculos, raíces para el consumo humano.

Nos metimos en la cueva. Al medio día la mujer nos hizo una señal, salió Américo y regresó con un canallín lleno de sopa, bien condimentao. Y nos hemos dado un banquete con esa sopa de pata...

EL CAMINO DE “EL CATACO”.
A la tarde llegó el campesino y trajo lo que le mandó a comprar Américo y nos pusimos a preparar tres sacos como morral. Arrancamos a las once de la noche a la última casa que quedaba arriba en la montaña. Llegamos al final de la subida y cuando ya empezábamos a bajar Américo dijo: “Espérense aquí un momentico, que yo voy solo a ver si encuentro la pica por donde yo salí la otra vez cuando bajé de la montaña, que le caí a este camino...” Y sale por ahí. Estaba empezando a llover. Dio vueltas como una hora ahí y no encontró el camino. Regreso y ordenó que acampáramos ahí para buscar el camino por la mañana. Amanecimos ahí, los cuatro, bajo el palo de agua, con los morrales debajo... con el estropeo de una noche caminando.

A lo que amaneció, aquel barrealero, eso era un camino de burros. Salimos con Américo adelante buscando el camino pero no lo encontraba... Entonces, dijo: “Vamos a regresarnos a ver si dejé el camino atrás...” Y nos devolvimos hasta un río que él había atravesao al salir del camino de la montaña. Se acordaba del río, pero no del camino por donde salió. Buscábamos el camino pa’ salir a un sitio donde él y otros compañeros se comieron un cataco14 asao. Cogimos el río y empezamos a subir pa’ rriba, un río con poco agua. Empezamos a subir y cuando vamos bien arriba me dice Américo: “Compae, despreocúpese que estamos en la zona... Estamos en la zona, pa’ su tranquilidad...”

Cuando yo percato que él adelante, curioso y grita: “Aquí está el camino compae... Esa es la piedra... estamos en el cataco...” Forma aquel escándalo. Resuelto el problema. Descansamos sobre la piedra, tomamos agua del río, comimos una vainita que llevábamos en el morral y nos fuimos. Nos fuimos montaña adentro.

... CON UNA SUELA DE ALPARGATAS.
Nos coge las cuatro de la tarde en la montaña y hay que hacer campamento porque de ahí pa’ lante viene la oscuridad. Ya el sol está metío porque la montaña es muy alta y no alumbra ya. “Vamos a quedarnos aquí, compae” , dice Américo. Pega un golpe de agua. Ordena Américo que nos quitemos toda la ropa. Todo el mundo se quitó la ropa y así sin ropa, salimos a cortar palma, madera y bejucos. Lo único que llevábamos era una navaja pico e’ loro que yo cargaba media esgañotá. Reventando con el diente y todo cada uno trajo su parte: bejuco, carata, palos y ahí mismo se fabricó un rancho.
Américo empezó a pelar por unas alpargatas nuevas que llevaba, cogió la suela, unos palitos de madera y unos fósforos, porque Américo siempre era precavido, y como pudo prendió fuego a sombrerazos, primero prendieron lo palitos más delgados, a pesar de estar mojados, y prendió la fogata... con un pedazo de la suela de una alpargata...

14 Pescado propio del oriente del país.

LA PRIMERA INCURSIÓN GUERRILLERA.
Después que ese fogón está funcionando, vino lo demás: el café, arroz, el pescao salao asado, a comer, el agua y a dormir. Antes, pasamos la ropa mojada por la candela para medio oreala15 y acostarnos con ella puesta. Es mi primera experiencia en el monte como guerrillero. Éramos la primera incursión guerrillera en la sierra de Turimiquire. La otra fuerza guerrillera estaba en Caripito, que nosotros habíamos ayudado al principio.

Ahí amanecimos, tranquilos. Dormimos tranquilos. Por la mañana antes de arrancar, hicimos otro poquito de arroz y arrancamos. Seguimos y seguimos y seguimos y encontramos un río crecío. Era el río que pasa por San Antonio, el río Colorao. Pasamos el río, guindaos por un palo, tipo pereza. Más alante encontramos unos chácharos y Américo le tira unos plomazos... Estábamos en una zona libre ya. Seguimos. En la tarde caímos en un rancho. “Compae, vamos a quedarnos aquí. Los muchachos no están por aquí, esos los encontramos mañana”, dice Américo... Nos quedamos en un rancho de cazadores16 hecho de carata. Ahí nos quedamos nosotros. Mojaos otra vez, pero en un rancho seco. Hicimos comida y después empezamos a secar un poco la ropa y nos fuimos a dormir. Cada uno con su ropa puesta, húmeda, pero bueno...
Esa noche, me rodé un poco, dormido y pongo el pie derecho casi encima del fogón... tan seco estaba que me prendió la suela. Me desperté por el ardor que sentía en la planta del pi

15 Oreala, oreal: secar la ropa.
16 Cuenta Ruperto que “cuando los campesinos que se van tres o cuatro días para la montaña cazando lapas en los fruteros hacen un rancho para dormir”, que se les llaman ranchos de cazadores.

“LA PULGA”, PRIMER CAMPAMENTO DEL FRENTE.
Amanecimos y volvimos hacer comida: arroz sancochao, casabe y pescao seco y arrancamos. Al medio día cuando vamos bien adentro de esa montaña, hicimos un poquito de avena cruda tomamos esa vainita y seguimos camino. Ya en la tardecita, caímos de la montaña y llegamos a un camino abierto, empezamos a bajar. Y Américo se puso las manos en la boca y produjo un silbido fuerte. Bajamos y ahí mismo encontramos a seis compañeros en un campamento. Era el primer campamento que ellos habían hecho y se llamaba “La Pulga”, porque habían muchas de esas bichas ahí. Había un rancho grande y un conuco donde el campesino cosechaba ahí. En esos días que ellos llegaron por ahí, el campesino se fue de ahí y les dejó el conuco en las manos. Ahí llegamos. Ese sector del Turimiquire se llama la montaña de Tarabacoa.

En “La Pulga”, los compañeros conocidos, los oficiales, eran Juan Bautista Álvarez, un muchacho que nosotros llamábamos “El Dante”, muy buena gente, hermano de los Álvarez, de Caicara. Estaba también Luis Tineo Gamboa, que nosotros llamábamos “Diego”. Habían otros dos que no recuerdo bien los nombres.

NEGRA... ESTOS 40 BOLÍVARES... ¡¡¡ESTÍRALOS!!!
Américo me propuso, como yo tenía que bajar al otro día pa’ Maturín, que antes de hacerlo echara un conversación con los muchachos, que les dijera qué estábamos haciendo, cuál era el fin de esto, la necesidad de que le pusiéramos corazón al trabajo y tal... Yo no sabía mucho de eso. Le tiré mi discurso a esos muchachos y se quedaron tranquilos. Me saca un campesino y me tira por los dos caminos pa’ bajo y salí pa’ San Antonio y luego Maturín.

Hasta esa oportunidad conozco lo que estaban haciendo ahí los campesino que yo visitaba en la montaña de Tarabacoa. Antes de irme, como Américo venía de tirar una operación en Altagracia de Orituco, me dijo: “Bueno compae, yo traje una vainita poraquí...”.Y peló por una paca de billetes. Me dijo: “Aquí tiene estos cuarenta bolos, compae... lléveselos” ... Y a mí que se me hacía difícil conseguir un bolívar diario en Maturín...

Y yo vengo contento... Conseguí una cola, porque yo había ganado gente que me diera el pasaje. Al llegar a la casa, le digo a Crucita: “Negra, conseguí estos cuarenta bolívares... estíralos...” Todavía ella se acuerda de eso. A veces me lo recuerda... Era la primera vez que yo le daba a esa señora cuarenta bolívares, porque me los dio Américo Silva.

EN LA RETAGUARDIA DEL ANTONIO JOSÉ DE SUCRE.
A partir de ese momento, yo quedo adscrito a la retaguardia de ese Frente. Hasta ahí me llevaron los compañeros... Yo y Américo le pusimos un nombre al frente, “Frente Candelario”. Ese fue su primer nombre. Después le pusieron, en una reunión en Caracas, “Frente Guerrillero Antonio José de Sucre”. Que empieza a funcionar a partir de la segunda subida de Américo, que trae más gente y trae armas. Y el partido empieza a enviar más gente y más armas... Esto fue entre mayo y junio del 65... Américo Silva fue el responsable y primer comandante del frente

A partir de ahí empezaron a funcionar los puntos clave de la carretera donde yo, buscando amigos, buscando apoyo y los hombres que me habían ofrecido siempre trasladarme de gratis a cualquier parte. Estoy haciendo un trabajo. Metiendo gente y habiendo que sacar gente también. Y buscando acá abajo, en Maturín: ropa, zapato, comida y real para cuando bajaran los compañeros que ya por alguna razón no pueden estar allá arriba, por enfermedad o por lo que sea, yo tenía que vestirlo acá pa’ y mandarlo pa’ donde tuviera que irse. Por lo menos diez bolívares, pa’ pagarle un pasaje pa’ Caracas, que era lo que valía y una ropita limpia.

En la retaguardia yo manejaba un grupito y resolvíamos eso. En esa retaguardia estaba Asdrúbal Guzmán Cordero, Emperatriz Guzmán17, Francisco Carvajal, esos tres funcionaban conmigo y eran seguros. Eran de confianza y yo les daba tareas concretas. En la periferia habían unos cuantos más.

Se empieza a desarrollar esa cosa y a partir de ese momento empiezo yo a sonar en el partido, a tener referencia en el partido. La gente cogiendo confianza en mí y yo cariño a mi trabajo. En ese trabajo yo estoy encontrando un aliciente, que no tenía antes. Aquí yo estaba en una situación que no encontraba que hacer y cómo hacer, no encontraba más nada, no tenía nada. El mundo no me ofrecía a mi ninguna posibilidad de nada. En el partido por lo menos estoy activando, sin saber muy bien hacia dónde va todo eso ni que va pasar después pero yo me estaba enamorando de la actividad... encontraba un aliciente ahí...

17 Quien años más tarde y sería miembro de la comandancia del Frente Guerrillero Américo Silva, de Bander Roj. Murió en la conocida “Masacre de Cantaura”, en octubre de 1982.

LA MUERTE DE LUIS TINEO GAMBOA.
Viene un episodio doloroso, pero importante para nosotros. Américo vuelve a bajar pa’ la ciudad. Ya tiene una exploración realizada en toda esa zona y está tratando de salir de Monagas para empatarse con Sucre por la vía de Mundo Nuevo Arriba y Las Culatas y toda esa zona por ahí hasta llegar a Cumanacoa... la idea era esa.

Una vez que Américo sale por segunda vez de la montaña, yo quedo atendiendo los compañeros. Pero la guerrilla empezó a sonar. Los campesinos hacendaos están denunciando paso de gente de noche tanto por un lado como otro... Una vez me tocó llevar cuatro muchachos pa’ lla y nos vió to’ el mundo, marchando por una zona que llaman Manical, oscureciendo... Nosotros no habíamos comenzado a operar, estábamos explorando y metiendo gente.

Llega el tiempo en que escasean algunas cosas. La guerrilla no tenía reales. Y el partido andaba en peores condiciones. El compañero Tineo Gamboa, que suplió temporalmente a Américo, me iba a dar una lista para que le consiguiera unas medicinas. Un día yo me estoy preparando con algunas cosas en Maturín, un bastimentico pa’ llevárselos. Tenía unos contactos pero cuando estoy en el mercado de Maturín tratando de contactar con el tipo que me iba a trasladar a San Antonio, me consigo al tipo y me dice: “Compae, yo lo llevo pa’ lla, pero déjeme decirle que aquello está lleno de soldados. Por la mañana se metió un camión lleno de soldados y que se metieron Bericure pa’ arriba y están regaos por esa zona... Hay una denuncia por parte de un cafetalero de por allá, de apellido Velásquez y el ejército está detrás de eso...” Y esa era una zona que tenía antecedentes, además.

Le dijo al hombre: “Mañana por la mañana regresa aquí y averigüe con la gente que va y viene...” Al día siguiente nos vemos y me dice: “Mire, usted no puede ir pa’ lla. Acaban de matar un compañero de los nuestros allá arriba... Un hombre, que estaba allá arriba, venía con otro que se iba a sacar una muela, parece ser eso, y entonces lo cogieron preso y lo mataron...”. Le dije al hombre que averiguara bien eso y al otro día me dijo la continuación: “... Sí, que habían puesto preso al comandante que venía con dos pantalones, traía unas cartas y lo habían puesto preso y lo habían matado a pedacitos en la zona...”

La cosa pasó porque en vista de que yo no llegué al primero ni al segundo contacto, el compañero “Diego” (Tineo Gamboa) decide bajar... y esta es una cuestión de los comandantes guerrilleros que de repente les da ganas de bajar a resolver cualquier cosita. Hizo un plan para bajar, traer el otro que se iba a sacar una muela y él se iba a dar un recorrido por Maturín a encontrarse conmigo y resolver algunos problemas y algunas cosas para subir otra vez. Ocurre que cuando vienen bajando, después que pasan el río por el paso que la guerrilla bautizó como “El Cataco”, se vienen acercando al camino real y consiguen rastros del ejército, incluso, residuos de comida. El ejército ya había estado ahí esa mañana y habían comido ahí y se había retirado. Se metieron un poquito a la montaña, pero luego salieron de ahí. Y se ubicaron en la lomita, para montar una emboscada. Los compañeros en vez de regresarse, que era lo prudente, siguen el camino, pero “Diego” iba delante, distanciado, y el otro detrás. Subieron las lomita y el de atrás ve cuando a “Diego” se lo llevan preso los soldados que estaban arriba. El compañero se fue corriendo y alcanza la comisión que los acompañó del campamento al río. Los compañeros sacan a un campesino por Caicara, que era la otra ruta y me llega la información oficial desde adentro. A “Diego” lo tuvieron en la zona campesina, lo interrogaron, no habló; lo maltrataron, empezaron a cortarle un pedacito de nariz, un pedacito de oreja, un dedo... Pero antes lo habían mandado hacer un hoyo, una fosa... Después empezaron a jugar con él, a tirarle cuchillos y después le dieron un tiro y lo zumbaron en el hoyo. Así perdimos uno de los mejores hombres de aquel momento. Se llamaba Luis Tineo Gamboa.

Los soldados no encontraron más nadie y se fueron de ahí. Pero unos cuantos campesinos tuvieron que salir de la zona porque los andaban buscando. Estaban ligados a “Diego” y a nosotros... los andaban buscando. La respuesta del partido fue sustituir a “Diego”. Mandar a otro compañero mientras llegaba Américo. Mandaron a otro compañero que sustituyó momentáneamente a “Diego”, que se llamaba Enrique Boll, que era su nombre legal, ese lo subí yo mismo. Durante ese tiempo, subió gente y bajó gente. El compromiso mío abajo era inyectar los recursos a la gente que bajaba o subía, un ajetreo en eso. Con Boll seguimos funcionando por la otra vía, por Caicara. Regresó Américo y se encargó de nuevo de la cuestión. Bajó nuevamente y ahí lo mandaron para Cuba, en el año 66, me parece... Ya había compromisos con el gobierno cubano de enviar compañeros para allá a estudiar algunos cursos de guerrilla. Allá en Cuba estaban unos cuantos ya.

PRESO EN EL TEATRO DE OPERACIONES DE CACHIPO.
Al poco tiempo caigo yo preso en Maturín. Llegó un tipo, llevándome un paquete de revistas, diciéndome que eran revistas y materiales de izquierda que nos enviaban clandestinamente. Yo tenía el control de todo eso también, con el apoyo de los compañeros. Hubo un problema, la policía descubrió que el paquete era clandestino, que estaba enviado a un diputado de U.R.D.18, para presionar el camuflaje; pero un error de los muchachos que debían recoger el material, hizo que la policía tomara el material en sus manos. Cuando descubren, van a la casa donde el material había llegado. Y preguntaron: “¿Quién vino a recoger este material?”. “Bueno, aquí vino el señor Francisco Jiménez. Alguien vino a buscarlo aquí y él no lo encontró”.

Entonces una mujer policía disfrazada se llega a mi casa con el paquete y me dice: “Mire señor, aquí está esto (el paquete)...” Yo había llegado en la mañanita de Barcelona. Me había tocado recibir a Gabriel Puerta en Barcelona para traerlo a la guerrilla. Yo tenía montado un correaje por Viento Fresco, le entregué a ese correaje al hombre, a Gabriel. Gabriel me entregó un dinero para que se lo cambiara en sencillo y se lo enviara a la guerrilla después y se fue para la guerrilla por la vía de Manacal, que es la otra vía, que todavía no es pública.

El carro que yo traigo viene lleno de materiales explosivos. Yo lo pongo en una casa amiga en Maturín, en la casa de Jesús Fuentes, que me pregunta: “¿Yo puedo usar este carro?”. “Úselo, con toda confianza”, le respondo. “¿No será que andan tras de ti?”. “No...” Y entonces se quedó con el carro.

Yo llego a la casa, como a las ocho de la mañana, después de haber dejado un buen cargamento por allá, en un conuco de Caicara, con los muchachos que estaban en Caicara. Ocurre que cuando son las tres de la tarde, que me estoy levantando para salir hacer unas diligencias, me llega la mujer esa con ese paquete. Yo entiendo la bolada, que no me está diciendo la verdad y que se que es el paquete que yo estoy buscando ahí, pero que no estaba porque estaba en manos de la policía, ahora me lo está trayendo la policía ¿lo voy a recibir...?

Me puse torpe con ella y le dije: “Hágame el favor, no me moleste más. Quien le entregó ese paquete, regréseselo...” “Ay, que yo perdí mis reales..., me contesta. “No, no me diga eso, que yo no soy tan inocente para no imaginarme que usted vino mandada y que quien la mandó debe estarle pagando” Yo no estaba seguro de lo que le estaba diciendo a la mujer...
“Está bien, señor...” Otra cosa que no sabía era que dos oficiales de la DIGEPOL estaban escondidos ahí y estaban esperando que me recibiera el paquete para tenderme el lazo. Como no recibí el paquete, me cayeron de todas maneras. Hasta un compañero que me había servido, llevó la policía hasta mi casa inocentemente. No porque me quería perjudicar, porque perjudicarme a mí se iba a perjudicar él también, pero inocentemente lo engañó la policía y les dijo que sabía donde yo vivía...

Yo estaba bañándome, entro al cuarto a cambiarme de ropa y allanaron la casa. Crucita muriéndose de arrechera porque teníamos treinta bolívares y lo primero que hizo un policía fue encontrarlo en el paltó en donde lo teníamos guardado, los agarró y se los llevó. Nos encañonaron, Crucita incómoda, pero más o menos serena... Me llevaron preso.
Me llevaron preso a un Campamento Anti guerrillero en Cachipo19, una zona petrolera que hay en Monagas. Primero me tuvieron en la DIGEPOL20, en Maturín, en donde me hicieron un interrogatorio preliminar. En el campamento me dieron unos correazos. Yo estaba incómodo, porque había tanta gente que había conocido mi actividad y los policías me metieron ahí sin hacerme mayor cosa, mientras buscaban información.


18 Unión Republicana Democrática, partido opositor, para aquel momento, al gobierno. Su líder fundamental era Jóvito Villalba.

En este trajín, Crucita se estaba moviendo. Ahí pude ver como mataban un muchacho, que habían agarrado en Caripito; un catire alto, joven, un muchacho, tenía una pinta de extranjero, que nunca supe cómo se llamaba. Me metieron un día con él ahí. Lo habían matado a palo y estaba tumbado boca arriba. Trató de decirme que estaba muy golpeado, que estaba muy mal. No me dijo el nombre ni nada... Extrañamente me sacaron de ahí y me pusieron en un grupo de treinta que estaban en otro calabozo. Esa misma noche, al muchacho lo sacaron del calabozo, le zumbaron otra paliza y lo volvieron a llevar para que se terminara de morir ahí... Y bien entrada la noche. De madrugada, tal vez lo sacaron... nadie sabe para donde se lo llevaron...21
Dije que Crucita se estaba moviendo y la policía estaba rastreando por aquí y por allá. Crucita logra mandarle una carta pública a Ugarte Pelayo, por el periódico “El Nacional”. El jefe militar del campamento se da cuenta que hay una carta pública y se da cuenta que ha habido muchas denuncias de desapariciones en Cachipo, entonces el gobierno afloja un poquitico la mano. A mí no me han maltratado más ni me han hecho nada, por esa razón.

19 Los Teatro de Operaciones (T.O.) o campamentos anti guerrilleros eran puestos militares unificados, responsables de planificar y ejecutar operaciones e inteligencia anti subversiva. Aparecieron a partir de 1964 por decreto presidencial. El T.O.-4, con sede inicial en Maturín y luego en Cachipo, tenía jurisdicción en todo el oriente del país.
20 Dirección General de Policía, policía política creada durante el gobierno de Rómulo Betancourt en 1960, que vino a sustituir a la Seguridad Nacional y más tarde se denominó DISIP.
21 En las instalaciones de los T.O. se cometieron muchos hechos violatorios a los derechos humanos: torturas, violaciones, muertes y desapariciones de todo aquel sospecho de colaborar o pertenecer a la guerrilla, sin previa comprobación ni juicio imparcial.

Amenazas y tal, pero más nada. Ha ido bajando la represión, digamos, la tortura.
Van pasando los días, a fin de cuentas no me pasó nada. Estuve ahí y en presencia mía sacaron unos camaradas del partido comunista. Llegó el jefe militar y riéndose de un preso le dijo: “Mira, ¿tu te quieres ir a tu casa?...” “Yo, si...”, dijo uno que llamaban “El gallo”. “Bueno, agarra tus corotos y salte... Además, sálganse todos ustedes... sálganse...” Y estaba un autobús afuera y los metieron como a seis u ocho en ese autobús. ¿Sabés pa’ donde los llevaron?... Pa’ Guasina22... En el camino se murió uno y lo tiraron al agua, los demás lo llevaron pa’ Guasina.

En el calabozo me quedé con tres o cuatro que también eran del partido comunista... El único del MIR era yo. Estos que eran del partido comunista, con menor causa, nuevos, los dejaron ahí. Incluso, dejaron uno que se debilitó con unos cocogotazos que le dieron, entonces se comprometió con el jefe del campamento a pasarle cualquier información sobre alguien, un camarada del partido comunista, que estaban buscando en Maturín.

Se está acercando el 24 de diciembre. La carta de Crucita está bailando de un lado pa’ otro. Me llama el jefe militar y me dice el soldado que me busca: “Mire, eche a correr hasta que llegue allá, porque la orden que tengo es que si usted no corre, le caiga a chaparro y yo no le quiero dar chaparro... Eche a correr que yo voy atrás de usted zumbándole, pero usted adelante corriendo” Así hice. Salí corriendo para la carpa, adonde ellos interrogaban a la gente. Llegué cansao y había ahí una cava cargada de refrescos y los soldados me dijeron: “¿Quiere un poquito de refresco?. Sientese...” Empezaron a interrogarme, me pasan un papel y me dicen que lo firme...Yo me pongo a ver y me dicen: “Firme eso, firme eso... No lea tanto, porque si nosotros lo queremos joder lo jodemos de todas manera...” “Ahh bueno, si es así...tranquilo” Y firme esa vaina.

Al regreso, me encontré a un tipo que llaman “el de relaciones públicas”, un capitán, que viene en un jeep y cuando salgo de la carpa de una manera muy gentil me hace señas y me lleva en el rustico. Pienso callado: “Aquel me trae corriendo... éste me lleva en carro...” Al otro día me volvió a llamar el capitán, me dijo: “Mire Jiménez, su mujer ha estado haciendo algunas diligencias, sacó un carta por la prensa... Nosotros hubiéramos preferido arreglar las cosas de otra manera... Pero ya no hay problema... Yo le voy a decir algo, te hemos estado investigando y hasta la fecha no le hemos encontrado nada que lo condene... Si llegamos al 24 de diciembre y estamos en estas mismas condiciones, tenga la seguridad que usted la va pasar en su casa con su mujer y su familia... Eso si, trate de no meterse en vainas Jiménez...” Pasó el tiempo y yo rogando que no llegara alguien y me conociera y lo torturaran... No pasó nada y el día fijado me mandaron a salir a tres presos, entre ellos el que se había rajao. Al salir, llevaba un mensaje de uno de los camaradas encerrados, sin que nadie lo supiera... y unas diligencias en Caracas... yo las hice.

22 Guasina, cárcel depósito de presos políticos en las décadas del 60 y 70 ubicada en un islote del río Orinoco.

ENVIADO A CUBA POR UN AÑO.
Salí y me reencontré con mi mujer y mis hijos. A los tres o cuatro días me mandan a Caracas otra vez y allá me agarra Gabriel Puerta, quien yo mismo había bajado de la guerrilla y me dice: “Mire, yo quiero que usted vuelva a Maturín y averígüeme esto y esto... Búsquese a Carlitos Mayz, que nosotros lo necesitamos para incorporarlo”. Mayz era un buen hombre de Caripito. Vengo yo, hago mis diligencias en Maturín, no encuentro a Carlos Mayz y me tiro pa’ Guayana porque me dijeron que estaba allá, en donde llaman La Sierra. No encuentro a Carlos por ningún lado. Me voy pa’ Caracas. Allá me dijeron: “Usted se va quedar aquí un tiempito... lo vamos a mandar para Cuba”. Ahí empiezan a prepararme mi salida para Cuba. Américo ya estaba en Cuba y me iba a encontrar con él allá. En Caracas, me pongo en contacto con uno de mis jefe en ese tiempo, que aún vive y se llama Cristóbal Correa; que por cierto tengo un episodio con él.

UN MI RESUELVE.LITANTE...
Ocurre que en esas diligencias en Maturín para atender mis necesidades y los compromisos con la guerrilla, hubo una vez que tenía que llevar unas armas para el frente, en la montaña. Entonces, el compañero jefe militar de la gente que trabajaba en la ciudad, una brigada montada por un compañero llamado Heiter Álvarez, me había prometido un carro para llevar esa armas, un día a las cuatro de la tarde para San Antonio. Y yo confié en eso. A las cuatro de la tarde se me apareció el hombre y me pidió que le diera un chance para las cinco. A las cinco se volvió aparecer y tampoco había encontrado un carro. Ya yo tenía los muchachos preparados en San Antonio esperando las armas; ya yo tenía todo eso arreglado. Entonces me acordé que el hombre que me prestó los ciento ocho bolívares para montar la bodega en Maturín, tenía una camioneta pick up, y me voy pa’ su casa. Le explico la situación y me dice: “La camioneta está ahí, pero no coge la segunda. Esa no le sirve así. Pero si usted quiere, llévesela...”. “Démela, compae...”, dije.

Arranco y me meto a la casa en donde estaban las armas. Las meto en un saco y las monto en la camioneta. Se acerca Cristóbal con otro compañero llamado Armando Bastardo, y me pregunta: “¿Resolviste el problema...?”. Le contesté: “Si, lo resolví. Pero hay otro problemita y vamos a ver como lo resolvemos”. “Nosotros nos vamos alante hacia Las Cruces, a ver si hay alcabalas por ahí. Si no hay alcabalas, te vas por Caicara y ya al llegar ahí esa vaina se resuelve... Tienes que seguir por Caicara, San Félix, Guanaguana...”, me dijeron al final.

Yo me voy detrás de ellos, andando poquito a poco, porque no puedo forzar la camioneta, porque no cambia. Dando tiempo que ellos siguieran más adelante. De repente veo que ellos vienen y me dicen: “Sigue, no hay nada”. Tan pronto se detienen, cojo el saco y lo meto en el asiento trasero del carro que ellos cargan y les digo: “Háganme un favorcito, se bajan del carro, se llevan esa camioneta que no coge la segunda, la ponen por ahí en cualquier sitio seguro y yo me llevo este carro...” Afortunadamente no patalearon. Me llevo mi carro, pero no me percato que lleva el freno de mano. Oscureciendo estoy pasando por Caicara, me paro a buscar un compañero que fuera conmigo, un cuadro bueno que yo tenía ahí que llamábamos Jaime; pero cuando él sale de su casa se da cuenta que el carro está echando humo. Ahí me doy cuenta que el freno está metido y que los cauchos estaban dañados. Arrastramos el carro hasta una bomba y compramos una tripa nueva. La gente nos estaba esperando desde las once de la noche para llevarse las armas y nos esperaron hasta la una y cuando llegamos ya no estaban. Tuvimos que dejar el carro y subir con el saco. Esa era una fecha de carnaval.
Atravesamos el río de San Antonio y cogimos cerro arriba. Llegamos como a las dos y media a la casa y nos sale la misma vieja que nos dio la pata, cuando subí con Américo. Petra Chacón era su nombre. Nos recibió con su hija, que era una señorita ya. Estamos ahí. Ya pasamos el sudor, ya tomamos café y de repente nos llega la vieja y nos grita: “Muchacha con muchacho y vieja con viejo...” Y nos han bañado con un totumazo de agua. Juego de camaradas...
De ahí regresamos, encontramos el carro en donde estaba, en la mañana y vinimos a Maturín... Misión cumplida, compañeros. Fíjate todo lo que uno ha tenido que hacer para resolver problemas.

VENDEDOR DE QUESO EN CARACAS.
Volviendo a Caracas... mientras me voy para Cuba, me pongo a trabajar con Cristóbal Correa, mi antiguo jefe en Maturín. El consigue con otro compañero sindicalista de Caracas, llamado José Mata, un negocio. Éste había hecho un negocio con la fábrica de quesos Brum para vender ese producto en Caracas. Al parecer él se estaba ganando un real por kilo. Se empata con Cristóbal, que tenía un Volkswagen rojo, vendiendo queso y ganándose un medio sobre kilo. Y Cristóbal como estaba sin hacer nada yo estaba en su casa y éramos cuatro personas, él tenía que buscar como comer. Y empezamos los dos a vender queso Brum. A veces vendíamos cincuenta kilos, a veces vendíamos ochenta, otras veces vendíamos treinta o cuarenta kilos. Vendía él y por otro lado el propio señor y otros vendedores de la empresa.

Era tanta la ruina en ese tiempo, que con la ganancia lo primero que había que hacer era apartar dos bolívares para la gasolina de mañana, pasar por la panadería por un real de pan y luego por la carnicería a comprar un real de tere tere23 que era para las personas que vivíamos en la casa y el perro. Con eso comíamos diariamente. Y así nos tiramos como seis meses vendiendo queso hasta que llegó el momento en que me arreglaron las cosas para que saliera al exterior.

LA VUELTA AL MUNDO PARA LLEGAR A CUBA.
Llegó una compañera y me dio el dinero y las instrucciones para que comprara el pasaje un día antes de salir legalmente. También me dieron un mensaje para Héctor Pérez Marcano, dirigente del MIR, que estaba en La Habana. Arranco yo solo y me meto en un barco llamado “El Rossini”, un barco italiano y me pierdo mar al este. Varios días después estamos atracando en Tenerife y más tarde en Barcelona de España. En donde hicimos un recorrido por la ciudad. En ese barco gocé un puyero: participé en bailes, jugaba bingo, tomaba cerveza... haciéndome la vida porque estaba yo solito... y escoñetao. Algunos me saludaban y me decían: “Doctor, ¿cómo está usted?.

De Barcelona seguimos navegando y llegamos a Cannes, la ciudad artística de Francia. En Cannes tomamos un tren con destino hacia París. Durante todo el viaje, estuve parado en la ventanilla del tren observando las bellezas naturales, los sembradíos que están a lo largo del camino... muy bonito todo, muy bien organizado. Antes de llegar a París pasamos por Lyon, una ciudad industrial muy importante en Francia, hasta donde llegó el tren. A París llegamos en carro. Estando en París se me agota el dinero que llevaba. Voy a la embajada cubana, planteo el problema y me dan dinero para que comprar el pasaje para Checoslovaquia. Llegué a Praga y me pongo en contacto con la embajada cubana de aquel país. Allí tomo un avión de “Cubana de la Aviación”, haciendo escala en Hanoi (Vietnam) y llegando a Cuba por Las Bahamas. Dimos la vuelta al mundo para llegar a Cuba.


23 Vísceras del ganado, de bajo costo, que se come en sustitución de la carne.

En La Habana, me alojaron en un hotel. Todas las mañanas bajaba a la recepción del hotel y leía “El Granma”, el órgano oficial del partido comunista cubano. Yo pensaba que era gratuito hasta que un día un camarero me dijo que debía tantos pesos en periódico. Después supe que los pregoneros ponían los periódicos ahí, la gente tomaba uno, ponía los reales y después iba el pregonero a buscarlos. Así de sencillo, nada de tracalería. Luego me sacaron del hotel y me llevaron a una residencia. Pero antes, me llevaron a un hospital naval, me sacaron los dientes que me quedaban y me pusieron una plancha que me duró bastante. Además me dieron dos pares de lentes, uno para leer y otro para el sol.

EN LA ZAFRA DE CAÑA.
Mientras tanto salgo a la calle, conozco la ciudad, hago amigos. Después escuché algo en la radio que me emocionó. Que estaba llegando la época de zafra de la caña de azúcar y yo quería participar. A los días, me vienen a buscar para cortar caña y me paso quince días en el campo. Cortando caña, me gané la mención como mejor cortador de caña. Me gané la mención porque todos los días, como a las tres de la tarde, cuando la gente empieza a doblarse del cansancio, arrancaba a trabajar con un grito violento para darles ánimo a todos. Esa voluntad, esa alegría y ese entusiasmo por trabajar me valió la mención de honor.

EL ÚLTIMO EN TERMINAR EL CURSO.
Después me envían a la Escuela de Explosivos, en donde hay que ver artillería y construcción de armamento. Construíamos, por ejemplo, un mortero y a cada compañero le tocaba hacer una pieza. El último hombre que salió de ese lote, fui yo... por el atraso, porque sabía menos que todo el mundo. Estamos hablando del curso de artillería y armamento en donde hay que saber sacar cuentas y decimales bastante. A mi tuvieron que enseñarme decimales primero para pasar hacer unas cosas. Me enseñó decimales un muchacho de la Isla de Timor, recién graduado de médico, que estaba también en la isla de Cuba en ese tiempo. Estaba en el curso con nosotros.

En Cuba estuve un año. Había muchos venezolanos. Estaban la gente de Douglas (Bravo), que allá lo querían mucho, por cierto. Y de la gente nuestra, estaba Pérez Marcano, que ya estaba cuando yo llegué. Después llegó Moisés (Moleiro), llegó Tito (González Heredia). Había bastante gente de nosotros, del MIR, allá.

DE VUELTA A VENEZUEL.
Cuando llegó el momento de arrancar, me prepararon mis cosas. Me dieron ochocientos dólares y me vine. Tengo que salir por donde entré. El avión pasa por Vietnam y llega a Alemania Oriental. En este viaje voy viajando con Tito (González Heredia) y un sindicalista llamado Roberto Osto Poleo. Luego desde Alemania compramos pasajes para Venezuela. El avión hizo escala en Checoslovaquia y tuvimos que permanecer unos tres días allí. De allí pasamos a París, luego a Vietman, Puerto Rico, Aruba, Curazao, Maracaibo y Caracas. En Alemania, Tito se embarcó solo en avión directo a Nueva York.
Al llegar a Caracas, me iban a subir a El Bachiller, pero no subí por un error en el contacto. Entonces, me enviaron a Maturín.

DE LLENO EN LA GUERRILLA.
En Maturín, me recibió Crucita y mis hijos. A ella le traje un vestido que compré en Aruba y lo iba a estrenar en una fiesta en casa de una comadre. Pero esa noche llegó un carro, con un hermano de Crucita, llamado José Ramón y me dice: “Te venimos a buscar. Vamos a subir ahorita”. Venían en el carro Julio Escalona y otro compañero. Y subimos esa misma noche. Marcos Gómez estaba arriba ya.

Nos metimos a la montaña y caímos en manos de Asdrúbal Guzmán, que estaba haciendo el trabajo que yo había dejado pendiente como retaguardia del frente guerrillero. Y nos metió por la vía de Viento Fresco, por la parte baja. Ahí llegamos. Entonces llegó Emperatriz (Guzmán) con otra muchacha. Que por cierto, cuando yo llegué a Maturín, hablé con ella (Emperatriz) y me dijo que me iba a dar una sorpresa. A los días me llegó allá y venía a incorporarse a la guerrilla con la otra muchacha, que llamábamos Flor.

Ahí empezó mi vida como guerrillero, a finales del 67, junto con Emperatriz Guzmán, porque los años anteriores ambos éramos retaguardia. Julio Escalona no vino para quedarse sino para pasar unos días. Nos instalamos en un campamento del (Frente) Antonio José de Sucre que quedaba a orillas de un río que pasa por Viento Fresco. En ese tiempo era comandante del Frente, Carlos Betancourt.

Américo entró con “El Machurucutazo”24 y se quedó en “El Bachiller”. Cuando vi a Américo en Cuba, nunca me dijo que estaba haciendo y estaba era estudiando un curso intensivo para el desembarco clandestino en Machurucuto; eso estaba planificado. Cuando ya se venía, me dijo: “Compae, yo me voy primero que usted... Llévele esto a mi mamá25” Era una nota que decía: “Vieja, tengo una tarea importante que cumplir. Si me pasa algo, cuídeme a mi mujer26 y mis hijos y si ella dejara de quererme, no la condenes. Ella a mi nada me debe, en cambio yo le debo a ella todo lo que se ha sacrificado por mi” Nota que yo no le pude entregar a la señora Marcolina, porque tenía que salir de Cuba con nada y menos con esa nota... En el regreso hasta las maletas me la cambiaron.

Cuando yo me incorporé al frente, tenía como treinta combatientes, jóvenes y nuevos casi todos. Ahí estuvimos con Carlos Betancourt entrenando, estaba Gabriel (Puerta), estaban otros tantos compañeros. A los pocos días llegó un cubano que había salido de La Habana primero que yo. Era un agente que venía a ver como estaba funcionando la guerrilla nuestra. Nosotros lo recibimos en los cafetales de Tarabacoa. Estuvo no se cuanto tiempo y se fue luego de cumplir su misión. A partir de ahí es que yo me incorporo de lleno a la guerrilla como combatiente. Me toca funcionar con el Negro Marcos Gómez como jefe mío.

PRIMERAS OPERACIONES COMO GUERRILLERO.
Carlos Betancourt después de un entrenamiento que tuvimos, bastante fuerte, bastante bueno, éste decide buscarle pelea al enemigo. Provocar al enemigo para pelear. Ordena que tiremos una operación en la parte baja de Tarabacoa, concretamente en La Morita y en San Juan; tomas de esos pueblos, incluso raspar un sapo que estaba por ahí. Se hizo todo menos lo último, porque el hombre, un adeco chismoso llamado José Napoleón, nos engañó.

Vino otra cosa. Carlos Betancourt se abrió con un grupo, en donde iba el hermano de Crucita, que también estaba incorporado en la guerrilla. Salió con un grupo bueno a buscarle pelea al enemigo. Atacó un campamento que estaba montado por San Antonio, montó unas escaramuzas por ahí y estuvieron provocando. Mientras ellos provocaban por un lado, nosotros provocábamos por otro.

24 Desembarco de un grupo de guerrilleros venezolanos y cubanos en las playas de Machurucuto, estado Miranda, con el apoyo logístico de Cuba
25 Marcolina de Silva.
26 Argelia de Silva, dirigente de los Comités de Luchas Populares y del semanario Qué Hacer?, en la segunda mitad de la década de los 70.

Nosotros después de haber realizado esas escaramuzas, tomamos una hacienda en La Morita. Tomamos algunas cosas de ahí, como comida y materiales de trabajo. Nos dispusimos a realizar una operación de limpieza de armamento en los caseríos de Mundo Nuevo, que es un sitio en donde convergen Anzoátegui, Sucre y Monagas. Nos lleva un campesino hasta allá. Salimos para allá con una arepa pelá, nada más y un poquito de sal. Éramos once y no llevábamos más nada.

Íbamos a tirar una operación de limpieza de armas porque sabíamos que había una gente que tenían unas escopetas por ahí y queríamos quitárselas para armar una gente nuestra en esa zona. Teníamos una zona bajo dominio nuestro. Todo el mundo estaba con nosotros ahí. Las estribaciones de Macanillal y Tarabacoa estaban controlados por nosotros hasta Los Dos Caminos. Todo esto pertenece a la Serranía de Turimiquire, que abarca los estados Anzoátegui, Monagas y Sucre.

Con esa arepa llegamos a una zona ya a la entrada del sitio, acampamos para comernos esa arepa ahí y le caímos a la única casita que había en ese tiempo en esa zona. Buscamos algo de comer y el hombre lo que tenía era unas raicitas de chaco27 por ahí. Entonces el hombre nos tiró una: “Miren muchachos, si tienen hambre, ahí hay un ganado. Un ganao de una gente rica de por aquí pero esos son unos grandes carajos. ¿Por qué no le matan una res de esas?”. A mí me gustó la idea.

Al mando de la columna iba el Negro (Marcos) Gómez y segundo iba yo. Hablo con Marcos y le propongo la cosa. Él me dice que nosotros no tenemos autorización para matar ganado por ahí. Yo le digo que íbamos hacer si no teníamos más nada que comer. Entonces reunimos a la guerrilla y le consultamos. La gente dice que sí. Y el tipo mismo nos señala un toro, le lanzamos unos tiros y lo matamos. Invitamos la gente del ranchito para desollarlo y le dimos parte de la carne. Entonces nos quedamos ahí esa noche y como teníamos sal, pasamos toda la medianoche asando, comiendo y salando carne. Al otro día mandamos en dos burros a un caserío que era base nuestra, carne salada para que comieran los compañeros. Pasamos ese día comiendo y en la noche bajamos pa’ otro caserío.

27 Batata.

En el caserío tiramos una operación. Llegamos donde el comisario a quitarle la escopeta. El hombre, que se escondió bajo de la cama cuando llegamos, al saber nuestro propósito salió y nos la dio. Después fuimos y le quitamos la escopeta a un chismosito del caserío. Luego, fuimos a la bodega. Le tocamos la puerta a la mujer y le dijimos que era el ejército. La mujer salió y cuando vio el brazalete rojo que llevaba un compañero, que se llamaba Leovigildo Briceño, que era un oficial de la guerrilla, se echó pa’ tras. Nos metimos todos pal’ negocio y le dijimos que a ella no le iba a pasar nada y que por favor nos fiara unos trescientos bolívares del negocio de ella. Le prometimos pagar eso cuando volviéramos. La señora aceptó y nos dio trescientos ochenta bolívares en comida. Llenamos los morrales con una buena comida. De allí arrancamos y nos fuimos pa’ la zona otra vez. Pero antes pasó algo...

Exactamente cuándo vamos bajando pa’ donde está el comisario, lo primero que hacemos es llegar a la casa del dueño del toro y “Mariano” (Marcos Gómez) no encontraba, como él era el oficial del grupo, como decirle la cosa al hombre.

Encontramos al hombre en el fogón cenando con maíz tostao él y un grupo de muchachos. Como cuatro ó cinco muchachos que eran sus hijos. Y él (Marcos) estuvo dando rodeos y dando rodeos y le dijo: “Amigo, yo tengo que decirle algo. Nosotros en una situación de escasez de comida para el grupo que cargamos; nos encontramos un ganao... nos dijeron que era de un ganadero grande de aquí y matamos ese toro. Después nos dimos cuenta que no era de un ganadero rico sino de usted, un hombre pobre. La mejor prueba es la forma como usted vive aquí con sus hijos, teniendo que cenar con maíz tostao...”. Y se le coló... El hombre dijo: “...¿Cómo era el toro?...chato, fuerte, pintao...” “Si...”.... “Ese torito lo había comprado yo pa’ que preñara esa vacas que están por ahí” “Mariano” le dijo: “Amigo, díganos cuando vale ese toro, que nosotros ahorita no tenemos real pero nos comprometemos a pagárselo... no es nuestra costumbre...”

Esto nos costó un regaño y una pena con ese señor... Porque no estaba trazada la línea de comerle ganado a nadie, sino el impulso de nosotros porque alguien nos advierta sobre unos ganaderos bravos... En ese tiempos nosotros teníamos muy sobresaliente lo que llamamos odio de clase... un ganadero rico era enemigo. Después si hubo una línea de comerle ganao al que tuviera bastante. Pedirle por la buena o quitáselo... Pero, cuidado con  aquellos pequeños ganaderos y criadores. A esos teníamos que hablarles. Si nos quería dar un becerro, bienvenido. Pero nunca que se lo quitáramos así...

En ese momento, cuando estuvimos en el llano hacíamos el trabajo. Teníamos una red de una gente rica. Hay mucha gente rica en Zaraza (estado Guárico) y matábamos un animal. Pero, con aquellos que investigábamos y tenían diez ó quince reses por ahí... no le quitábamos nada.

El señor del toro después no nos quiso recibir los reales por el animal. Pero pagó caro esa bondad porque el ejército le cayó a palo... y el hombre tuvo que dejar a uno de sus hijos ahí a cargo del fundo y salirse de la zona.

LA MOVILIZACIÓN DEL FRENTE DE EL BACHILLER PARA ORIENTE.
Después, en ese mismo tiempito, nos unimos los dos grupos grandes con el de El Bachiller. La guerrilla de El Bachiller se había retirado de allá y trajeron todos esos hombre pa’ oriente, sobre la base de un convenio que hicieron en Caracas, Carlos Betancourt y Américo Silva. Pasaron las armas para allá con el compromiso de que le entregáramos a esos muchachos de la juventud la segunda comandancia del frente. La segunda comandancia era de Gabriel Puerta, que era el hombre lúcido de nosotros. Betancourt se comprometió a hablar con Gabriel para dasela a ellos. Y Betancourt les dijo: “Bueno, si Gabriel no quiere, entonces hacemos una cosa... vamos a las elecciones internas y si a mí me toca decidir yo decido a favor de ustedes, a favor de este convenio...”

Esta discusión se hizo con la guerrilla en una montaña llamada “Naranjal” en el año 68. Y así subieron los compañeros pa’ rriba. Subieron muchos compañeros como Ortiz Bucarán... en fin, un conjunto de compañeros que no recuerdo ahora... Soto Rojas, Moisés Moleiro... un grupo bueno subió. Cuando se hizo la elección, le tocó decidir a Carlos Betancourt y decidió mal pa’ los muchachos... Se había comprometido a decidir a favor de ellos y decidió por Gabriel en la segunda comandancia. Américo ocupó la tercera comandancia.

Los compañeros de El Bachiller se quedaron con nosotros, pero descontentos con Carlos Betancourt. Ya en ese tiempo alcanzamos 38 hombres armados y unificados en el Frente Antonio José de Sucre.
A todo este ajetreo, los muchachos han echado mucha broma por ahí lo que motiva a que el ejército se meta a la montaña. Hacemos una reunión grande y decidimos tenderle una embocada al ejército. El ejército se metió y los muchachos deciden pelear con el ejército en la zona de Tarabacoa. Cuando el ejército empieza a meterse en lleno, deciden abrirse y meterse en profundo a la montaña de Tarabacoa. Llegan a un caserío y pretenden tirarle una emboscada al ejército en el caserío. Se opusieron algunos campesinos porque ellos iban a sufrir las consecuencias. Era verdad. Ellos le hicieron caso y se retiraron más en profundidad.

CERCADO POR SIETE MESES EN LA MONTAÑA.
En ese caso, me habían designado la tarea de quedarme con cinco compañeros, tirarle un golpe al ejército pa’ que la guerrilla pudiera salir de la zona. Tenía el compromiso de quedarme dentro el cerco pero parece que no se tenía idea de la magnitud de ese cerco. Me dejan a mí con cinco compañeros más, entre ellos, dos mujeres, Emperatriz y “Flor”, y otro compañero de los Álvarez muy mal armaos.

La guerrilla se ha retirado de ahí con rumbo a Cumanacoa. Yo quedé ahí y el primer día del cerco se meten pa’ la zona donde yo estaba; yo trato de retirarme de ese sitio y cuando me estoy retirando choco con una patrulla del ejército que venía bajando y en ese choque hubo un disparo que lo hizo un compañero nuestro. Ocurre una confusión y el grupo se divide. Un grupo con tres, en donde iba Emperatriz, siguió subiendo y el otro grupo, en donde iba con “Flor”, bajamos. Nos metimos en el monte y esperamos que oscureciera y saliera la luna para irnos. La idea no era dispararle desde ahí al ejército, éramos tres, con un M128, una escopeta, un revolver y un morral pesado en el hombro. Sentimos cuando los soldados empezaron a bajar como a las seis de la tarde. En la madrugada empezó a salir la luna y a las dos arrancamos pa’ rriba. Encontramos el sitio donde los soldados habían pasado el día emboscaos. Nos metimos adentro en la montaña. Al otro día, después de haber comido, llegamos a un sitio donde el ejército acaba de pasar...¿por qué digo esto?, bueno, porque vimos que ellos llevaban un baquiano, por lo visto un campesino con un machete amolaito, que iba cortando monte, abriendo to’ una pica y los montes estaban recién cortados. Nosotros caminamos un ratico por esa piquita y nos tiramos un poco a la izquierda. Sabíamos que esa piquita conducía a un conuco que nosotros teníamos más adelante; donde siempre íbamos con mucha frecuencia y que posiblemente ese día íbamos a caer ahí. Sospechamos el asunto, nos desviamos y nos quedamos durmiendo cerca de ese sitio, de ese campamento que teníamos ahí, un rancho.
28 M1, rifle automático de fabricación norteamericana, de finales de 1930.

Oscurito nos levantamos y atravesamos el caminito que va del rancho al río y nos perdimos pa’ la montaña. Bueno, ellos se quedaron y nosotros nos fuimos. Yo estoy buscando alivio, no salime sino pa’ mantenerme en contacto con mis campesinos y dejándolos a ellos, los soldados, que sigan recorriendo por ahí. Pasamos dos días caminando por ahí, de repente caímos a una casa donde yo sabía que los compañeros habían caído anteriormente en una pasada por ahí y habían sido bien atendidos. Pero antes de llegar a esa casa nos dimos cuenta que había rastros del ejército en el camino real. Entramos a la casa y le pedimos a la mujer dos cosas: un pedazo de arepa, porque teníamos hambre, y una aguja. La mujer no nos ofreció ni la aguja ni la arepa. “Les voy a dar este recado para que se vayan: si ustedes quieren vayan a aquella casa que allá si hay”. Ella sabía que el ejército estaba acampado ahí, en una casa en plena orilla de montaña. Y el marido de ella era confidente del ejército, era el baquiano que llevaba ejército, pero afortunadamente no estaba ese día ahí.

Ocurre que el ejército había salido el día anterior de la zona y ella no lo sabía. Yo me di cuenta que la mujer tenía una mala actitud, que no nos dio una arepa pa’ y que nos fueramos pa’llá. Atravesamos el río, atravesamos el camino y nos encumbramos en una haciendita que estaba más arriba. Ahí encontramos que había un montón de café recién cogido, de café maduro y nos quedamos sentados ahí. “Aquí tiene que llegar alguien. Hoy o mañana”, nos dijimos. Exactamente, como a las dos horas de estar sentados ahí sentimos llegar un muchacho silbando. Llegó ahí, lo interrogamos, nos dijo: “Si, el ejército se fue ayer tarde, pero se fueron pa’ que vinieran otros. Esta tarde debe llegar otro grupo...” Efectivamente, por la mañana llegó otro grupo de soldados.

Le dimos veinte bolívares y le pedimos que nos comprara pan y galletas. El muchacho fue, incluso, y vino el papá, la mujer y una hija muy buena moza. Ahí pasamos tres días, ahí en la zonita. Y de ahí arrancamos y venimos a tener cerquitica del pueblo de San Antonio de Maturín. Ahí teníamos un grupo, concretamente en El Palmar, nos compraron comida y nos tenían ahí. Incluso, hicimos reuniones con ellos.

Después, pareciera que el ejército nos buscó y no nos encontró; descansaron, salieron un poco pa’ volverse a meter... tenían su vainito guillano ahí. Nosotros decidimos dejar ese sitio, volver atrás de nuevo, por otro lado, para no dejar la gente, porque la idea era esa, no abandonar los campesinos. Agarramos un camino pa’ regresar. En ese regreso le caímos a una señora: “Señora, háganos un favor, traemos un compañero medio enfermo, le vamos a dejar este pescao salao, pa’ que usted lo hace y cuando tenga casabe hecho no da un poquito... Y nos hace este poquito de avena”.

Nos dijo: “Como no... quédense ahí.” Nos metimo pa’ lla. Pongo la carpa y nos metimos debajo porque estaba llovendito. Cuando yo pensé que la mujer estaba brillando el primer bollo de casabe, nos llegó al campamento y nos dijo: “Aquí está... aquí tienen casabe, pescao asao y avena”. Todo un relámpago la mujer... Entonces, los muchachos empiezan con aquella debilidad a tomarse su poquito de avena con tanta paciencia como si estuvieran en su casa. Salgo pa’ fuera y veo las dos mujeres que van pasando por el camino... Las dos mujeres dejaron de hacer casabe y se fueron corriendo. Ordené que levantáramos el campamento y arrancamos, nos fuimos. Y nos fuimos y nos fuimos encontrándonos en el camino el lugar donde había estado el ejército acampao, seguimos un caminito, subimos una loma y encontramos una casa donde estaba una señora también haciendo casabe. Le estamos comprando una torta y en eso llega otra señora. La señora se nos queda viendo de arriba abajo y yo le meto ojo a ella... siento que algo me quiere decir. Se retira de la casa y yo me voy detrás de ella. Le digo: “Señora, ¿cómo está usted?”. Y me digo: “Mire, ¿ustedes son de la gente del monte?”. “Si, señora...”. “Bueno mijo, piérdanse... que el ejército los está esperando allí en el crucero29. Los están esperando ahí porque les llegó unas señora y les avisó que ustedes estaban por aquí. Los fueron a buscar allá, en donde estaban comiendo, pero lo están esperando en el crucero también.”

Seguimos el camino como si íbamos en verdad para el crucero y a unos 20 metros más adelante doblamos a la derecha y nos tiramos por una ladera y pasamos bien abajo y acampamos más adelante. Episodios como estos, vivimos unos cuantos. Y siempre caían los campesinos ayudándonos.

Esa fue una época difícil, esa estada mía ahí. Después de esto viene algo bien serio también. En una de esas vueltas, llegamos a Tarabacoa, faltaba unos días para hacer contacto con Carlos Betancourt en la vía a Cumanacoa, tal como lo teníamos establecido. De ahí me acerco una hacienda con el propósito de pasar una o dos noches ahí, incluso pa’ recoger café porque había café maduro, para esperar que pasen las pascuas. Y tan pronto pasen el día de año nuevo, me pierdo pa’ lla porque el 4 de enero era el contacto allá. Cuando estoy en la haciendita, más o menos como a cincuenta metros del camino real, vemos que llega un campesino conocido de nosotros.
Yo recibo al campesino con mucho cariño, porque era prácticamente un hombre de confianza nuestra, le pregunto por los demás compañeros de la zona y me da contesta. Entonces, le pido un favorcito. Saco una caja de cigarros, yo nunca fumé cigarros en la guerrilla, saco el papel plateado y le hago una nota a un hacendado de la zona, que tenía un hermano llamado Piar, que estaba con nosotros en la zona de Cumanacoa, con Gabriel y Carlos Betancourt. Entonces, le escribo al hombre que si tenía algo que enviarle a Piar, que lo hiciera conmigo porque yo iba en esos días para allá, donde él estaba, sin decirle que pa’ Cumanacoa. El campesino sale de la zona prometiendo llegar en la tarde, antes que oscureciera. Bueno, oscureció y el campesino no llegó y yo le propuse a los compañeros quitanos de ese sitio. Un sitio bien bueno para dormir dentro de unas piedras. Bien bueno el sitio... planito. Nos pusimos cincuenta metros más arriba, en un bosque. Bueno, nos quedamos dormidos tardecita y el compañero no llegó. Por la mañana a las cinco, nosotros nos levantamos a las cinco y media, sentí una conversación en el sitio donde estábamos antes acampaos. Ocurre que era el ejército había puesto preso al compañero que estuvo con nosotros y lo obligaron a llevarlos hasta el sitio en donde nos había encontrao. Yo siento el ruido dormido, pero la compañera que estaba despierta me dice en voz bajita: “Allá abajo estan hablando...”. Yo me enderezo y veo que hay un movimiento abajo, me paro sobre una piedrita y veo hacia abajo, que está clarito todo eso, entonces veo cuando un hombre vestido de militar se desplaza hacia un lado y otro se desplaza por otro lado y un hombre vestido de blanco con un sombrero de campesino, bajito; está conversando con el campesino compañero nuestro. Yo hago una seña desde arriba, pero quien capta el ruido son los soldados, por eso se desplazan por uno y otro lado tratando de tomar posiciones. Al advertir que son los soldados los que están ahí, yo le digo a los compañeros: “Vamos a salir de aquí rápidamente...” Escurriditos nos salimos. Abandonamos ese sitio y nos fuimos. A poco rato, salimos por detrás a una casa, como a unos doscientos metros de ahí, cerquita del camino por donde ellos habían bajao y tenían que subir otra vez. Cuando estamos ahí, siento la voz que viene. El teniente hablando por radio diciendo: “Por aquí topamos con los “espajaracos”... no los cojo porque cometí el error de dejar muy abajo mi pelotón... sino los seguiría hasta alcanzarlos... salgo para allá” Se fueron y nosotros también nos fuimos pal’ carrizo.


29 Crucero, sitio en donde se encuentran dos o más caminos.

Así anduvimos, así anduvimos... y después se metió más soldados a la zona y eso impidió que nosotros atravesáramos la zona que teníamos que pasar, teniéndonos que ir por Mundo Nuevo otra vez pa’ ir pa’ Sucre, que es la vía. Entonces, no fui al contacto. Me perdí de ahí.
Tuvimos un choque con los soldados en la montaña. Primero llego a una casa buscando alguna comida, me están atendiendo unos compañeros que son de ahí, que son campesinos. En eso llega un muchacho de una hacienda, en una mula, y llama al hombre que está hablando conmigo y le pregunta: “¿Esos son guerrilleros?”. “Si... esos son guerrilleros”. “Esos son tres

lapos30 que están ahí seguros... el ejército está ahí abajo.” Cuando él arranca en su caballo y se va, el compañero nos dice: “Tomen esta torta de casabe y váyanse ya, porque ese carajito los va denunciar... el ejército está ahí abajo en el crucero.” Estaba cerca de ahí como unos quinientos metros. Nos quitamos de ahí. El mismo campesino no sabe por dónde cogimos y nos quedamos durmiendo como a doscientos metros de la casa. Cuando estamos guindando las hamaquitas pa’ dormir, sentimos los perros ladrando en la casita. No pasó más nada. De ahí arrancamos por otra zona y nos fuimos. Llegamos a un caserío, nos dieron comida, compre unas alpargatas, seguimos. Más adelante me encuentro con un hombre que era comisario, amigo mío, y me dice que todo estaba bien por ahí. Seguimos y le caigo a un compañero, que yo sabía que los muchachos le habían caído antes, pero le caí solo y entonces el hombre estaba temblando... Me pregunta: “¿Usted es de la gente del monte?”. “Si...” . “Piérdase de aquí que el ejército está cerca...” Yo le hice caso. Nos fuimos y en vez de coger el camino real, nos tiramos al lado izquierdo por un conuquito que había por ahí. Cogimos un monte espeso. Llegaron los soldados a buscarnos, no nos encontraron; siguieron más adelante creyendo que nosotros habíamos cogido el camino real pa’ seguir por otro caserío y se perdieron por ahí. Ocurre que el ejército trabaja así, de esa manera. Un grupo anda aquí, mientras que otro anda por acá y otro por allá; andan varios grupos de apoyo. Cualquier cosa, el que anda más cerca auxilia al otro. Esa es la idea. Eso pasó en Cantaura y pasa siempre.

Entonces, el mismo campesino me dijo que había un grupo de soldados por ahí y otro por el monte. Y nosotros nos perdimos. Nos vamos, nos vamos... Mi misión no es pelear, porque con esta gente que yo tengo voy hacer matar a estos pobres muchachos... el armamento, la capacidad de estos muchachos... unos bisoños... mi misión es hacer contacto con la gente, al menos por horita.

Llegamos a un conuquito, nos metimos, arrancamos unas papas y las metimos a los morrales. Como a las cuatro y media de las tarde, subimos por un caminito y llegamos a un talado que estaba en la parte semi alta. Cuando llegamos ahí, que yo voy adelante, yo veo pa’ llaa... pa’ la montaña y veo cuando un soldado se sorprende al verme y se tira de barriga. Cuando él hizo así, yo también tiré mi seña a mis compañeros y me salgo de la línea de tiro del soldado... estamos de frente. Me aparto pa’ un lao y me parapeteo detrás de unos palos. Pero tan pronto yo me caigo ahí, el compañero que viene atrás pasa por encima de mí y coge el camino buscando bajar la montaña por otro lado. Y la muchacha, se aboba... se aboba y no da un paso más... Yo la llamo, la llamo... es un momento difícil éste... uno de los momentos más difíciles que me a tocado. Porque se me va el que viene atrás, montaña abajo pa’ coger la montaña rápido; tenemos el soldado apuntando del lado izquierdo y el compañero se pierde por el lado derecho... la mujer no se mueve y yo atendiendo a los dos... a aquel que no corra, que nos espere... y a la mujer que avance rápido... y la mujer no quiere... y yo no me puedo levantar mucho porque me pongo al descubierto del soldado... Nos han echado como ochenta tiros los soldados... Sentimos cuando volvieron a cargar la cacerina nueva, pero no dispararon más... Nos dio tiempo a nosotros y yo arrastrando con esa mujer y llamando al tipo y de ahí rodando pa’ bajo... hasta que lo vi cuando pasó la montaña. Le grité y corro con la negra pa’ llá y alcanzamos al compañero entre una palazón grande de la montaña. Cuando llegamos ahí, es cuando uno de los soldados decide ir hacia el sitio donde nos había visto y dijo: “Coño de la madre... se fueron... pa’ donde cogieron...” Nosotros escuchamos y nos quedamos tranquilos ahí. Ya de tardecita, nos tiramos pa’ la montaña.
Ese grupo de soldados que me siguió primero estaba esperando a éste ultimo que venía de un recorrido de cuatro días por la montaña... eso lo supe después. Ellos lo estaban esperando. Por eso el campesino me dijo que los otros estaban por la montaña. Total que en ese tipo de tejemaneje, en ese tipo de situaciones, me pasé yo siete meses, pero en dos oportunidades me resolví montarles a los soldados una emboscada con el personal que tenía.

30 Lapos: pendejos, tontos.

Con Carlos Betancourt se perdió el contacto, porque el único contacto que había con él era el cuatro de enero y de ahí ellos me dejaron la zona pa’ que yo atendiera la base campesina. Que no la dejaba sola, porque yo me he podido salir de ahí en virtud de la agresividad del ejército, pero no quería abandonar a los campesinos. Entonces decidimos montarle la emboscada al ejército en un pozo... no llegan los soldados. Tenemos que retirarnos al otro día. Dos o tres días después, en la misma zona pero en otro pozo, le volvemos a tender otra emboscada. Los que van coger agua son dos o tres y los podemos joder con dos tiros rápidos de escopeta y un M1 que repite rápido... Pero no pudimos hacer nada... no cayeron.
Hemos pasado siete meses en la montaña con esa actividad y al final el ejército se fue retirando paulatinamente. Nos encontramos con que unos cuantos campesinos se acobardaron y ya no nos querían atender. Se puso mala la situación en contra nuestra ahí. Una cosa es cuando no estaba el ejército y otra cuando ya viene por primera vez, arremete contra la gente y la gente le coge miedo. Hay que tenerlo claro. Por eso si están diciendo que de Colombia están emigrando mucha gente pa’ Venezuela, yo entiendo eso.

“RUPERTO” ME LO PUSO GABRIEL PUERTA EN 1969.
Estamos cumpliendo siete meses en la montaña y recibo de Gabriel Puerta una carta donde me escribe: “Compañero, guarde las armas bien guardada, que no sepan los campesinos donde. Retírese de esa zona pero antes de hacerlo, dígale a los campesinos que va a salir pero que vuelve. Y de ahora en adelante usted se llama RUPERTO...” De aquí en adelante, mi seudónimo va ser Ruperto; me lo puso Gabriel Puerta en 1969 y es el nombre que utilicé hasta que salí de la clandestinidad en 1994. El “Viejo Ruperto”, me llaman cariñosamente los camaradas de Bander Roj.

Bueno, yo cumplo con las órdenes de Gabriel. Enterramos las tres armas; hablo con el campesino de confianza que tenemos más cerca por ahí y le digo: “Mi viejo, yo me voy... vamos a volver otra vez, no sé cuándo pero vamos a volver...”. Lo primero que hice fue bajar a “La Negra Flor”, que ya era un problema, con unos amigos campesinos. Entonces, yo tengo instrucciones de trasladarme a Maturín. Bajo con “Rafael”, el otro compañero, coge el camino montaña abajo buscando la zona de Caicara. Hubo muchos problemas sin mucha importancia. Llegué a Caicara y los compañeros hermanos de Juan Bautista Álvarez, que lo mataron en la zona de Cumanacoa, en el estado Sucre. Lo mató la Guardia Nacional a él y a otro gran compañero nuestro llamado Nolasco, cuyos cuerpos nadie sabe todavía donde están. Esos hermanos cuando yo llegué, luego de tres o cuatro días caminando, el sol y el hambre nos traía la garganta muy seca... nos sentíamos mal. Los muchachos nos atendieron las mil maravillas. Trajeron comida, yo no pude comer. Espaguetis con sardina, que me gusta tanto, no lo pude comer porque no me pasaba. Sin embargo me convidó uno de ellos a cazar unos conejos por ahí y fui con él. En eso nos encontramos unas patillas y yo me comí un pedazo, eso me alivió bastante. Al otro día si comí en la mañana y mandé a uno de los compañeros hasta Maturín a hacer contacto con la gente de la retaguardia. Ya Asdrúbal Guzmán no estaba ahí, estaba en otro lado. Me van a buscar en la noche y me meten en otra casa donde yo tenía unos viejos amigos y es en esa oportunidad cuando yo vuelvo a ver a la señora Cruz Jiménez, que la mandé a llamar con un compañero. Resulta que me agarró con una diarrea del carajo. En la noche nos vinieron a buscar y nos fuimos por la vía de La Ceiba, en dirección hacia Barcelona. La Ceiba es un lugar que queda pasando la recta de El Tejero. Ahí estaba Américo Silva, que había bajado por ahí para rescatarnos a nosotros y llevarnos a Cumanacoa. Nos encontramos, agarramos el camino y subimos. Hay un cerro allá, detrás, muy sonado, que se llama El Baúl; un cerro altote que se ve ahí y empezamos a subir. Tuvimos que atravesar ese cerro y bajar cayendo a la zona en donde estaba Gabriel, Carlos Betancourt y el resto de la gente. Ahí hicimos el contacto, nos incorporamos, andamos dando vuelta por ahí y paca. Finalmente, bajamos pa’ Cumanacoa.

Después que tuvimos ese problema nosotros en “Naranjal”. Hubo un choque entre ellos. Yo no participé en eso. El ejército se metió en esa zona de “Naranjal” también, cuando los compañeros estaban por ahí. Cuando yo llego, el ejercito se mete y se arriesga metiéndose en la zona montañosa; pero ya nosotros estamos ahora juntos, somos treinta y pico de hombres y los compañeros están dispuestos a pelear. Américo y Carlos con un grupo de gente valiosa y valiente, buena la gente, buenos los cuadros. Gabriel no está en ese momento ahí. Le hacemos Américo y yo un chequeo a una tropa que se acampó cerca. Estudiamos todo el sitio, porque la idea era caerle todo el grupo. Regresamos a donde estaba el resto de la gente y nos encontramos que ellos tenían montada dos emboscadas pero no tenían comida. Por no tener comida y por el temor de que el helicóptero se metiera y la gente que estaba regada por ahí y que no se sabía en qué momento se iba a ver una vaina; un campesino recién incorporado desertó. Ese día comimos con tres kilos de frijoles pa’ esos treinta y pico de hombres. Tres kilos de frijoles que Américo le quiso comprar a un campesino. El campesino estuvo hasta pidiéndole a los soldados permiso para pasar con un cargamento que se iba llevar pa’ Cumanacoa, tuvo la gentileza de darle tres kilos de frijoles. Con esos frijoles comimos ese grupo de gente a poquitico, a puñito. Sancochaos y más nada porque no teníamos más nada. Y aún así, con disposición a pelear. Pero deserta ese hombre y cuando hay una operación de este tipo y deserta alguien, esa operación tiene que levantarse. Rápidamente agarran el hombre por allá. El hombre tuvo miedo de correr más, se escondió y lo atajaron los muchachos escondio por un sitio y lo trajeron pal’ campamento. Se decide realizar una operación contra el hombre. Pero es un momento peligroso, muy peligroso. Se va realizar una operación, que también es dolorosa, pero en la guerra hay cosas que no se pueden dejar pasar... Todos los comandantes no estuvieron de acuerdo con lo que se iba hacer con el hombre, pero algunos tuvieron de acuerdo y esto permitió que se hiciera la operación... Mientras que un grupo, después que almorzamos, se acerca al campamento del ejército que Américo y yo habíamos chequeado. Acercásele pa’ combatilo, pa’ caele a tiro ahora. Destaco esto porque en verdad nuestra gente es una gente de pelea de verdad y ahí en esos días había que pelear, pa’ eso estabamos en la guerrilla. Si el ejército se mete a la montaña, decía Carlos Betancourt, no hay que dejarlo salir sin un rasguño... eso decía Carlos. Entonces, cuando estamos ahí después de haberse realizado la operación, que nos costó tener que dormir ahí, sentimos una explosión en el campamento de ejército. Ya los compañeros avanzaron pa’ llá. Lo que pasó fue que cuando los compañeros van llegando a un viejo campamento ahí, cerca del “Naranjal”, cerca de donde el ejército estaba acampao... nosotros estamos acampao arriba en un cerrito y abajo como a un kilómetro cerca de un río estaba el ejército... tal vez en línea recta menos distancia... Hay una casita en donde vivían unos campesinos nuestros, Américo va acercándose a la casa para ver si los compañeros están ahí y conseguir con ellos aunque sea un racimo de cambures pa’ comer ellos. Cuando van llegando, Américo le dice a uno de los compañeros, el enfermero, le dice: “Acércate al rancho y ve si los compañeros están ahí...” Cuando el enfermero se acerca ve que están los soldados y se regresa y le dice a Américo que están los soldados. El enfermero era el hombre más jodido que yo he conocido como guerrillero... A ese no le podían decir “ahí está”... no se lo podían decir... hizo lo que siempre quiso hacer y lo hizo varias veces... Agarró su AK31, que la sabía manejar a la mil maravillas, y se prendió pa’ llá. La negra Emperatriz (Guzmán) y los demás compañeros tuvieron que seguirlo, sin más organización. Él se tiró pa’ llá pa’ comerse esa gente. Le llegó a tiro y les cayó a tiros. Le pegó un tiro en la frente al teniente y se arma aquella plomazón. Cayeron unos soldados. No sabemos si seis ó siete, no sabemos. Lo que si sabemos, por lo que nos contó Américo, es que uno de esos soldados brincó rápidamente y se metió bajo una mata y ahí empezó a disparar. Porque eso de disparar en la guerra, aunque no esté hiriendo a nadie, eso es bueno... eso es positivo, tan positivo es que Américo no quiso asaltar el campamento donde estaban los campesinos presos por los soldados por temor a que en una de esas aquel hombre montado en la mata lo hiriera porque estaba bien apertrechado y era difícil bordearlo. Américo me dijo después: “En estas condiciones, con hambre, nos hieren a un hombre aquí, en esta zona, tan lejos de la ciudad y las carreteras...” Américo era un hombre acucioso y no quiso avanzar. La noticia dada por el ejército a sus comandos hizo que el ejército se metiera y tirara un bombazo. Esa fue la detonación que nosotros oímos. Esto ocasionó que Gabriel y Betancourt rasparan y cogieran camino por Cumanacoa, por la parte baja, llevando el ejército metido en la zona montañosa. Entonces Américo, que sabe que yo estoy atrás, se queda en el campamento... valiente, se queda ahí. Y bien por la mañana, como sabe que va venir por lo menos el helicóptero por la mañana a recoger los muertos que no los pudo sacar en la tarde, Américo se mete en un corte de caña que estaba más arriba, porque él creyó que el ejército iba a comer caña y ahí los iba a tirar cuando llegaran. Él tenía un grupo bueno. Nosotros que estamos arriba, bajamos y llegamos al campamento bien por la mañana. Encontramos ahí un cambur verde sancochao y me dije: “Esto es una señal...” Pero cuando estamos arrancando y llevamos cien metros de ahí tratando de salirnos de la zona, llega el helicóptero y empieza a regar plomo de arriba al rancho... Menos mal que ya habíamos salido de ahí. Y plomo y plomo y tiró una bomba más pa’ llá. No se nos ocurrió coger por una quebradita pa’ bajo que viene a tener en el corte de caña, por donde había pasado Américo; sino que seguimos por otra vía a la izquierda y por allá el ejército está echando bomba por ese lado. Dimos vueltas todo el día y en la noche; ya distanciado de donde estaba la tropa nos metimos en una casa que estaba sola. Ahí dormimos. Al otro día arrancamos y nos fuimos buscando contactos con otros campesinos de la zona.

31 Se refiere al fusil automático de asalto AK-47 de fabricación rusa.

Américo se quedó ahí tres días en el corte de caña, esperando que el ejército se metiera. No se metió. Como el ejército no se metió y no tiene bastimento, chupó caña y arrancó buscando la ruta que yo llevaba. Yo le dejé una señal más adelante, en un naranjal donde había muchas naranjas maduras, le dejé una señal y él dijo: “Por aquí pasó el compae...” Y él metiendo pa’ lante, metiendo pa’ lante. Llego a una parte muy conocida donde había un hombre que no nos quiso vender un cochino; yo le tenía recelo. Cuando vamos llegando a esa casa que está orilla de un río y había que pasar el río, se me ocurre salirnos del camino y tirarnos a la izquierda y atravesar el río por otra parte y seguir nuestro camino. Se le fue un tiro a un compañero cruzando el río... no le pasó nada. Dimos la vuelta, chequeamos bien y vimos los soldados que estaban acampadito en la casa esperándonos ahí. Nos hubieran barrido entrando al río si seguimos camino pa’ llá. Pero no nos vieron ni escucharon el tiro. Más adelante encontramos a un campesino, hicimos contacto con su mujer y después con él. Nos dice: “Compañeros, los soldados tienen tres días acampados ahí; hubieran pasado por esa casa y hasta ahí llegan...” Así pudimos evadir lo que podría ser una masacre contra ese grupo de cuatro guerrilleros que yo comandaba. Los soldados nos iban a ver primero... y nos iban a disparar primero…

Nosotros nos quedamos un día en la casa del campesino, nos atendió y nos dio comida. Salimos de ahí y nos ubicamos en otra casa cerca tratando de esperar ahí Américo, que no sabíamos en donde estaba pero si sabíamos que él andaba pendiente de nosotros. Porque esa era una zona de referencia para nosotros. Nos quedamos por ahí tranquilitos. Al otro día de haber nosotros pasado por ahí, el ejército salió de la zona. Se estaban acercando las primeras elecciones que ganó Caldera. Después que el ejército sale es cuando Américo llega a dónde estamos y se junta con nosotros en esa misma zona, le contamos que el ejército salió de la zona, que ya no está por ahí ya y entonces me dijo que nos regresáramos hacia adentro, pa’ un sitio donde descansáramos y recogiéramos un bastimentico y así seguir pa’ Cumanacoa, detrás del ejército que había cogido pa’ llá. Así lo hicimos. Regresamos y conseguimos un bastimento y emprendimos el camino pa’ Cumanacoa. Llegamos a las cercanías de San Lorenzo, donde estaban realizando las elecciones y vimos la Guardia Nacional que llegó en un jeep, hicieron unas ráfagas de disparo, guardaron las urnas de votación en el carro y se fueron. Nosotros nos quedamos ahí y no hicimos nada por impedir las elecciones porque no teníamos esa orientación. A partir de ese momento hacemos un esfuerzo y nos vemos con Gabriel y Carlos; quienes se trazan la idea de provocar en esa zona al ejército. Llegamos también a la conclusión que debemos bajar a Los Cañaverales y bajamos pa’ lla’. Llegamos, hacemos contacto con la gente, nos reunimos con los compañeros de Cumanacoa, conseguimos bastimento y un poco de cosas y empezamos a trabajar.

LA TOMA DE CUMANACOA.
Un día me dicen los compañeros de la dirección que yo tengo que regresar pa’ Monagas otra vez, a la antigua zona en donde tuvimos el cerco. Bueno, como a mí no me gusta preguntar, yo no pregunté para que iba hacer eso. Lo cierto es que me regreso con tres compañeros más. Llegamos sin dificultad a las cercanías de San Antonio de Maturín y con un dinero que me había dado Carlos Betancourt compré un bastimento para guardarlo por ahí, tal como él me dijo. Mandé a comprar el bastimento, pero un poquito antes oí “Radio Rumbos” que daba la noticia que un grupo de guerrilleros habían tomado pacíficamente Cumanacoa y que se había realizado posterior a eso dos combates en la zona; el ejército se estaba metiendo y los aviones estaban bombardeando la zona montañosa. El compañero compró la comida, la guardamos y yo pendiente de la cosa. La guerrilla había tomado Cumanacoa con Gabriel, Américo, Carlos y toda esa gente, en pleno día y en un día de carnaval del 69. Se dieron el gusto de enviarle cartas a la Policía y la Guardia anunciándoles que ellos iban a tomar pacíficamente el pueblo; que lo que querían era hablar con la gente, con la juventud y que si algo pasaba ahí los responsables iban a ser ellos. Hicieron su fiesta en Cumanacoa, la gente los recibió, los apoyó y ellos tiraron sus discursos y se regresaron tranquilos. Sabiendo que el ejército se va meter, entonces Gabriel toma la vía de “La Cuesta”, un cerro altísimo que hay que atravesar pa’ llegar a San Antonio de Maturín. Gabriel coge esa zona con un grupo bueno y Américo que lleva su grupo. Yo tengo la mala suerte de no andar con él en ese momento porque estoy en Monagas. Entonces, Américo llega y se instala cerca de San Lorenzo. Pero cuando llega al sitio donde va montar la emboscada, ya el ejército ha pasado a un lugar que llaman “La Trinchera”. Américo llega a un bosquecito, empieza a darle instrucciones a los compañeros y cuando está haciendo eso siente que por el camino llega un trote y es que la tropa ha entrado y ha pedido una información en un caserío que llaman La Trinchera y le han dicho que por aquí no ha pasado nadie, se regresan. Cuando vienen de regreso, es que Américo siente este trote que viene pa’ bajo y le dice a un oficial de la guerrilla: “Mira, ven acá...” El hombre se acercó y sin decirle nada, Américo le agarró el AK y se tiró pa’ llá, pal’ camino y de una zancada cayó en la cuneta y a partido la columna del ejército en tres rolos... La gente que pasó cuando oyó la plomazón echó a correr... cayeron seis soldados, los que no habían pasado echaron a correr pa’ tras... partió la columna de soldados en tres rolos. Entonces vienen los compañeros en su apoyo, se riegan en el camino y se hacen de todas las armas y el pertrecho que llevan los soldados muertos y heridos.

Por su parte, Gabriel espera un camión que va bajando de Maturín hacia la zona en conflicto y los agarra en una curva de la cuesta y le echaron una plomazón a Gabriel. No mataron a nadie pero hirieron a un oficial del ejército. Américo y Gabriel se retiran. Cada quien por su lado. Carlos está arriba y sabe del combate de la gente de Américo y baja pa’ saber que está pasando. Entonces ve que los soldados que no pudieron pasar de la emboscada de Américo se retiran y no pasó más nada. De ahí Carlos se retiró buscando la vía en donde estaba yo, porque tenía que llegar dos días después a reunirse conmigo.

Américo y Gabriel, que han hecho su trabajo, se encuentran en El Cañón de Arriba pero saben que en el límite de Sucre con Monagas ya un helicóptero ha puesto un pelotón de soldados en el camino por donde yo había pasado tres días atrás, que también ellos lo habían hecho en otra oportunidad. Se unen, pero no era conveniente pasar por la zona por donde habían pasado porque estaba minada de soldados. Me cuenta Américo que tuvieron un rato de aprieto muy fuerte, porque había un cañón muy empinado que tenían que atravesar y no podían porque no tenían ni siquiera donde aguantarse... era una especie de desfiladero sin monte y sin nada y ellos locos en ese cañón tratando de salir de ahí. Entre ellos viene uno de esos campesinos muy despierto, muy habilidoso y da una vueltecita por allá y llama a Américo y le indica un camino que con un esfuerzo grande y cierto equilibrio se puede subir por ahí. Tenían que pasar a unos dos kilómetros de donde estaba el ejército en la fila acampao. Efectivamente, lograron subir con la ingeniosidad del campesino. Uno a uno, agarrándose del morral, subieron por ese peladero pa’ rriba y atravesaron las filas distante de donde estaba el ejército... y cogieron la montaña. Cuando están en la montaña, viene la tropa y le caen a bombazo... por donde le tiran bombas ellos se apartan y así están unos días hasta que logran abandonar la zona sin ninguna baja. A estas alturas, ya Carlos Betancourt está llegando donde yo estoy. Los recibo y les doy el bastimento que les había comprado, porque ellos venían muy golpeados de tres días de marcha comiendo mal. Pasan tres ó cuatro días y recibo un emisario que me manda Gabriel... un hermano de Ramón Erasmo Guzmán... Julio César32, que estaba con nosotros. Gabriel lo manda hacer contacto conmigo pa’ que yo les preste auxilios en la zona donde estaban y los vaya a buscar. Pero yo no voy. Simplemente le doy unas ideas al compañero que vino. Eso me lo reclamó Gabriel después... me lo criticó... de muy buena manera... pero en todo caso una crítica que yo tuve que aceptar porque era correcto. Yo debía haberlo buscado, porque ellos tenían la fe que yo era baquiano en la zona. Total, tres días después pudieron salir de la zona y se unen al grupo de Carlos. Pero antes, ellos me mandan un enlace y me dicen que quieren hablar conmigo. Yo los busco y me encuentro con Américo; nos reunimos y lo llevo a un sitio y conversamos. Entonces, Carlos, que tiene cuatro días de descanso en la zona, sabe que en la zona en donde está, cerquita de El Palmar, está el ejército acampado, porque el ejército sabe que desde Sucre la guerrilla se mudo pa’ Monagas y sabe que están en una zona de base y está el ejército ahí tratando de pescanos. El ejército sabe que Carlos está ahí, lo que no saben es que Américo y Gabriel vienen también llegando ahí.

32 Julio César Guzmán moriría combatiendo en las filas de la guerrilla de El salvador en el año 1987.

Una noche que estamos haciendo comida, llega un emisario y Carlos le manda a decir a Gabriel en una nota que es inminente un combate al otro día... que el ejército sabe que él está ahí y que mandaran refuerzos... Al leer la nota, Gabriel y Américo se ven la cara y deciden bajar todos hacia el sitio y al llegar al sitio consiguen a la gente durmiendo y tienen que convencer a Carlos que había que retirarse, porque en las condiciones que viene esa gente, algunos descalzos, todavía sin descanso suficiente en una zona peligrosa, porque esa es una zona semipelada, de laderas, muy peligrosa... Que no más necesitamos que nos pongan el helicóptero encima y ya estamos listos... Me parece que Carlos, como no ha combatido en esos días, porque perdió dos oportunidades en la retirada, está desesperado por combatir y ha perdido la capacidad de análisis de la situación. Siendo más vivo y más despierto combate al ejército en una mejor zona y con ventaja. Estos llegan y lo convencen.

Atravesamos una noche oscura un paraje bastante delicado, bastante accidentado... por poco caigo de cabeza en la cuneta de una carretera, porque vengo caminando en lo oscuro y no me doy cuenta que me vengo aproximando a la orillita del barranco y la carretera queda abajo... ese no era mi día. Atravesamos esa carretera y nos metimos a un cafetal. Ahí descansamos y hablamos con unos campesinos. Al otro día decidió la comandancia partir la guerrilla otra vez. Carlos se dispone a quedarse en la zona porque ahí cerca donde estábamos durmiendo hay una zona que llaman “La Guanaguana”, que no es la de Sucre, y ahí ponía el ejército una alcabala de control en la carretera. Carlos dijo: “Si no están ahí horita, llegaran mañana y yo me voy a pegar esa alcabala...”

Gabriel sale con un grupo por un lado y Américo por otro lado. En esta oportunidad yo voy con Gabriel. Venimos buscando la vía de Caicara y Carlos se queda ahí. De ahí Carlos no pudo hacer nada porque no llegó el ejército; se pierde de ahí y coge para Caripe-El Guácharo. Al coger por Caripe-Guácharo tiene una escaramuza con el ejército el negro “Mariano” (Marcos Gómez) y es donde hieren y ponen preso a “Lanza”, cuyo nombre verdadero era Juan Chacón Lanza. Ellos vienen a un contacto por ahí y ocurre que se encuentran con un grupo de gente que están vestidos de civil en un pocito y cuando se acercan hablar con los tipos le caen los soldados por detrás y cada quien saca su arma. “Mariano” se retira violentamente y “Lanza” cae herido y se lo llevan. Allá en Cocollar33 lo quemaron vivo.

REUNIÓN CON DIRIGENTES DEL P.R.V.
Carlos Betancourt regresó de esa zona con esa vaina. Nosotros tenemos un choque en Aragua de Maturín, Américo Silva sale de esa zona y se va pal’ llano y Gabriel y yo nos quedamos ahí. En esa zona recibimos a Diego Salazar, a Carmelo Laborit, que recuerdo que me regaló un tabaco cubano y recibimos también a Alí Rodríguez Araque. Ellos vienen con el calor que produjo la toma de Cumanacoa y vienen buscando la unidad de nuestra guerrilla con la de Douglas Bravo. La gente del P.R.V.34 se fue y Alí se quedó un tiempo con nosotros. También se quedó Julio Escalona y otra gente de la juventud del MIR.

Allí estamos haciendo planes para abandonar ese sitio. Un día hicimos contacto con un compañero. El compañero quedó en irse con nosotros. Gabriel lo mandó a comprar unas cosas y el hombre no regresó. Ocurre que el muchacho tenía un hermano en el ejército y cuando fue a decirle a su mamá que se iba con nosotros, ella lo paró, le avisó a su hermano y éste lo convence y le saca la información. Nosotros estábamos acampao bien cerquita de la carretera negra en la orilla de una quebrada. Gabriel malicioso, escoge y manda a dos compañeros pa’ que se pongan a la orilla de la carretera, escondiditos ahí para que vieran los carros que pasan por ahí. Los muchachos bajaron diciendo después que habían visto un camión sospechoso, del Ministerio de Obras Públicas, que llevaban una gente que no parecían obreros, por la conversación. Iban cerrados, pero con la conversación que se escuchaba desde afuera parecían que no eran obreros. Esa fue la información. Entonces, Gabriel mandó a tres compañeros a un caserío cerca, que se llama “Manapire”, a ver si estaba el ejército por ahí. Y les dice: “Si está el ejército, se vienen, y si no está se quedan conversando con los compañeros esta noche ahí, vigilando la zona por ese lado y se vienen mañana...” Nos quedamos en el campamento, conversando hasta tarde y como los muchachos no vinieron ni hubo disparos, nos acostamos a dormir... sin guardia... eso fue un error nuestro, acostarnos sin guardia ese grupo de hombres valiosos. Yo duermo en la entrada del campamento. Llega una garuita35 a las tres de la mañana, me produce frío, me arropo bien y sigo durmiendo. Cuando son las seis de la mañana, yo siento que un grupo de guacharacas que estaban abajo en la quebrada, se despiertan y salen espantadas. Ese alboroto me despierta. Yo cojo entonces y despierto a Gabriel y le digo: “... Son las seis de la mañana y no tenemos guardia...” En seguida me dice: “Coja usted la primera y despierte a los demás...” Entonces cojo la primera guardia y me pongo detrás de una piedra viendo abajo pa’ la quebrada. Ciento un ruido, veo una mata que se mueve. “Son los muchachos”, pienso. Cuando se han movido más hacia delante distingo a un trigueño alto, que no era ninguno de los nuestros, con una boina negra y una camisa de kaki manga corta. Vienen dos adelante. Vienen exactamente a donde está ubicado el campamento. Venían por el camino pa’ donde van a coger agua, entonces yo estoy ahí tenso. Yo acostumbraba a dormir con mi fusil aprovisionado. Mucha gente le saca la bala de la recámara y la mete en la cacerina. Yo nunca hice eso, siempre me quedé con mi proyectil dentro de la recámara listo para disparar. Cuando yo veo que son dos soldados los que vienen. Retirarme no puedo... no me puedo mover... todo el mundo está quietecito. Ya Gabriel había mandado a Julio Escalona y dos más a coger posiciones más arriba, en la parte alta del campamento. Cuando los dos soldados están más o menos al frente del campamento, en un peladero, viendo pa’ los lados porque de espalda estaba yo y a buen tiro. Arrancaron pa’lante y todo el mundo está escondido. Yo cojo mi posición y Gabriel me llega y me dice: “Hágase acompañar con El Maestrico...” El Maestrico era un muchacho de Caracas, que me dice: “Si vienen la gente, usted dispara primero y yo aprovecho pa’ cargar...”


33 Se refiere al Teatro de Operación antiguerrillero de Cocollar, existente en las décadas del 60 y 70 entre los estados Sucre y Monagas
34 Partido de la Revolución Venezolana, desprendimiento del PCV ocurrido en 1965, dirigido por Douglas Bravo, Alí Rodríguez Araque, Francisco Prada, entre otros.

Empieza entonces la plomazón. Los soldados que está abajo concentran el plomo de tal manera que las ramas de los árboles nos caían encima. Después los soldados se cayeron, no dispararon más y nosotros tampoco. Vino un estampido de granada, parece ser que los soldados iban a tirar una al campamento, les chocó contra un árbol estallando cerca matando a unos soldados... eso no nos informaron unos días después que habían sacado la gente en lona de ahí. Gabriel se movió de su sitio y me preguntó cómo estaba la cosa. Yo le dije que llegó un hombre, yo le disparé y no se que se hizo. Después tiraron unos tiros pa’ bajo y de allá le respondieron con otros tiros,

35 De garúa: llovizna.

Considerando retirarse del lugar. Mandó a llamar a Julio y empezó a retirar su gente. Yo me quedé cubriendo la retaguardia. Cuando me di cuenta que ya el último hombre había arrancao, fui agarrar mi morral, metí unos corotico que habían quedado suelto por ahí y agarré y me fui detrás... nos unimos todos y yo agarré mi puesto de vanguardia. Cuando nos vamos acercando a la carretera Gabriel dice que hay un sitio ahí por donde tenemos que pasar que es probable que haya una emboscada, el sitio se prestaba para eso. Gabriel supo con razón que eso debía estar tomado por el ejército. Me dijo que había que pasar por ahí “patria o muerte” Contábamos con un grupo bueno, numeroso, que podíamos resistir una pelea con ocho soldados que tuvieran ahí. Nos acercamos a la cuneta de la carretera, observamos, no vimos ningún movimiento, brincamos al centro de la carretera, no vimos nada, brincamos más confiado a la otra orilla. Hicimos señas a los compañeros pa’ que salieran y pasaran. Pasaron todos y sentimos después que había salido un camión del caserío, que suponemos venía a tender la emboscada en el sitio porque había soldados en otras partes y ese era el mejor sitio para eso. Llegó un helicóptero, paro encima de nosotros y no logró vernos... no pasó nada... nos fuimos. Nos acampamos relativamente cerca de ahí, apoyados en una casita. De ahí salimos pa’ otro sitio que llaman “Chaparral”, a los pocos días. Allá resolvimos regresarnos pa’ tirarle una emboscada al ejército en el sitio donde habíamos chocado con ellos, entre Aparicio y Aragua de Maturín. Allí nos dividimos y un grupo sale a tirar la operación. Alí (Rodríguez), Tito (González Heredia) y otros compañeros más salimos a buscar un sitio para tirar otra operación. Era un momento defensivo realmente. Chequeamos una parte de la carretera Maturín-San Antonio, Maturín-Aragua y no encontramos un sitio donde tirar una emboscada. Los otros compañeros lograron una escaramuza ese día, pasaron unos camiones hacia allá, nos avisaron a nosotros los campesinos de Chaparral, entonces nosotros decidimos tomar la estación petrolera que está cerca de Maturín que se llama Orocual. En esa operación participamos: Alí, un grupo de compañeros de menor jerarquía y Tito González Heredia, que iba con nosotros. Alí Rodríguez se portó de maravillas en esa vez, discutimos mucho con él, que tenía una posición clara acerca de la lucha guerrillera.

Tiramos esa operación, hicimos lo que se debía hacer, se paralizó el funcionamiento de la estación, se le pegó candela a unas cosas ahí y nos retiramos. Al otro día en la mañana, montamos una emboscada en otro sitio esperando que pasaran los soldados que nos iban a buscar. No pasó nada, en la noche nos retiramos y nos fuimos buscando la vía de Caicara, donde estaban los hermanos Álvarez. Llegamos, nos ubicamos junto a ellos, anduvimos enconchaditos por ahí, hasta que llegó Gabriel y su grupo de las escaramuzas que había tirado por ahí y nos unimos. Ahí fue donde se planteó la salida de Julio Escalona, Alí Rodríguez y Gabriel Puerta para Caracas

LA DIVISIÓN DEL MIR, EL FRENTE Y FUNDACIÓN DE BANDER ROJ.
A los poquitos días vino la división del MIR. Nosotros con Gabriel por un lado y Julio con su gente por otro lado. Alí, por supuesto, no se quedó con nadie; regresó a reunirse con Douglas. Sin embargo Alí dejó entre nosotros a tres de compañeros que él había traído; esos eran “Goyito”, “Rafael” y “Lencho”; así llamábamos nosotros a estos compañeros. Por cierto, hace poco me encontré con “Lencho” en Cariaco y conversamos... “Rafael” cayó en una operación junto con Contreras Duque36 y “Goyito” lo fusiló el ejército en la zona de Los Molinos una vez que los compañeros se fueron para Caracas, que se dividió el Frente Antonio José de Sucre, en el año 1976; a mí me mandaron para esa zona de Los Molinos, estuve un tiempo por ahí, se metió el ejército y ahí fusilaron a “Goyito” y a otro campesino. Los demás pudimos escapar de la zona...

Ya nosotros sabíamos que se había dividido el MIR, porque estando todavía en Caratal de Buja, antes de meterse el ejército, viene un grupo de gente de Julio Escalona y me dijeron que había pasado algo que yo tenía que saberlo... que era que el Frente Antonio José de Sucre se había dividido, que Gabriel se había portado muy mal con ellos y creían que tenían el derecho de llevarse unas armas porque ellos habían trabajado mucho en el Frente. En vista de que yo no les hice caso, porque me llegaron hablando muy mal de Gabriel, yo les dije que tenía que hablar con él para que me explicara que pasaba; como yo conozco muy bien a Gabriel yo quería oírlo... Luego se convencieron de que yo no estaba dispuesto a irme con ellos. En el grupo mío estaba un hombre de ellos y en un descuido le dieron una orden al muchacho para que desertara de la columna. El muchacho esperó la ocasión de que yo fui a visitar unos campesinos en Caratal de Buja y cuando llegué en la nochecita al campamento me informaron que se había ido con morral y fusil. En la mañanita me fui pal’ caserío y lo encontré en una casa amiga. Le monté una emboscada con otro compañero, lo cogimos y lo llevamos al campamento. “Goyito” y otros compañeros querían que le pasáramos cuenta al muchacho desertor. Con la situación de la división, a mi no me pareció buena la cosa. Yo tenía la última palabra y decidí no fusilarlo. Tranquilicé a los demás compañeros y al muchacho le facilité un carro para que se fuera pa’ Maturín. Pero a los pocos días, “Goyito” recibió permiso de mi parte y bajó a Maturín con el propósito de encontrarse con unos amigos del P.R.V. para conversar sobre una cosa logística. “Goyito” fue preso en Maturín y da la idea de que fue delatado por el otro muchacho. El ejército lo llevó a la zona donde había estado y ahí lo fusilaron. Yo me retiré de ese caserío con un grupo de seis hombres más o menos bien armados, pero no se me ocurrió quedarme a combatir al ejército porque era un grupo grande de soldados. Lo que hice fue prepararme pa’ retirarme de la zona.

Estando nosotros en el llano, el compañero de contacto de Caracas nos informó que se había formado BANDER ROJ, un partid llamado Bander  Roj, que era nuestro y que la otra gente se había quedado con el MIR. Por supuesto que yo me encuentro involucrado ahí porque yo tengo tiempo trabajando con Américo en el Frente Antonio José de Sucre, tengo tiempo metido en el problema, entonces si se funda un nuevo partido donde está Gabriel y están todos esos compañeros que yo conozco automáticamente yo formo parte de ese organismo... así fue como pensé.

36 Vicente Contreras Duque, tachirense, dirigente de la juventud del MIR, participó en el Pleno Constitutivo de Bander  Roj  el 19 enero de 1970. Murió a manos del ejército en las cercanías de Las Pavas, estado Bolívar, en 1977.

Después vino Gabriel y nos encontramos en un caserío que llaman El Zamuro, en Monagas. Ahí llegó con otro compañero y me explicó lo que había pasado. Y me dijo además: “Usted se va ir conmigo y vamos a dejar a Salas Suárez y otros compañeros para que se encarguen del personal que usted tiene aquí y usted se regresa conmigo...”. Gabriel había trabajado ya con unos amigos pa’ que nos sacaran de esa zona. Fuimos amanecer ese otro día en Río Tigre, en la carretera que va pa’ Los Barrancos-Orinoco. Ahí nos agarró Asdrúbal Guzmán, que estaba trabajando en ese tiempo en Guayana; vino con un compañero de apellido Molina y nos trasladamos a El Chaparro, en Anzoátegui. Al otro lado de El Chaparro amanecimos, entonces Gabriel me mandó hacer contacto con sus familiares en el pueblo. Y a través de ese contacto realizó una entrevista con un militar que estaba por ahí y que es de El Chaparro. Tenía un hato por ahí, tenía negocios con el ejército, estaba viviendo bien... Gabriel tenía mucha confianza en él y ambos se querían. Cuando se encontraron yo vi como se abrazaron con mucho cariño. Yo no escuché lo que hablaron pero lo que si se es que Gabriel me dijo: “Viejo... usted no ha visto nada” .

A partir de ahí nos unimos con Carlos Betancourt que estaba en un lugar de esa misma zona que llaman Machaguas, un caserío que queda al sur de Puerto Píritu. El mismo militar, un tío de Gabriel y otro muchacho nos fueron a llevar en carro pa’ esa zona. Hicimos contacto con Carlos y estuvimos operando por ahí, haciendo algunas cosas: hablando con los campesinos, incorporando nuevos combatientes y montando emboscada al ejército. En ese tiempo estamos juntos Gabriel, Carlos, Tito y yo. Tito era correaje en ese tiempo; viajaba de Caracas pa’ la guerrilla, nos traía el arsenal y la noticia de allá y Américo estaba en otra zona. No peleamos mucho con el ejército en ese tiempo.

Recuerdo que ahí ocurrió un episodio. Un día recibimos la información que un compañero que mandó Carlos hacer una misión por ahí se dio un tiro en un pie y se le quedó la bala adentro. Entonces cuando Carlos recibió la información me mandó a casa de un amigo que yo había conseguido por ahí a buscar un carro que el hombre tenía para ir a buscar al herido y sacalo pa’ Caracas. Pero yo fui en una yegua y la yegua no podía caminar porque tenía los cascos enfermos y yo casi lloro en el camino pensando que la vida del compañero iba depender de esa yegua que no caminaba. Pero más alantico me encontré con un señor que yo no conocía bien, que lo había visto una vez que andaba sacando turas con un caballo. Le propuse que prestara ese caballo pa’ yo llegar rápido y el hombre aceptó. Le eché la pierna al caballo y en una sola carrera le caí al hombre allá y después vine a rescatar mi yegua otra vez. El hombre concretó a venir con el carro una hora después a encontrarse en el sitio en donde estaba Carlos a recibir las instrucciones últimas. Ocurre que cuando yo regresé al campamento con mi yegua estropea porque le dolían los cascos, me encuentro que el problema lo estaba resolviendo: a Tito, que de repente vino por ahí, le dieron la información y se esmachetó pa’ llá en un carro nuevo que tenía a buscar el compañero. Esa noche cuando el compañero bajó también venía Gabriel y yo mismo viajé pa’ Caracas con el herido porque también iba hacerme un chequeo médico.

Son un conjunto de episodios que se pierden en el espacio y el tiempo... uno por no anotar se van perdiendo. Te confieso que hay un conjunto de detalles que se me han escapado en esta conversación...

“PROTESTA” EN GUAYANA.
El trabajo en Guayana, a comienzo de los setenta, lo empezó Américo Silva con un grupo que le asignaron pa’ que fuera hacer ese trabajo. Estos eran: Américo, como principal, (Manuel) González Meyer, que se ocupa de la cuestión estudiantil, Roberto Rincón Cabrera, que se ocupa de la cuestión obrera, Gustavo Piñate, que se encarga del trabajo de barrio. A mí me tocó el sector campesino, reforzado con Argenis Veravierta que también va pa’ llá con su mujer. Creamos un periódico llamado “Protesta”. Al principio el periódico era regular pero mejora con las diligencias que hicimos por conseguir un multígrafo en San Félix y mejora también porque en la medida que los campesinos lo ven, les va gustando y van aportando información, información escrita incluso y Tito era el que se encargaba de mejorar todo ese material en bruto, así como estaba. Hicimos un buen trabajo en ese tiempo. Nuestro trabajo se centró en la labor campesina, hablar con gente y lograr casas para uso de la guerrilla y establecimos ahí una zona de alivio. Ahí trajimos guerrilleros enfermos, que tenían que pasar un tiempo fuera del monte.

“Protesta” seguía avanzando ahí y alborotando a todo el mundo. Entonces, la Guardia empieza a buscar la gente de “Protesta”. “Protesta” se levanta, empieza hacer un trabajo clandestino bastante sigiloso y su material es efectivo. Está publicando cosas ciertas, cosas y hechos que son importantes. Alborotamos la gente, politizamos bastante la gente en esa zona. Había una vez una escasez de agua en la zona y un grupo de gente recibieron el apoyo de “Protesta” y el periódico les dio toda la ayuda que era posible e hizo que un grupo de cuarenta personas fueran cien y tomaran el Concejo Municipal de San Félix. Eso fue un alboroto. Por cierto cuando yo fui a pasarle la información a Tito y al catire Rincón de lo que habíamos hecho, el catire me levantó la moral diciendo: “Eso lo organizó “Protesta””. “Protesta” era tan audaz que una vez hizo un señalamiento de algo que iba ocurrir y en la gente se formó una expectativa. Habíamos anunciado una información sobre un señor que estaba echando broma por ahí. El comisario de entonces para evitar esa expectativa, todo ese trabajo que estaba haciendo ese periódico, se armaron pa’ poner preso a quienes lo distribuyeran en la zona de Caroní. Ellos lo están esperando en una fecha determinada, en la fecha en que el periódico llega de San Félix a través de un correaje que viajaba todos los días y lo repartía entre quince o veinte grupos de distribuidores. Cuando se dieron cuenta, ya el periódico estaba en el caserío... llevaba tres días en el caserío y ellos no sabían cómo había llegado... la gente lo compraba, todo el mundo vigilante y el comisario y su gente no daban con la gente nuestra. “Protesta” aparecía en los negocios y pegados en las paredes y nadie veía nada. Una vez el comisario fue a su casa a cambiarse de camisa pa’ ir a San Félix a buscar ayuda de la Guardia y se encontró con que el periódico estaba en la sala. Ese hombre agarró una calentera...

LA MUERTE DE AMÉRICO SILVA.
Américo no viajaba con frecuencia a esa zona, a Guayana, pero una de esas veces que tuvo que viajar dijo que él le tenía miedo a esa zona... no le inspiraba confianza. Era porque la Guardia Nacional se mantenía por ahí cazando los madereros y como habían noticias que habían guerrilleros escondíos por ahí, entonces estaba alerta. Pero nunca dejó de hacer sus tareas. Una vez tenía que llevar unas armas para un entrenamiento y las llevó. Esa vez fue que me dijo eso. Otra vez recibió una información que en Caracas iba haber una reunión de alto nivel del partido, que tenía que participar ahí e iba a llevar una información completa de las áreas de trabajo que él tenía en sus manos. Me mandó un contacto un día con una nota que decía que quería hablar conmigo. Lo esperé en Las Pavas. Pero antes de que yo llegara mandó a su chofer a una bodega a comprar un refresco; el hombre buscó los refrescos, se lo bebieron y llevó las botellas. El bodeguero se dio cuenta que el carro no era de la zona, que los hombres tampoco eran de la zona y al poco rato se fueron a conversar conmigo. Llegó la Guardia al negocio y le preguntaron al bodeguero como estaba la cosa por ahí. El bodeguero les dijo que había un carro y una gente rara por ahí. La Guardia decidió poner una alcabala ahí mismo. Cuando Américo regresa unos minutos después, lo abordan y a Américo lo mandan a salir del carro y como va armado... y no es Ruperto... porque si es Ruperto, no hace lo que él hizo y estuviera vivo... Américo agarró al Guardia por el pescuezo y le puso la pistola por la espalda, sin mediar nada. El chofer, que era un guerrillero llamado Pedro Centeno Gómez, se zumbó del carro por el lado izquierdo, le dio un disparo a un Guardia y lo tiró herido en la carretera y se zumbó en una cuneta cerca de un cafetal que estaba ahí. Pedro después que le metió el tiro al guardia, los otros se agolparon a prestarle ayuda al herido; Pedro aprovechó y se fue pasando una cerca de alambres que le tiraron pero no le dieron. Luego que Pedro se les perdió, se concentraron en Américo, quien se deshizo del otro guardia que era el sargento, entonces corrió hacia el alambre pero ahí le dieron unos tiros y lo mataron. Así fue como perdimos nosotros ese gran compañero llamado Américo Silva 37.

Nosotros tuvimos que tomar medidas muy serias de seguridad para poder evitar la represión que se desató ahí, la vigilancia y la cosa esa. Después que pasó todo eso vino a sustituir en Guayana el flaco Tito González Heredia. Con Tito, el partido siguió avanzando y también “Protesta” siguió mejorando su calidad, su contenido y logramos que se mantuviera por un tiempo. Después finalmente pasamos el multígrafo para el caserío Las Pavas; ahí yo tenía veinticinco casas para diferentes usos.

Después me sacaron de la zona para otras tareas y vino Carlos Betancourt, después de la fuga del San Carlos38, y se encargó de ese trabajo junto con Contredilla (Vicente Contreras Duque) y él era el que atendía a la guerrilla que funcionaba en los llanos de Monagas y Anzoátegui.

37 La muerte sorprende a Américo Silva, comandante guerrillero y dirigente fundador del partid  Bander  Roj , el 31 de marzo de 1972, cuando una comisión de la Guardia Nacional lo acribilla en el kilómetro 27 de la carretera Puerto Ordaz- El Pao, en el estado Bolívar.
38 La fuga del Cuartel San Carlos, operación ocurrida en 1975 en donde lograron la libertad a través de un túnel construido desde el cuartel hasta la calle, algunos dirigentes presos del P.R.V. y Bander  Roj. En esta fuga escapan Carlos Betancourt y Gabriel Puerta, entre otros.

LA OPERACIÓN MOLINA PALACIOS Y LA FUGA DEL CUARTEL SAN CARLOS.
Yo no participé como activista del grupo de guerrilleros que se estuvo en Caracas un tiempo operando en función de sacar los compañeros del cuartel San Carlos. Pero yo tenía en mi poder, en Las Pavas, unos tres millones ochocientos mil bolívares guardados y cumplía el papel de administrar ese dinero. Y cada vez que Tito necesitaba algún dinero para cualquier cosa que había que hacer, él tenía conmigo un enlace de seguridad y yo le enviaba el dinero que me pedía. Ese dinero lo obtuvo Bander  Roj  en una operación que tiramos en Monagas, que se llamó la Operación de Los Molinos, que era el secuestro de los Molina Palacios; de ahí se obtuvo ese dinero, cinco millones de bolívares. Que por cierto pagaron bastante pronto. La idea era secuestrar a Perucho, que era el jefe de un grupo de hatos ahí, de siete hatos por lo menos, pero cuando lo agarramos, un día a las siete y media de la mañana, él iba con uno de sus hijos menores y pensaba yo, que era el jefe del grupo, llevarnos a los dos. Pero los muchachos que estaban asignados para hacer el registro de la casa se encontraron con que ahí estaba otro hermano de Molina que era un médico coronel asimilado del ejército, entonces, dejamos al muchacho y nos llevamos al coronel. Le deje el papel con instrucciones a un hombre llamado Gustavo Pérez Mijares, él mismo se identificó conmigo, le entregué el papelito y nos fuimos pal’ carrizo. Pagaron pronto... a los dos o tres meses. Con parte de ese dinero financiamos la fuga del San Carlos. Era nuestro interés sacar los compañeros que estaban ahí. Estaba Carlos Betancourt, Gabriel Puerta otros compañeros valiosos incluso unos del P.R.V. Habíamos inventado secuestrar otra gente39 para cambiarlo por los presos políticos. Fallamos en eso y como ellos estaban avanzando en el trabajo del túnel, entonces tomamos la decisión de reforzarlos en ese trabajo en lo que nos fuera posible. Fuimos nosotros los que desde afuera, encabezados por Tito, quienes esperamos a los compañeros cuando el túnel atravesó la calle y se abrió en una casa cerca al cuartel. Estuvieron ahí desde la siete de la noche, cuando tomaron esa casa, hasta dos horas después que salieron los compañeros. Tito (González Heredia) era el más importante de los jefes guerrilleros que comandó esa operación; que desde que comenzó estuvo, por cierto, montado en el techo con su FAL40 apuntando hacia el Cuartel San Carlos que quedaba al frente; sudando castor ahí pero parado firmemente ahí para impedir que viniera un pelotón de soldados a echanos broma en la casa o a los compañeros que estaban ahí. Total que fue una acción muy importante esa fuga de los compañeros. Ahí salieron compañeros del P.R.V., entre ellos estaban el catire Morales Rossi, Alí Torres y otros compañeros que no recuerdo sus nombres pero era un grupo de 23. Habíamos preparado una logística cerca de donde estaba un Cuartel del ejército, Guaicaipuro creo que se llama. Al frente de ese Cuartel, que le pusimos el nombre de “la embajada”, ahí estaba todo el material que se necesitaba: ropa, armas, agua, comida, cobija, todo y todo pa’ que los compañeros pasaran una semana de reposo ahí. De ahí nos planteamos una caravana que tiró por Santa Teresa del Tuy, pasando por Altagracia de Orituco, costeando la vía de Lezama para salir a Chaguaramas, en Guárico. De allí fuimos a reunirnos en un sitio que llamamos “Salicari”. Allí participó también en esa reunión Ernesto Virla, que era un cuadro bueno, que después se fue del partido porque expuso una tesis que estaba fuera del perol.

39 Ruperto se refiere a Lorenzo Fernández, importante dirigente para la época del partido COPEI.
40 Fusil Automático Liviano, armamento de gran potencia usado por las Fuerzas Armadas Venezolanas.

LA DIVISIÓN DEL FRENTE ANTONIO JOSÉ DE SUCRE.
Yo quiero pararme aquí para considerar otra cosa: yo me di cuenta que en el partido ha habido gente que ha tenido criterios diferentes de cómo nosotros hemos hecho las cosas pero precisamente cuando les ha tocado actuar, como fue el caso de Pablo Parra Hernández y Carlos Betancourt, entonces se desbaratan, se descontrolan, se pierden. Porque parecieran que no tienen el pulso adecuado para sobrellevar un proceso de lucha en donde unas veces hay que quedarse quieto, otras veces hay que actuar y otras veces hay que hacer otro tipo de cosas; sino que quieren una línea recta. Tenemos unos hombres armados, vamos a darles hoy, vamos a darle mañana, vamos a seguirle dando y los guerrilleros no pueden... Eso pasó con Mao (Tse Tung), eso pasó con nosotros, pasa con los guerrilleros colombianos... no pueden operar todos los días. Hay momentos de que tienen que ocuparse de otras cosas, pero esto requiere de una visión ajustada a lo que es el manejo de la guerra que te permita saber cuándo debes operar y sobre qué. Cuando tu puedes liquidar, por ejemplo, a un chismoso... porque no siempre a un chismoso se puede matar... ¿y sabes por qué? Porque primero hay que averiguar las relaciones que ese chismoso tiene con el resto de la población que uno también anda buscando incorporar a la lucha de alguna manera, de alguna forma. Cuando ese hombre goza de simpatía en una comunidad es un error político matarlo. Pero gente que no analiza esto ni maneja esta concepción de la lucha, pues le dan ganas de matar a un hombre porque lo sapeó y lo matan sin mediar... luego se le viene el mundo encima.

Volviendo a lo de la fuga, un refuerzo significó la salida de los compañeros porque eso ocasionó que dejáramos a Pablo Parra Hernández en la dirección política del Frente Antonio José de Sucre; Carlos Betancourt ocupado de todo el trabajo que hacían Américo y Tito en Guayana, reposado con un buen hombre, el gochito Contreras Duque. Eso resultó muy provechoso en esa época, lo malo es que a medida que pasa el tiempo nosotros nos fuimos metiendo más en el trabajo de masa en Caracas y en otras partes; Pablo Parra y Carlos seguían manteniendo una concepción equivocada de la guerra: “teniendo un grupo de hombres capaces de pelear, tenemos que tenerlos todos los día peleando”, decían ellos. Por esa razón, por ser conocidos como tal, cuando se dividió el Frente Antonio José de Sucre, Gabriel dijo: “ A esos les voy a dar un año y medio de plazo... pa’ que el gobierno los escoñete...” Eso fue en 1976, nosotros fuimos a conversar con Pablo y Carlos que estaban expresando dudas sobre nuestra firmeza revolucionaria, nuestra condición de militantes revolucionarios; ellos decían que nosotros éramos pequeño-burgueses, que nos estábamos regodeando con la burguesía. Y nosotros los que estábamos haciendo era ampliar más la capacidad del partid. Ellos no querían a los profesionales, digamos, abogados, médicos y estudiantes de altos estudios que se estaban incorporando. Gabriel y Tito se estaban metiendo mucho en eso, buscando y estaban logrando un avance en ese sentido. Pero aquellos, con una concepción muy militarista pensaban que ese no era el trabajo que debíamos hacer, lo que había, según ellos, era pelear, pelear y pelear. Teníamos un grupo de 60 hombres bien armados en la guerrilla y con eso había que pelear. Esa era la misma concepción que manejaban los cubanos, porque cuando yo estuve en Cuba a nosotros nos dijeron que en Venezuel lo que se necesitaban eran bolas (testículos); los cubanos nunca pensaron que en su país las cosas eran distintas a las condiciones que existían en Venezuel, nunca pensaron en eso. Entonces estos compañeros, Carlos Betancourt y Pablo Parra, tenían esta concepción y se la trasmitieron a Cardiel, que era en aquel entonces el comandante del Frente Antonio José de Sucre.

Se reunió entonces el Cuarto Pleno Nacional de Cuadros del partido, que era el más alto nivel de dirección en aquel entonces, en un sitio que llamamos La Fortaleza, cerca de El Chaparro, estado Anzoátegui. Allí asistieron Argelia de Silva (esposa de Américo), Manuel González Meyer, Diógenes Sierralta (Ricardo Ochoa), “Chico Malo” (Eder Puerta), Gabriel Puerta, Tito González Heredia, Antonio Arias, Vicente Contreras Duque, Armando Díaz y yo. Con Carlos Betancourt estaban y estuvieron en el pleno: Pablo Parra Hernández, Argenis Veracierta, Lares (un obrero con ese seudónimo) y Cardiel. Resulta que nosotros no queremos aceptar el planteamiento que ellos hacen en un documento de noventa páginas; se sienten excluidos de las discusión porque sus planteamientos no calan, decidieron entonces separarse y quedarse con el frente guerrillero. De ahí mandamos rápidamente a un compañero a Caracas a gestionar las cuestiones y a presentar públicamente la decisión de nosotros de expulsar a esos señores, para que no se quedaran con el nombre de Bander  Roj.  Porque se trazaron un trabajo de debilitamiento hacia nosotros, llevándose una buena parte de nuestra militancia, principalmente de las bases campesinas; pero no pudieron hacerlo con todos. Nosotros nos quedamos arriba unos días.
Te confieso que esos días de la división yo me sentí mal porque el Frente Guerrillero Antonio José de Sucre es una criatura que yo ayudé a formar, que yo ayudé a nacer con Américo Silva. Muerto Américo Silva, quedaba yo, como uno de los principales hombres representantes de ese frente. Uno de los representantes porque el otro es Gabriel Puerta Aponte. Nos dolió de verdad verdad a los dos. Yo le propuse a Gabriel en esos días: “Vamos a fundar otro frente porque tenemos una experiencia”. El me dijo: “No. Lo vamos a fundar pero no ahora. A estos el gobierno los va liquidar a todos, porque estos van a cometer locuras con estos hombres y después que ese frente termine montamos nosotros el nuestro.”

Efectivamente, cuando yo caigo preso ya el Frente Antonio José de Sucre se ha ido desmoronando; unos cuantos cayeron presos, Pablo Parra fue expulsado de su seno, por donde quiera tenían un grupo, empezaron a extorsionar gente, se echaron medio mundo encima, el gobierno lo paleó, les cogió un poco de presos, trece se metieron a sapos; todavía queda uno por ahí dando vueltas, los otros no están por ahí, pero todavía queda uno que es Gilberto Rabanales, el mismo responsable de la masacre de Cantaura. A ese lo incorporamos nosotros carajito, lo enseñamos a leer y escribir.

TRAS LAS REJAS EN LA PICA.
Luego del Cuarto Pleno, sigo trabajando en el proyecto Granadillo, los sigo extendiendo. Ese proyecto es la construcción de una base de alivio para operaciones de la guerrilla, en donde podemos meter hombres al descanso, enfermos, tirar operaciones financieras; había un grupo bastante bueno trabajando y teníamos bastantes recursos y simpatías en la zona. Llegué a comprar una parcela, que tenía un rancho y tenía un compañero en la parcela. Tenía dos carros y viajaba constantemente. Teníamos unas gallinas ponedoras y una siembra ahí. Compro también una casa en Santa Teresa del Tuy y tengo un enlace de seguridad. Es ahí donde estoy trabajando. En Santa Teresa caigo preso. Yo mando mi enlace pa’ Caracas a buscar una información. Entonces el muchacho salió por la mañana y tenía que regresar en la tarde y no lo vi. Yo estaba trabajando hasta la una de madrugada redactando un artículo para la prensa del partido pero más que todo esperándolo a él. Al otro día por la mañana, eran las diez y no había venido y empecé a sospechar. No me fui inmediatamente por hacerle caso a la señora quien me ofreció comida antes de salir. Y es cuando ella misma me avisa que había un carro extraño afuera en la casa. Veo que sale uno con una metra41 y se va detrás de la casa y dos más se ponen en la puerta con sus pistolas. Entran, hacen un registro en la casa, empiezan a investigar a la mujer y yo me sentí incómodo por mi error. Se me acerca uno y me pregunta: “¿Quién es usted?”. Yo le respondo: “Soy Francisco Jiménez”. Me agarraron y arrancaron para Monagas. Estuve unos días en Chaguaramas y después me pasaron con Chicho y Antonio Arias, los que habían caído en el contacto, y nos pasan para la Dirección de Inteligencia Militar (DIM). En la DIM cometo otro error que es dejarme padronear con un soldado, porque no quise agarrarme con él en el calabozo y eso ocasionó, con toda la razón, una sanción de dos años fuera de la dirección y una autocrítica escrita. De allí me sacan y me meten en la Cárcel de La Pica, que queda cerca de Maturín. Desde el momento que yo llego, la señora Cruz Jiménez me va a visitar y pasa todo un año, los fines de semana, visitándome. Las muchachas también van. El que no va es Ignacio, mi otro hijo, porque estaba sirviendo en el ejército en ese tiempo. Tuve problema con los compañeros que estaban también presos que, como estaba sancionado, me prohibieron la relación con Argelia de Silva, la señora de Américo Silva, que siempre me tuvo cariño y me visitaba. (Andrés) Cova Mata42, que era el jefe de la célula de los presos políticos, me lo prohibía. Éste se portó muy mal conmigo en ese tiempo. Pero muy mal. Una vez me dijo algo que me desarmó un poco, me dijo que hablaba mucho pero que decía poco, era verdad eso; me recomendaron que mejorara y yo en una próxima reunión traté de mejorar y después que se terminó esa reunión le pregunté acerca de mi esfuerzo por mejorar y me respondió sin ánimos. Y después en una nueva reunión y contó lo que yo le había preguntado y dijo que sintió asco... que sentía asco con mi presencia ahí... así mismo me dijo el compañero. Ahí recordé las palabras que me dijo Carlos Fariñas: “en el partido, comunistas todos no son...” Y tan no son que Cova Mata se fue del partido en 1988. Total que de tanto estar ahí, un día le dije a la señora Cruz: “Por favor, no vengas más por acá... ya tenemos un plan pa’ fugarnos.” Ella entendió eso.

EL FRENTE AMÉRICO SILVA Y LA FUGA DE LA PICA43.
En esos días se estaba concretando el nuevo frente guerrillero que estabamos esperando después de la división. Ese nuevo frente era el “Frente Américo Silva”. Ya los otros se habían acabado, se volvieron chicha, tal como lo dijo Gabriel, por eso es que yo confío mucho en él, porque es un hombre analítico, un hombre que piensa, que se maneja bien...

41 Ametrallada dora.
42 Quien se separa de Bander  Roj  en el año 1988, tras un fallido intento de dividir el partido.
43 El Frente Américo Silva (FAS) se funda el 8 de mayo de 1977; la fuga de la cárcel de La Pica ocurre el 14 de agosto del mismo año, siendo ésta la primera operación-rescate del FAS, que llevó por nombre “Vicente Contreras Duque”, muerto por el ejercito ese mismo año en Las Pavas.

Quien estaba dirigiendo el Frente Américo Silva era el compañero Pedro Véliz Acuña, que tenía un grupo a su cargo, montando lo de la fuga. Se había acelerado el proceso de la operación, por eso le dije a Crucita que no fuera más y salimos... Lo que también pasó fue que no se dieron las cosas tal como estaban planificadas; ellos debían llegar a tomar el guardia en la garita y cortar la cerca para que saliéramos nosotros, pero no fue así. Ellos no pudieron entrar, no pudieron llegar. Había un aguacero muy fuerte y no pudieron llegar. Apenas lograron meter los carros cerca de ahí, donde estaba convenido y nosotros tuvimos que tomar la delantera, la iniciativa en la salida. Ellos se demoraron haciendo un trabajo que debí haberlo hecho yo, que era mantener preso a un vigilante que se mantenía en un pasillo. En vez de dejarme que yo hiciera ese trabajo, me dejaron encerrado en el salón de visitas y se fueron los dos jefes a poner preso al vigilante, que eran los únicos que sabían donde se iban a poner los carros que nos iban a recoger a boca de jarro. Se delató la operación cuando un señor, que era jefe de los vigilantes de ahí, vino y se encontró con que los presos se estaban yendo. Se formó la gran alarma y empezó el tiroteo sin saber a quién le estaban tirando y nosotros bajo ese tiroteo se picó la cerca y nos fuimos. Yo y ocho compañeros más tuvimos que coger el monte. Estos eran: el Chicho Noguera, que era mi correaje en Santa Teresa; Antonio Arias, que era hombre de seguridad de Tito en Caracas; el catire Morales Rossi y con él otro compañero del P.R.V.; Luis Calma, un estudiante de derecho; un preso común; un muchacho que nosotros llamamos “El Bombito”, de Cumanacoa, primo hermano de Cardiel y “El negro Domínguez”, el negro Ventura lo llamábamos nosotros. Éramos en total nueve compañeros. En los carros se fueron cuatro nada más: Cova Mata, Lugo, el catire Rincón y otro compañero. Nos tiramos al monte y el ejército se creyó que toda la gente se había ido en los carros y no hizo muchos esfuerzos por buscarnos en el monte; dieron una vueltecita pero no nos vieron. A los cuatro días nos recibieron los hermanos Carlos y Bernardo Hermoso juntos a Pedro Arturo Moreno; nos agarraron en la carretera, poniendo en práctica el plan alterno y nos sacaron de la zona. Fuimos a parar a la parte baja de La Mesa de Guanipa, en Monagas, en un campamento del Frente Américo Silva. Cuando estoy en el Frente, a los dos días, nos hacen a Gabriel y a mí una entrevista la periodista Irma Barreto, de la revista Resumen. Cuando salió publicada la entrevista a ella la metieron presa en Tocuyito y después tuvo que salir del país. Más nunca volvía a verla.

“ESTABA EN MARACAIBO CUANDO RECIBÍ LA TRISTE NOTICIA DE LA MASACRE DE CANTAURA”.
De allí me sacaron un tiempo después de estar en el Frente Américo Silva, para el Zulia. Para que me ocupara de hacer un trabajo similar al que había hecho en Las Pavas, pero ahora con obreros; concretamente en Tiajuana. Ahí también hice un buen trabajo, tenía entre veinticinco y treinta casas para montar muchas cosas: reuniones del Comité Político Regional, conchas, reuniones con los obreros, estudiantes... en contacto con el compañero Asdrúbal Guzmán Cordero que ya estaba por ahí, medio enconchao, pero siempre iba por ahí a llevarme el informe. Estando ahí fue cuando vino la triste noticia de la masacre de Cantaura. Me enteré porque tenía un contacto en Maracaibo, un día a las ocho de la mañana, él se presentó con el periódico en donde reseñaba la noticia. Eso me dolió mucho, me incomodó, porque entiendo que esa operación la da el gobierno por un grave error cometido por los compañeros de la comandancia. Porque fíjate tu lo que pasa: Los compañeros han tirado un conjunto de operaciones exitosas y parece que eso los pone en una línea recta, aparece entonces al lado de la emoción la confianza en sí mismo por esa serie de éxitos alcanzados. Saben que el gobierno los andan persiguiendo; los corrió en el Golfo de Cariaco, los corrió en Barbacoa, en donde mataron dos guardias esos compañeros, sufrieron también la retirada; aceptaron a un hombre que se había quedado con el Frente Antonio José de Sucre, que luego ese frente se perdió y el hombre se metió a sapo y vino a buscar incorporación al Frente Américo Silva cuando estaba con el catire Rincón y le dan incorporación otra vez en la guerrilla. Ese hombre es Gilberto Rabanales44, el llamado “Inti”, incorporado por nosotros allá en San Mateo cuando tenía 14 años, le enseñamos a leer y escribir, lo formamos como un buen combatiente pero se dejó embaucar con Pablo Parra y luego terminó siendo un sapo, mano derecha de López Cisco. Hoy anda por ahí, que no se en donde anda, pero anda por ahí. Bien, entonces se dejan meter a ese señor. El catire Rincón se propone tomar Cantaura el 12 de octubre de 1982, para después quedarse tranquilo; así me lo manifestó en una reunión que tuvimos en Valencia, la última. Iban a tomar Cantaura y se instalan alrededor de un mes antes, primer error. En un sitio casi pelao, con ese sapo adentro, estaban muertos desde el comienzo. Y el sapo entra y sale cada vez que le da la gana. Llega un momento en que el sapo le propone a la guerrilla por donde iban a hacer la retirada si ocurría algo. Y el hombre ha logrado impunemente sin que nadie sospechara en la guerrilla montar toda esa operación con (Henry) López Cisco45, en donde participó el ejército de Monagas, la aviación, la DISIP, todas esas fuerzas y pum!! echan ese cuento en lavativa. Eso es lo que me duele... que la comandancia no piense su verdadera responsabilidad en función de su personal, lo que significa todo eso, perder veintitrés compañeros así. Entonces los compañeros no aprendieron nada de eso y nadie sospecha que “Inti” es un sapo y se dejan guiar por él y ese logró preparar esa operación a las mil maravillas y por supuesto cuando llegó el momento de actuar, faltan unos días pa’ que se diera la operación, la que ellos pensaban tirar en Cantaura; el avión que dispara y que en una acción disuasiva, cayó la bomba y se oyó la voz del catire que decía: “Arriba, levántense, vámonos...” Y arrancaron y se fueron por el camino que estaba trazado y allá lo estaban esperando y cayeron los casi veinte que se fueron por ahí.

44 Rabanales luego ingresaría como funcionario activo de la DISIP. Es puesto preso en el año 1994 tras ser sorprendido in fraganti en la colocación de unos niple-bombas en el estado Zulia, actividad en la que no se descarta la participación intelectual de Henry López Cisco.
45 Ex comisario de la DISIP, involucrado con las masacres de Cantaura (1982), Yumare (1985), El Amparo (1988) y el carro-bomba del CCCT (1994), único caso por el que pagó un corto presidio.

Se salvaron los que no pudieron llegar a tiempo, los que se quedaron rezagados atrás dirigidos por un hombre que llamamos “El Camarita”46, un viejo campesino que cuando oyó los tiros adelante se dio cuenta de la situación y se retiró en sentido contrario chocando algunas veces con piquetes de tropas que estaban por ahí esperando participar en la cuestión, pero lograron salvarse. Ellos incluso en la retirada llegaron una noche y chocaron con una patrulla que estaba en la sabana y ahí se les acercó un capitán de civil, se puso incómodo el hombre y lo liquidaron. Y un par de soldados se fueron con la guerrilla; ellos fueron los que guiaron esa guerrilla pa’ que no cayeran en otra emboscada más adelante. Los soldados los llevaron por el camino en donde no chocaran con nadie. En el campamento guerrillero habían cuarenta y un hombres y mujeres, matan veintitrés por lo que de esa masacre se salvan dieciocho combatientes. Entre los vivos quedó un compañero que le decían “Patán”47, no se su nombre; ese compañero no se fue con “Camarita” sino que se quedó metido en un hueco, se echó un poco de hojas y pasó toda la temporada de búsqueda del ejército en la zona. Después cuando sintió que no había nadie por ahí, salió y se embarcó con unos hacendados, unos muchachos, consiguió con ellos un dinerito y dejó el arma ahí pa’ irla a buscar después; la fue a buscar y no la encontró más nunca, pero logró salirse de la zona. Por otro lado estaba Camarita, un muchacho de los andes que llamábamos “Mariano”48. Del resto de los nombre no te puedo decir quiénes eran porque no los conocía; lo cierto es que ese grupo de dieciocho compañeros se salvan. Luego viene la reconstrucción del frente.

46 Cuyo verdadero nombre es Alejandro Velásquez, quien se separa de Bander  Roj  en el año 1992.
47 Que en realidad se llama Cándido Montilla, de Barinitas estado Barinas, quien fue preso político en La Pica, por razones distintas a los hechos de Cantaura, en el año 1987 y salió en libertad veinte meses después. Actualmente vive en Barinas y sigue militando en Bander  Roj .
48 Su verdadero nombre era Alirio Quintero, natural de Mérida, quien años después murió abaleado por los cuerpos de seguridad en Santa Inés, estado Anzoátegui, en el año 1987.

LA RECONSTRUCCIÓN DEL FRENTE AMÉRICO SILVA.
Después de haber pasado todo eso, a mi me llaman del Frente para que me reincorpore al trabajo de reconstrucción con los compañeros de la retaguardia. Ahora estaba de responsable de esa reconstrucción el compañero que llamamos Diógenes Sierralta49, que fue oficial del Frente Antonio José de Sucre y de los pocos guerrilleros que se quedaron con nosotros después de la división. Es un buen hombre, un buen compañero. Ese es el hombre que recibe la encomienda de reconstruir el Frente. En esa reconstrucción entra también “El Camarita”, el que había salvado; el Negro Tacoa (Rubén González), quien también viene del Frente Antonio José de Sucre y que se quedó con nosotros; “La Negra Violeta” (Alba Rosa Barreto), un gochito que llamábamos “Teo” y estaba también allá “Redondillo” (Pedro Martínez). Toda esa gente estaba allá y yo creo que el último en subir fui yo. “Chespirito” (Carlos Hermoso) también subió antes que yo y bajó antes que yo subiera. Total que ellos empezaron hacer su trabajo y después vengo yo ayudando en eso. Cuando creímos que habíamos logrado la reconstrucción y habían creo que dos destacamentos más o menos organizados. Yo formaba parte de uno con el Negro Tacoa y el Camarita. Participamos en ese trabajo, creo que lo hicimos bien, en muy malas condiciones económicas, con serias dificultades, pero jugamos un buen papel en eso durante ese tiempo.

“LA GUERRILLA ESTABA PERDIENDO VIGENCIA Y AMÉRICO SILVA FUE EL PRIMERO QUE LO DIJO.”
Cuando se consideró que estaba consolidado el trabajo el grupo en donde yo estaba se tiró para la zona de Sucre y el otro grupo pal’ llano. Al final ambos grupos tuvieron que unirse de nuevo porque no tuvieron éxito en ese desplazamiento; las condiciones políticas para la existencia de la guerrilla estaban desmejorando bastante. Ya Gabriel lo había advertido, lo había advertido Américo Silva también, cuando una vez me dijo: “Yo voy a pedir en la próxima reunión un receso de las operaciones. Nosotros hemos tirado varias operaciones y el pueblo no se motiva, no se incorpora... entonces, no vamos a seguir gastando pólvora en zamuro... vamos a ver cómo hacemos, que orientación le damos a la guerrilla para ver como soportamos toda esta situación y la mejoramos más adelante.” Pero yo no sé si Américo planteó eso, lo cierto es que más tarde aparece Gabriel reconociendo que ya la guerrilla rural venezolana había perdido su vigencia histórica, pero no puede abandonar la zona de combate, la zona donde actúa porque primero, pienso yo, se podían exponer a que lo mataran en la ciudad; en segundo lugar, significaba entregar las armas, pacificarse y adiós guerrilla, adiós revolución. Y ninguna de esas dos cosas estaban planteadas para nosotros. Fue necesario esperar a que se produjera un hecho de cual no hemos hablado todavía, que es la participación de Bander  Roj  en el alzamiento del (año) 92.

49 Cuyo verdadero nombre es Ricardo Ochoa, quien participó en el pleno constitutivo de Bander  Roj  en 1970 y en la actualidad es miembro del Comité Central de Bander  Roj .

EL FRENTE SUR.
No recuerdo cuantos meses estuve en la etapa de reconstrucción del Frente... pero sí que me sacan de ahí para el estado Lara con el propósito de montar el Frente Sur, que era un proyecto de guerrilla en el occidente del país. En esta tarea se va “El Camarita” conmigo. Pero ocurre que había una situación peliaguda entre “El Camarita” y yo. Parecía que la dirección del partido no estaba segura de quien debía dirigir ese nuevo equipo de trabajo. Por un lado se hablaba con Ruperto porque es un hombre que tiene experiencia, un hombre bastante del partido y por otro lado el Camarita. Pero a mi juicio ese proyecto fue una cosa que se pensó, un deseo por hacer algo pero sin condiciones para llegar a alcanzarlas. Esa es mi opinión hoy en día. Parecía que no había interés, no había la disponibilidad de los recursos ni el interés firme de hacer eso.
Yo estoy reconociendo la zona, he viajado por varias partes, he estado en todos esos montes viendo la cosa. Estoy exigiendo recursos de un carro porque en el plan hay la disposición de que tengamos por lo menos seis compañeros explorando varios sitios que una vez que pasan un tiempo ahí, los recogemos y así los estamos moviendo constantemente. Entonces no tenemos un carro y yo exijo que me pongan en las manos una camioneta, tengo un grupo de compañeros ubicados allá, buenos los compañeros. Se va pasando el tiempo, no consigo respuestas y yo con una mujer y una niña y me tengo que poner a trabajar, sin perder el contacto con el partido pero sin avanzar en el proyecto. Me tengo que poner a sembrar, a limpiar fondos, hacer cercas y otras cosas para poder mantenerme con la familia que tengo allá. Porque la situación económica del partido era caótica y tenía que darle para comer a unos muchachos que teníamos enconchados. No pudimos hacer nada y no vi en la dirección principal del partido un esfuerzo, un impulso. Y yo me fui también quedando en el aparato; psicológicamente no había ánimo para dedicarse a montar ese nuevo frente, no habían condiciones, realmente no había condiciones...

EL 4 DE FEBRERO.
El cuatro de febrero de 1992 me agarra en Barquisimeto. Yo de eso estoy informado. Por cierto me tocó venir a Caracas a preguntar cuando era que se iba realizar esa cuestión porque se venía posponiendo y posponiendo de una fecha para otra. Mi responsabilidad concreta era hacer un depósito para guardar unas armas que nos iban a dar, esa fue la orientación que recibí. Creo que algunos compañeros pensaron que nos iban a dar unas armas a nosotros antes que se diera el triunfo; yo tenía la idea de que no lo iban hacer, pero esa idea la tenía yo y casi se la explico a Sierralta. Creo que se lo dije una vez. Pero me mandaron hacer mi tarea y la hice. Cuando pasó lo del cuatro de febrero, llegaron unos compañeros de Lara descontrolados por el fracaso de eso... Yo tranquilo, porque nunca me he afligido al sufrir una derrota. Pero antes del cuatro, “El Camarita” se va con la gente de Daniel Hernández, que es otro personaje que crea ilusión dentro del partido, en muchos cuadros buenos y entonces él se raja y se va del partido llevándose alguna gente, entre ellos a uno que llamábamos “El Gallego”, que era el jefe del regional y que envenenó a otros que eran parte del personal que yo manejaba. Cuando se produce el estallido del veintisiete de noviembre (de 1.992) estaba en Barquisimeto y vi que un avión F.16 fue persiguiendo una avioneta que iba piloteada por un teniente y la ametralló en pleno vuelo y la bicha cayó y el teniente cayó sobre una casa en paracaídas y se cambió de ropa y se perdió. Hasta ahí llegó el veintisiete.

LA DESMOVILIZACIÓN DEL FRENTE AMÉRICO SILVA.
Después de todo esto, yo sigo trabajando con el partido y después se plantea la desmovilización del Frente Américo Silva, que no sé cuando se empieza a discutir, lo que si se es que se ejecuta desde el momento en que ponen en libertad a Chávez. Cuando Caldera se da a Chávez el sobreseimiento de su causa, Gabriel dice: “Si ponen en libertad a Chávez, nosotros podemos poner en la calle a Ruperto y a otros compañeros que están clandestinos” Eso fue una lucidez brillante de Gabriel, aprovechar ese momento. “Ahora no pueden poner a los compañeros presos, este es el momento de sacarlos”, decía Gabriel Puerta. Entonces me toca junto al Negro Tacoa (Rubén González), Alba Rosa Barreto y un compañerito que llamábamos “Catrigueño”, la tarea de recorrer todo el país explicando las razones de la desmovilización del Frente Américo Silva y la legalización de Bandera Roja. Hacemos en marzo de 1994 el acto de “El Mono”, una zona montañosa de Sucre, en donde hay declaraciones por parte de Sierralta y de Gabriel. Cuando se da ese acto, yo vengo de Barquisimeto, no vengo de la montaña, pero me colocan ahí por interés de legalizarme. Hubo un momento difícil para mí y es cuando tengo que acercarme a los medios de comuniciación, que nunca lo había hecho, ni tengo ningún discurso preparado; pero ahora tengo la obligación de hacerlo en el acto, pues, no hablé, ahí no hablé, ahí hablaron los demás menos yo. Total que salimos, almorzamos con el gobernador de Sucre, Ramón Martínez y a partir de ahí nos fuimos dando brisa públicamente. Luego me llaman a “T.V. Oriente” para hacerme unas entrevista y me declaran “Personaje de la Semana” y ahí si tengo que hablar por televisión, porque el entrevistador me hace unas preguntas sencillas y yo si pude responderle. Luego voy a un acto en Barcelona y después a otros actos en todo el país y así aprendí hablar en público. Todo este momento fue para mí muy difícil, pero creo que fue necesario. Tenemos que explicar por qué dejamos la guerrilla y yo decía que las masas están en la calle, la guerrilla en la montaña no tiene perspectivas y hay que ir allá en donde están las masas a luchar junto a ellas...

“...DESPUÉS DE DIECIOCHO AÑOS VUELVO A VER A CRUCITA”
Después que yo hago mi recorrido por el país, ya en diciembre, viene la reivindicación con la familia y vuelvo a la casa de Cruz Jiménez, en Maturín. Ya mis hijos están hechos hombres y mujeres cuando yo los vuelvo a ver en su casa. Mi cariño y mi efecto vuelven a estar presente en la casa de Crucita.

De mis hermanos, el mayor se murió sin que yo supiera cuando; Guillermo, no sé si se ha muerto. Mi hermana, Inés Dolores, supe que estaba en San Félix de Maturín, con una carga de hijos, más nunca supe de ella. Con toda esa familia rompí las relaciones. Pero con la familia que tengo con Crucita perderé la relación hasta el día que ya deje de vivir; porque creo que a pesar del sacrificio que yo hice con Crucita y los muchachos, yo me siento satisfecho del comportamiento tanto de Crucita como de los muchachos. Siempre que llego a su casa me abraza el cariño, el calor, el respeto y la consideración. Para mí es una cosa grande, después de pasara dieciocho años sin ver esta gente; porque después que yo me fugué de la cárcel no la volví a ver más.

AHORA EN LA CALLE Y CON EL PARTIDO.
Después se plantea el “Segundo Encuentro Nacional Campesino” en 1995; el primero lo había realizado el catire Rincón en el año 1980 con campesinos del oriente del país, pero que ahora se reinicia ese evento con una mayor cobertura y en mejores condiciones de seguridad.

El día de la desmovilización vi por primera vez a Miguel Vásquez, quien había estado en un tiempo en la guerrilla con nosotros. Luego lo vuelvo a ver en el Encuentro Nacional Campesino, que era parte del comité organizador y es cuando conozco más de cerca y rápidamente me formo una idea de él. Creo que es un muchacho talentoso, muy dinámico e impulsivo, con un discurso muy llano que llega perfectamente bien a la gente y un hombre honesto. Eso se lo dije una vez a una gente y eso lo sostengo todavía. Después supe que él estaba aspirando a la Alcaldía del Municipio Ribero (Cariaco) del estado Sucre y creo que puedo ayudarlo en algo aprovechando mi figuración como viejo guerrillero de Bander  Roj, que además estuvo mucho tiempo vinculado a esa zona. Entonces yo creo que un hombre de la capacidad de Miguel, aparte de la vigorosa juventud que tiene el compañero, me anima a participar y hacer lo posible en la campaña electoral. Entonces, participamos y ganamos. Me incorporo también al lado de él y de otros a defender su victoria, que se la querían arrebatar y logró su triunfo junto a la participación de todo un pueblo en la calle apoyándolo, porque el tipo arrastra gente, de eso no hay dudas.

Después que está en el poder se le aparecen algunos elementos que a mucha gente no le gusta; a mi mismos algunas cosas no me gustaron y sin hacer lo que hicieron otros compañeros yo busqué la manera de enfrentarme con él en algunas cuestiones, de criticarlo y llegó un momento en que él tuvo que aceptar la crítica, porque yo no solamente criticaba, sino que yo hacía todo lo que podía a favor de que salieran las tareas del gobierno municipal y eso lo lleva a él a oírme mi crítica porque yo no solamente critico sino que hago cosas y participo en cualquier actividad y le respondo.

En las primeras de cambio, Miguel no me podía dar algún puesto principal, primero porque él tiene la facultad de montar su gabinete y no pudo ofrecerme a mi alguna dirección porque esos son cargos para gente preparada para eso, gente profesional, gente calificada; yo no tengo título sino el de campesino nada más, aprendí a leer a los carajazos; entonces le pedí que me dejara al lado del jefe de los servicios generales, que desde ahí podía ayudar, en contacto con la gente. Mi deseo era tener contacto con la gente, con gente buena.

Yo me ocupé del trabajo de limpieza de calles, limpieza de canales, de caños; de dirigir una cuadrilla de macheteros sin hacer reclamos. Muchos compañeros reclamaron porque tenía, junto con los macheteros, sueldos muy bajos; ganábamos veinticinco mil bolívares quincenales. Yo seguí trabajando porque me interesaba que el gobierno actuara y le saliera las cosas bien; que yo me sienta partícipe de esa acción del gobierno. Eso es lo que me a mi me interesa, que el partido surja ahí.

Cuando ocurrió el terremoto en Cariaco yo no estaba en las mejores condiciones de salud. El terremoto vino a enfermar mucha gente y me dio una gripe que agravó mucho mi salud. Hubo un momento que quise retirarme a despachar, porque si bien era necesario acompañar a la gente a la tarea de reconstrucción del pueblo, yo me sentía muy mal. Miguel me dio una tarea y yo no pude decirle que estaba enfermo y me fui a cumplirle con la tarea y la cumplí bien, montando un centro de acopio con unos muchachos que estaban por ahí.

Aparte de mi papel en la dirección del gobierno municipal y en la reconstrucción de Cariaco, me dediqué también a escribir bastantes notas de prensa y de opinión para los periódicos acerca de los logros que alcanzamos al frente de la Alcaldía.
En la actualidad50, estoy trabajando como secretario en la Parroquia de Cariaco, gano el mismo sueldo que me dejó Miguel51. Un sueldo de ciento treinta mil bolívares que está por debajo del salario mínimo. Pero lo que me interesa no es ganar más en mi cargo, lo que me interesa es mantener y aumentar el contacto con la gente, eso es lo que más me interesa. Por eso estoy en Cariaco, en vez de estar en Maturín con mi familia. Estar en Cariaco, conversando con tanta gente, me llena, yo me siento bien; en donde he logrado una aceptación y un respeto de la gente. Creo que esa situación va seguir aumentando porque yo sigo mejorando mi relación con la gente, hacer el esfuerzo por servirle más y mejor a la gente. Por ejemplo, cuando no puedo resolver un problema con mi bolsillo o a través de cualquier amigo, yo subo a cualquiera de las oficinas de la Alcaldía y le digo a algún funcionario: “Mira, éste hombre necesita que le resuelvan este problema...por favor, aquí se lo dejo...” Y la gente baja a darme las gracias, aunque no consigan nada, porque los ayudé y los llevé hasta el sitio en donde tenía chance de hacer su reclamo. Hay que hacer una carta... yo la redacto y se la paso a máquina, porque aprendí a escribir en máquina. Así es como yo estoy prestando una gran ayuda a la gente con la que hice contacto cuando Miguel estaba en el gobierno. Lamentablemente no puedo visitar con mayor frecuencia a las comunidades porque no tengo vehículo; estoy trabajando desde las ocho de la mañana hasta las doce, luego de dos a cinco de la tarde; no tengo vehículo, bastante difícil se me hace ir a una comunidad de esas, para la conquista de nueva gente para Bander  Roj .

50 En abril del año 2001.
51 Miguel Vásquez perdió su reelección como Alcalde en septiembre del 2000.

En estos momentos estoy trabajando con “Redondillo”52, que es mi compañero querido, que es como mi hijo político, para que se quede en Cariaco, pero él tiene otro mundo en la cabeza y no se quiere quedar. “Redondillo” lo conocí en Maracaibo, cuando me mandaron para allá, y él trabajaba junto conmigo. Por cierto, hay un especie de anécdota con él: ese muchacho trabajaba con otro compañero llamado Julio Rojas (“Maneiro”), que murió en un accidente automovilístico en el año 1987; ellos andaban juntos, pero Julio era un dirigente ya desarrollado y éste era un muchacho que acababa de salir del ejército, medio campesino, con muy poco desarrollo, pero muy trabajador, dirigido entonces por Julio Rojas. Como yo allá trabajaba, Julio me pedía a mi veinte bolívares mensuales y “Redondillo” me pedía dos. Yo le preguntaba para que quería los dos bolívares y éste me contestaba: “...Pa’ funcionar.”. Luego, “Redondillo” se fue entusiasmando y se fue para la guerrilla y cuando bajó de la guerrilla y se fue para Maracaibo, ya me pedía cien bolívares para funcionar...
En todos estos años de lucha y sacrificios, de cárcel y persecuciones, lo que más me ha causado emoción y alegría es haberme incorporado de lleno a la actividad revolucionaria porque es lo que ha significado la salvación de Ruperto, que pudo haber escogido cualquier otro camino y que se ha conseguido a una gente que tenían una manera de ser, que tenían un comportamiento determinado, que llegó a ser de mi querencia... yo quería ser como muchos hombres que estaban en los primeros años del MIR y que después estuvieron en Bandera Roja. Yo creo que el logro y la mayor ganancia que obtuve en todo este tiempo fue el haber alcanzado esa referencia que hoy tengo en el partido, eso llena mi espíritu y ánimo porque en verdad no todo el mundo cuanta con eso, no todo el mundo ha logrado eso. Aprender a leer y escribir con tantos problemas, estar escribiendo ahorita para la prensa local, estar hablando con tanta gente, saber que tanta gente lo recibe y lo saluda, que algunos te quieren entrevistar y lo han logrado. No es que yo me sienta un santo, es que yo esto lo he ganado y lo he ganado por estar dentro de este partido. No había manera de que lo lograra en otra parte, por razones de mi condición de clase, me incorporé en un partido como éste, cumpliendo con su deber para poder alcanzar estos méritos que en otros partidos y en otras partes es difícil alcanzarlos.

52 Cuyo verdadero nombre es Gilberto López, es miembro del Comité Central de Bander  Roj  y forma parte de los cuadros clandestinos que se legalizaron junto con Ruperto.

A continuación se presenta algunos episodios vivenciales de Ruperto, al lado de desaparecidos dirigentes de Bander  Roj .
JÓVITO FAUSTINO LUGO.

A “Luguito” lo conocí a mediados de la década del sesenta en Maturín, él trabajaba como chofer de plaza en Maturín. Le gustaba mucho jugar chapitas. Un tipo muy sencillo, muy buena gente, muy humano. Pero en ese tiempo no supe mucho de él, solo que andaba por ahí y que era amigo del MIR. Después que me sacaron para Cuba, él asumió junto con un muchacho que yo había incorporado llamado Asdrúbal Guzmán Cordero, que después llegó a ser miembro del comité central de Bander  Roj ; le encargaron en mi ausencia del trabajo que yo tenía antes que era la retaguardia del frente guerrillero Antonio José de Sucre y ahí hicieron un buen trabajo; la retaguardia era exigente porque el frente iba creciendo y ellos tenían que hacer un trabajo en la ciudad para tener en sus manos con que atender a la gente que bajaba o subía de la guerrilla. Ese trabajo requería que tu tuvieras muy buenas relaciones para obtener una casa para dormir, ropa, dinero; para eso debía ser gente amplia y ellos lo hicieron muy bien. Jóvito desarrollando esa actividad cayó preso junto con Asdrúbal y otro compañero que llamábamos “El Flaco”, que lo mató la policía en el calabozo. A “Luguito” también lo maltrataron muchísimo. Pero esos dos hombres no se amilanaron ni por el presidio ni por las palizas, ellos siguieron trabajando. Luego nos encontramos presos los dos en La Pica y fue en donde lo conocí más. Él era un hombre respetado por los presos. Cuando vino la operación de la fuga, “Luguito” se incorpora al Frente Américo Silva y empieza a trabajar concientemente para ocupar una posición en la comandancia; y sé que es así porque él me lo dijo. Entonces empezó a caminar, hablar con la gente, hacer el trabajo con mucha intensidad, incluso, mucho más que el catire Rincón. “Luguito” era un hombre muy operativo y en una de esas operaciones financiera que a él le toca comandar en Guayana, por un error que se comete ellos paran un camión blindado y detrás llega una camioneta de custodia del blindado y alguien que estaba ubicado lejos de ese sitio pero chequeando la pasada del vehículo, advierte que detrás del vehículo iba otra camioneta, pero “Luguito” no pudo captar esta última parte del mensaje. Se para el blindado y ellos van a tomarlo, en esto llega la camioneta y le hacen un disparo a un compañero que llamamos el Negro Ventura, le pegan en la cabeza y lo tiran al suelo. Cuando “Luguito” que está al frente ve que cae ese compañero, que era un buen cuadro, pareciera que perdió la noción del peligro y salió corriendo a prestarle auxilio, aprovechó la policía que estaba detrás del blindado y le dieron un tiro y lo mataron en seco. Así es como muere “Luguito”, tratando de prestarle auxilio a un compañero que acababa de caer.

EMPERATRIZ GUZMÁN CORDERO.
Emperatriz es una muchacha que yo conocí en Maturín cuando yo estaba encargado de algunas células del MIR y ella manifestó su deseo de participar en la lucha. Después vino un muchacho que era de Maracay a encargarse de la cuestión organizativa del MIR, entonces ella conoció ese muchacho e hicimos una buena amistad los tres. El muchacho le daba tareas de retaguardia y ella le fue gustando eso y se fue abriendo paso. Ella era medio alocada pero para las tareas del partido tenía su juicio y era responsable. Cuando me sacan para Cuba, ella asume con mayor fuerza el trabajo en la retaguardia del frente Antonio José de Sucre, entonces se faja ella con Asdrúbal, que es su primo, y “Luguito” y se ocupan de la retaguardia. Cuando regreso y vengo por un momento a Maturín, me entrevisto con ella y me dice que me va dar una sorpresa; la sorpresa consistió que después de estar unos compañeros acampados en Viento Fresco, ella se presentó a incorporarse a la guerrilla con otra compañera que llamábamos Flor. De ahí Emperatriz empezó a echar raíces en la guerrilla, a hacerse querer con toda la gente que la conoció porque era muy caminadora, muy trabajadora, muy organizada; aquella locura que mostraba en la retaguardia desapareció y la mujer se convirtió en una mujer juiciosa en la guerrilla. Ella cae en la masacre de Cantaura.

TITO GONZÁLEZ HEREDIA.
Al “Flaco” lo conocí estando en Cuba. Era un muchacho muy delgadito, que ya era profesor en la U.C.V.; él fue entre el grupo que mandaron hacer cursos de guerrilla. Cuando salí para Venezuela, estuvimos juntos hasta Alemania Occidental, allí lo conocí mejor, era disciplinado y se molestaba con algunas cosas. Después estuvimos juntos en Guayana, siendo él el responsable de la zona; después se va a Caracas a trabajar en la ampliación de las relaciones del partido y yo me voy a trabajar a santa Teresa del Tuy. Un día voy a Caracas a reunirme con ellos y Tito sale de su casa en Los Teques y en vez de coger para la casa en donde nos íbamos a reunir, trató de coger para las Minas de Baruta, que era una ruta que él hacía constantemente y ya había informado acerca de un chequeo policial que le tenían montado. Sin embargo ese día se mete por ahí en el mismo carro que cargaba y lo estaban esperando. Cuando pasó, se le pegó el carro de la policía atrás, al darse cuenta siguió hasta una ruta bastante nutrida de carros y él trataba de escaparse. Por el Llanito, se metió por una calle que llegaba a un estacionamiento sin salidas y ahí se dispuso a enfrentar a la policía con valentía. Cargaba un arma de fuego y una granada; cuando sacó una pierna del carro le tiraron una ráfaga de tiros por la frente, lo agarraron todavía vivo y lo llevaron para el hospital, en donde murió. De esa manera perdimos uno de los mejores hombres que tenía el partido en ese tiempo, que formó parte de lo que pudiéramos llamar la vieja guardia, de la que también formaba parte el Negro Vielma, el Motilón y otros tantos que yo no llegué a conocer. De esa manera fue que murió Tito, valientemente, haciéndole frente al enemigo

JESÚS MARQUEZ FINOL.
“Motilón” era parte de esos jóvenes que formaron parte del MIR en Caracas. Era un hombre intrépido y combativo. Yo lo conocí en Caracas, después nos vimos en Maturín; viajamos juntos a una diligencia en Guayana y así lo fui conociendo un poco más. Él trabajo por mi salida a Cuba y después que yo regresé estando en la guerrilla, entró para pasar un tiempo con nosotros, pero no pudimos dejarlo porque enfermó de los riñones y tuvimos que bajarlo para ser operado de emergencia. Sufrió mucha persecuciones porque era uno de los hombres fuertes de Bandera Roja en Caracas, esta que llegó un momento que lo cazaron en la zona donde vivía lo cercaron y lo mataron a tiros. Motilón era un hombre que lo consideramos muy bueno y por otra parte la policía lo acosa porque lo considera un hombre muy peligro, por eso lo buscan para matarlo. Así pasó con Tito. Eso tiene que tenerlo pendiente cualquier combatiente revolucionario, que en la medida que sea bueno como revolucionario en esa medida es gran enemigo del gobierno y de las clases dominantes.

NOEL RODRÍGUEZ.
Noel Rodríguez es un muchacho yo lo vi una sola vez. Un poquito después que se fundó Bander  Roj , él subió a una reunión en el monte con nosotros, ahí fue donde lo conocí. Un tipo joven, alto, moreno, bien parecido, bien plantado, al parecer muy inteligente y muy capaz. Por cierto, Gabriel hizo un comentario sobre él: “En este muchacho tenemos un verdadero tribuno”. Noel estaba cantando esa vez en la guerrilla muy alegre. Era un muchacho de esos alegres, buenos combatientes, buenos estudiantes, inteligente, muy capaz. Significaba, lo que yo diría hoy, una esperanza para el partid como cuadro revolucionario. Lamentablemente, también por lo que acabado de decir de Motilón, es un hombre de perspectivas muy serias para el movimiento revolucionario y el gobierno de Caldera en una de esas razzias lo agarraron y lo desaparecieron. Más nunca se supo de su cuerpo, más nunca se supo nada de él. Simplemente desapareció; eso lo debe Rafael Caldera, lo debe el partid COPEI a éste país, a éste pueblo venezolano, que muchos de sus mejores hombres cayeron en esa época.

ENRIQUE MÁRQUEZ
De “Florentino”, prácticamente no sé nada. Cuando cumplí una temporada que debía estar en la guerrilla después de la fuga de La Pica; se arreglaron las cosas para que yo bajara a ocuparme de otras responsabilidades. Precisamente el día que yo venía bajando no encontramos en un sitio de contacto de la carretera nacional, eso fue en Guárico, cerca de Zaraza; me encontré con dos personas: una compañera que después supe que se llamaba Sor Fany y éste muchacho llamado Enrique Márquez que iban a subir. Después de eso solo se algunos cuentos y conversaciones; de algunos incidentes de su vida en la guerrilla, por ejemplo, supe que una vez venía, creo que con la misma Sor Fany, en un carro bajando por la carretera vieja de El Crucero – Puerto La Cruz y por ahí los esperó un carro de la DISIP y lo ametrallaron en el carro donde iba. Lo daban por muerto, pero él no murió, escapó de eso, con unas heridas pero pudieron llegar al médico para evitar la muerte en esa ocasión. Pero lo esperaban con la buena intención de raspalo en ese momento, porque ya era un hombre que empezaba a sonar mucho. Él murió en (la masacre de) Cantaura; era un hombre blanco de la represión de aquel tiempo porque como vengo diciendo el muchacho se destaca porque era bueno bueno bueno, iba alcanzando niveles de Comandancia y cuando se produjo lo de Cantaura era segundo comandante del Frente Américo Silva.

VICENTE CONTRERAS DUQUE.
A “Contreritas” lo conocí fundamentalmente en Guayana. Era un gochito muy buena gente, por cierto que cuando se divide el Frente Antonio José de Sucre, él se quedó con nosotros y adquirió una responsabilidad mayor en el partido en Guayana ya que la otra parte de combatientes guerrilleros estaban con Carlos Betancourt y “Contreritas” controlaba el grupo que se quedó con nosotros y estaba haciendo su trabajo. Era un muchacho bueno, abnegado y bueno; cuando uno ve que un muchacho de esos con tanto porvenir es capaz de dejar lo que tenga por ahí para venirse a la lucha y talarse la vida, uno debe considerarlo como uno de los pocos hombres capaces de sacrificar todo por la revolución del país. Él muere en Las Pavas, en donde tuvo un tiempo destacado. En esa zona una vez lo hice pasar una semana santa conmigo en ese monte, precisamente en el sitio en donde lo mataron después. Voy a contarte este episodio porque yo creo que hasta a las nuevas generaciones de revolucionarios eso le sirve; hay un cuento que yo eché primero y te lo voy a reflejar aparte comparado con éste. Ocurre que yo le digo que vamos a pasar la semana santa en el monte, en una arboleda muy grande, una quebrada con bastante agua, llevamos comida y nos quedamos metiditos pa’ tras porque la represión andaba detrás de él. Preparo un sitio detrás de unas casas que yo controlaba y nos metemos. Nos descubren el mismo día que llegamos; cuando él está amasando la masa para que vamos hacer el desayuno sentimos que ladra un perro cerquita de ahí, nos pusimos en guardia y yo le dije a él: “Detrás de ese perro viene un hombre con seguridad” Efectivamente. Cerca de esa casa que yo controlaba había comprado alguien un ranchito y estaba por ahí. Era un nuevo que tenía unos pollitos y unas cosas por ahí. Era un tipo que la policía lo había metido para controlar la actividad nuestra en la zona pasando información. Entonces ese día se metió el tipo en la montaña, una montaña en donde yo tuve los reales de la operación de Los Molinos escondidos; entonces el tipo viene directamente a pasar a unos diez metros de donde estamos nosotros, pero como esos está ralito por debajo, porque estamos hablando de un tiempo de verano en donde los árboles se despojan y se pone muy claro lo que antes era un bosque cerrado... Teníamos también un bidón negro y un plástico azul sobre el cual “Contreritas” estaba amasando la masa. Cuando el hombre viene siguiendo el perro, naturalmente mira hacia la izquierda, se destaca el plástico azul y el bidón negro que hacían mucho contraste; el color del monte para esos caso es medio amarillo y marrón que representan las hojas secas. Cuando yo veo que él nos descubre ahí, me voy acercando hacia el hombre y “Contreritas” me sigue. Yo le pregunto: “¿Qué busca usted por aquí?”. El hombre nos dice: “...Yo vengo con el perro a ver qué consigo por ahí”. Le contesto: “Tiene suerte, porque nos consiguió a nosotros... Le voy a decir algo, si se sabe mañana que nosotros estuvimos aquí, lo tendremos en cuenta a usted, sabremos que fue usted, porque nadie más ha pasado por aquí” Me pareció bueno abordarlo de esa manera porque que otra explicación podía darle una gente haciendo comida ahí escondido, yo tengo que decirle: “Yo soy guerrillero...estamos aquí así es que aquí se presenta alguna cosa, fue usted quien nos delató...puede haber otra gente por ahí, pero el único que nos ha visto es usted...” El hombre dio la vuelta y se regresó a su casa y no vino más, más nunca vino a la zona. Y nosotros también nos fuimos de ahí. Al tiempo, Contreras tiene una reunión planteada con Sierralta y un grupo de otros muchachos en ese mismo sitio, la misma zonita. A esa reunión llevó a Contreras un muchacho que yo había incorporado a la guerrilla; porque déjame decirte que mientras estuve en Las Pavas incorporé a diecisiete muchachos a la guerrilla... Pero el tipo dejó a Contreras ahí y perdió el contacto con él. Entonces Contreritas se quedó a esperar el muchacho y no viene y se le aparase un hombre y le pregunta por mí, él le responde que no está por aquí, que estoy en otra zona... El tipo después se fue. Si Contrerita asimila la situación, debió haberse salido de ahí...es una regla que debemos llevar los guerrilleros en la cabeza... él debió haber hecho lo que la otra vez nosotros hicimos... salirse de la zona... más no lo hizo y se quedó en el mismo  sitio.

Esa era una montaña que le permitía cualquier cosa, hasta pasarse para el otro lado, irse a dos kilómetros de ahí y estar protegido por el monte. Pues se quedó ahí. Al otro día viene en la mañana sale a buscar agua para llenar el bidón. Unos pasos saliendo del campamento, se encontró con el ejército que venía subiendo. ¿Cómo sabe el ejército que él estaba ahí?. Llegó un campesino que el ejército había mandado a explorar la zona para saber en qué sitio se encontraba el grupo reunido, no nos olvidemos del hombre que no vino al contacto y si no volvió fue por algo... Cuando esas cosas pasan, hay que abandonar el sitio; tenemos una experiencia en eso: lo que pasó en Aparicio, un poco tiene que ver con esta nueva situación, que nosotros mandamos al compañero y nos confiamos en el campamento... La gente no se puede confiar, la gente tiene que estar mosca en esto. Yo no digo nunca que he sido el mejor guerrillero, no, yo sé que no he sido el mejor, pero lo que si se es que he adquirido una experiencia que me parece buena en la guerrilla. A mí no me agarró el ejército dormido a las cinco de la mañana en Tarabacoa, precisamente por esto, porque cuando el campesino se fue a su casa y quedó a venir en la tarde y se hace de noche y no llegó, yo le dije a los compañeros que nos quitáramos de ahí y nos pusimos cincuenta metros más arriba... incómodo el sitio, pero nos quedamos ahí y estando ahí observamos cuando vino el ejército a las cinco de la mañana, cuando nos despertábamos a las cinco y media, pues, vino con el propósito de encontrarnos dormidos a los tres guerrilleros que estábamos ahí. Esa malicia debe llevarla un guerrillero siempre. Yo creo que los guerrilleros que llegan a viejo, sin que les haya pasado una cosa de ese tipo.
Maturín, 13 de abril de 2001

El comandante guerrillero Ruperto, falleció el jueves 7 de noviembre del 2002, a causa de una penosa dolencia. Murió a los ochenta y dos años, en la ciudad de Maturín, capital del estado Monagas. Murió rodeado de cercanos familiares, amigos y camaradas.

Las dificultades políticas por las que atravesaba el país antes de su muerte, impidieron la realización en vida de un merecido homenaje a este incansable revolucionario.

Con la publicación de ésta obra biográfica, estamos cumpliendo con uno de sus mayores deseos: ofrecer su testimonio vivencial durante sus años de indoblegable actividad revolucionaria, “que pudieran ser útiles a las futuras generaciones que tendrán la tarea de continuar la lucha por la real transformación de las estructuras económicas, políticas y culturales de nuestro país”, como lo él mismo lo escribió al principio del libro.

Por la alegría vivimos,
Por la alegría luchamos,
Por la alegría fuimos al combate,
Por la alegría morimos.
Que mi nombre nunca sea unido a la tristeza.
(J. Fusic, autor de Reportaje al pie del patíbulo)

1 comentario:

  1. Conoci al Viejo Ruperto por alla en Cariaco en el Segundo encuentro Campesino, que tiempos aquellos, cuando habia sentimiento revolucionario de combate

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